La entrevista de verano de Weidel no fue un desliz: a ARD no le importan sus espectadores

No solo fue la entrevista de verano más ruidosa que ARD haya emitido jamás. También fue la más honesta. Demuestra lo poco capaz que es la radiodifusión pública de cumplir su misión principal: informar de forma neutral, objetiva y accesible. Al parecer, no le basta a la líder de la AfD, Alice Weidel, intentar responder a las preguntas del moderador Marcus Preiß entre silbatos, cánticos de "¡A la mierda con la AfD!" y música de fondo.
Entre los discursos de odio de fondo y los problemas de sonido en el escenario al aire libre de ARD, Preiß no puede ocultar su sentimiento ante el caos. Sonríe, insiste repetidamente en que la aparición de la líder de AfD es objeto de protesta y dice: «A la Sra. Weidel le gusta decir que no entiende algo, pero en este caso, sin duda hay razones». Un comentario que, en esta situación caótica, puede interpretarse como un intento inútil de contextualizar. Pero, en realidad, esta entrevista no es una excepción; es simplemente la siguiente declaración de quiebra periodística, que se produce tras una serie de casos similares.
El verdadero escándalo no es la interrupción de la entrevista, sino la reacción del locutor y la certeza de que nada cambiará.
Pero quien espera que algo cambie ahora está gravemente equivocado.Lo ocurrido el domingo por la noche a orillas del Spree no fue un incidente aislado. La conversación de 30 minutos es un claro ejemplo de un sistema de radiodifusión que hace tiempo que perdió el control de su propia imparcialidad y, en su afán moral, ha impuesto su deber de neutralidad al Spree. Las verdaderas víctimas son los espectadores que no entienden ni una palabra y que, además, pagaron 18,36 € por ello.
Tras un desastre así, emisoras como RTL, ProSieben o Sat.1 no tendrían más remedio que actuar de inmediato. Los clientes publicitarios podrían abandonar el mercado, y un desplome sostenido de la cuota de mercado sería una sentencia de muerte para las emisoras, que ya estaban en apuros. Cualquiera que cometa un error en la televisión privada se arriesga a perder alcance, lo que solo significa dinero.
La radiodifusión pública, por otro lado, está arraigada en un sistema que ofrece pocos incentivos para la autocrítica o el cambio. A pesar de las críticas a la radiodifusión pública, que han ido en aumento durante años, más de 8.700 millones de euros ingresan anualmente en sus arcas. ¿Presión externa? Eso no funciona mientras se paguen las tasas y el Consejo de Radiodifusión apoye el curso.
Quienes critican estas críticas podrían argumentar que ARD ya ha emitido un comunicado y que "tomará precauciones" en el futuro para evitar que un fiasco como este se repita. Sin embargo, quienquiera que confíe en que esta entrevista de verano tendrá consecuencias reales, y sobre todo, sustanciales, se equivoca gravemente. Nada cambiará, porque nada tiene por qué cambiar.
La opinión de la audiencia es irrelevante¿Acaso los debates en torno a programas como "Los 100", que causaron indignación nacional debido a sus categorizaciones sesgadas y sus cargas morales, sirvieron de algo? ¿Se cuestionó o, al menos, se reflexionó internamente sobre la creciente politización de la información? ¿Acaso las emisoras abordaron seriamente el rechazo generalizado al lenguaje de género? Todo lo contrario. En noviembre de 2023, el "Tagesschau" eliminó abruptamente su saludo, vigente durante décadas: "Buenas noches, damas y caballeros, les doy la bienvenida al 'Tagesschau'". Desde entonces, los espectadores han sido saludados de forma neutral en cuanto al género: "Buenas noches, les doy la bienvenida al 'Tagesschau'".
Un pequeño acto con gran impacto. No porque sea lingüísticamente más eficiente, sino porque simboliza la postura de la emisora pública. Las opiniones de los espectadores son irrelevantes. Y esta es precisamente la conexión con la entrevista de verano: las emisoras públicas no tienen por qué ser consideradas. Pueden permitirse ignorar a la oposición. Las arcas están bien llenas y así seguirán.
¿Quién paga las consecuencias? Los espectadores, a quienes se les niega una cobertura objetiva, y los medios de comunicación, que sufren la pérdida gradual de confianza en el periodismo en general. Apenas minutos después de la grabación de la transmisión y la publicación del video en YouTube, las redes sociales se llenaron de especulaciones sobre si ARD amplificó deliberadamente el audio de los manifestantes. Varios ingenieros de sonido publicaron extractos de la entrevista en la plataforma X, donde las respuestas de Weidel se escuchan con claridad, sin el ensordecedor ruido de fondo que impide escuchar el video oficial de ARD.
Al mismo tiempo, circulan en línea imágenes que muestran claramente a agentes de policía de Berlín muy cerca de los alborotadores durante la entrevista, sin pedirles que se tranquilizaran. La policía ha emitido un comunicado de prensa. La enorme sobrecarga se está abordando con excusas. No hay rastro de autocrítica.
La entrevista con Alice Weidel no es el escándaloLo que queda es una imagen de indiferencia. Una policía que no interviene. Una emisora que no reconoce el verdadero problema y que desde hace tiempo se ha distanciado de su misión. Un Estado que toma partido. El escándalo no es la entrevista con Alice Weidel. Lo escandaloso es el poco interés que muestran las emisoras públicas en apoyar a quienes sus editores y presentadores rechazan sus opiniones.
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Berliner-zeitung