El restaurante de Alicante que está revolucionando un pueblo entero: más clientes que habitantes
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fbae%2Feea%2Ffde%2Fbaeeeafde1b3229287b0c008f7602058.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2F038%2Fdd4%2F4ce%2F038dd44cee7a0a6cb64332020813424f.jpg&w=1280&q=100)
A una hora escasa tanto de la ciudad de Alicante como de la de Valencia, y muy cerca de Dénia, entre bancales, curvas y silencio, se esconde un restaurante que ha logrado un hito: llevar muchas más personas a la mesa que vecinos viven en todo su pueblo. El fenómeno no tiene que ver con promociones virales ni campañas publicitarias masivas, sino con el boca a boca, la coherencia de una propuesta y una fidelidad radical al producto del entorno. En una zona que no suele figurar en los mapas gastronómicos del gran público, el restaurante ha superado en 2024 los 1.500 comensales en un municipio que apenas alcanza los 700 habitantes censados.
El restaurante se llama Mare y su artífice es Miquel Gilabert, cocinero formado en el Asador Etxebarri, considerado uno de los mejores del mundo. Desde su regreso a Benidoleig (Alicante), su pueblo natal, Gilabert ha levantado con sus propias manos un espacio donde "la brasa es casa", en palabras del equipo, y donde el fuego sustituye a las máquinas como base de una cocina honesta, reposada y de proximidad. Cada plato es una declaración de intenciones: producto del mar de Dénia, verduras cultivadas en el huerto familiar y recetas que reinterpretan la tradición valenciana sin artificios.
En Mare no se cocina para impresionar, sino para recordar de dónde se viene. La carta se organiza en torno a bloques como "Producto & Campo", "Producto & Mar" o "Producto & Marisco", con platos como la sobrasada de cerdo negro con panal de miel, anguila con garum y huevo, sepionet con guisantes o gamba roja de Dénia tratada con respeto reverencial. El apartado de arroces (con variedades como el de "putxero valenciano" o el de pescado con gamba roja, además de la clásica paella valenciana) se elabora por encargo, con grano Albufera de La Perla Mediterranea.
La bodega no se queda atrás. El restaurante ofrece más de 300 referencias de vino, entre ellas medio centenar de añadas singulares o antiguas. El comensal no solo come, sino que bebe con intención. La experiencia se completa en una sala pequeña, con apenas cinco mesas, y un equipo reducido a lo esencial: uno en cocina y otro en sala. Nada sobra, todo tiene sentido.
Además del producto, la decoración habla el mismo idioma. Las mesas están vestidas con lino confeccionado en Alcoy, las sillas proceden de Ribarroja (de la firma Andreu World) y la iluminación corre a cargo de ArkosLight, también de la zona. Es una apuesta por el entorno que se nota incluso antes del primer bocado.
Con menús como el Germanor (31 euros entre semana) o el Teresa (53 euros, con entrantes, principal, postre y dulces), Mare se ha consolidado como una de las propuestas más personales y singulares de la Marina Alta. Sin anuncios, sin aspavientos, sin alterar el ritmo del lugar. Solo con producto, fuego, memoria y un restaurante que ya ha duplicado en comensales el censo de su propio pueblo.
El Confidencial