Laura Esquibel, la mujer trans a la que le devolvió la fe: «Espero que el nuevo Papa nos acepte como somos»

Se reunió siete veces con el Papa. No ostenta ningún cargo eclesiástico pero su foto en la capilla ardiente de Francisco dio la vuelta al mundo. Su relación con el Pontífice le hizo recuperar la fe y dejar de sentirse en los márgenes. Laura Esquibel es una mujer trans de Paraguay, aunque vive desde hace 34 años en Italia. Aparece por la transitada calle Degli Scipioni de Roma con una chaqueta roja a juego con una gorra de terciopelo. Sobre el pecho le cuelga un rosario de color negro bendecido por el difunto Papa Francisco.
«Vengo del dentista, lo odio», lamenta mientras se toma un espresso en dos tragos rápidos y cortos. El tratamiento de un cáncer que le afectó al aparato digestivo hizo que perdiera buena parte de la dentadura. Ese mismo tumor que casi acaba con ella, fue también el origen de su relación con el Santo Padre.
«Sentía que la Iglesia me cerraba las puertas por ser transexual», asegura Laura. Al inicio de la pandemia, afectada por problemas económicos, buscó ayuda en varias iglesias. «Nos cerraron las puertas», se queja. Hasta que una, la del padre Andrea, a las afueras de la capital italiana, la acogió no solo a ella sino a un buen grupo de mujeres transexuales latinoamericanas.
Allí conoció a la hermana Geneviève Jeanningros, monja de las Hermanitas de Jesús, amiga de Francisco y responsable de sus encuentros con grupos de minorías. La misma que llamó la atención de todo el mundo al saltarse el protocolo para guardar unos instantes de recogimiento ante el féretro del Papa cuando asistió el primer día a la capilla ardiente.
«Era una persona muy humilde, para él todos éramos hijos de Dios», a Laura se le dibuja una sonrisa al responder sobre la figura de Francisco. «Le pedí que me perdonara por ser una transexual», continúa. Recuerda su contundente respuesta: «Yo no te tengo que perdonar, ni Dios te tiene que perdonar. Eres un ser humano como cualquiera, no te puedo juzgar», le cita de manera textual. «Era único. Para mí era un padre, un hermano. Tenía paz, tranquilidad. Cuando salía de hablar con él, pensaba: 'Dios mío, qué lindo, esperemos que haya otra oportunidad de hablar con él'. Y gracias a Dios tuve la oportunidad de hablar con él siete veces», añade.



Sin embargo, en 2023, la aparición de un tumor en el estómago cambió su vida. «Estaba desesperada, me dijeron que no sabían cuánto tiempo me quedaba», relata con los ojos llorosos mientras viaja a ese día. «Le dije al padre Andrea que quería hablar con Francisco para pedirle que rezara por mí», comenta. Esa fue la tercera vez que habló con él y el día en que recuperó la Fe. Un encuentro de más de una hora, sin prisa, en el que Laura compartió sus miedos con el Papa.
«Me agarró de la cabeza, rezó por mí y me dijo: 'Vos no te vas a morir, primero me voy a morir yo'», recuerda emocionada. «Me dijo 'mi hija'. 'Mi hija'. No me trató como a un hombre, sino como a una mujer», insiste Laura. «No te preocupes, que vas a ir al Paraíso. No pienses que vas a irte a otro lugar, el otro lugar no existe porque todos somos pecadores». Una frase que quedó marcada en su memoria. «Yo soy un pecador», cuenta que le dijo Francisco. «Eso es algo de lo que nunca me voy a olvidar», termina.
Cuando murió el Papa, Laura estaba durmiendo. Una llamada de teléfono la sacó de la cama. Al otro lado, su amiga Minerva lloraba mientras le decía: «Ha muerto el Papa Francisco». «Colgué el teléfono y me quedé en la cama pensando. No me lo quería creer», relata.
«Pasó el día y por la noche empecé a llorar y rezar. Estuve mal durante tres días. Pero esto es la vida, hoy estamos y mañana no lo sabemos». Acudió acompañada de Geneviève a la capilla ardiente. Era el segundo día y la afluencia de gente era mayor que la de la primera jornada. No hicieron cola para entrar y las llevaron directamente ante el féretro. «Nos dijeron que podíamos estar ahí, rezar diez minutos y luego estar cinco de pie ante el cuerpo. Me arrodillé, recé y fuimos a mirarlo».
Y entonces, 'click'. Una foto del momento corrió como la pólvora por todo el mundo. La viralidad de la instantánea impidió que pudiera acudir con normalidad al funeral. Se quedó a lo lejos, huyendo de la atención de los medios de comunicación. Denuncia que le llegaban llamadas de periodistas que no conocía preguntando si se encontraba allí. Tanto ella como la hermana Geneviève se mantuvieron en un segundo plano. Ahora esperará a que pase algo de tiempo para visitar a Francisco en Santa María la Mayor, donde ya descansan sus restos.
La huella del Papa en la vida de Laura perdurará: «Nos discriminan por ser mujeres trans, pero a mí me da igual lo que diga el resto. Lo importante es que estuve con Francisco, lo agarré, lo abracé, le besé la mano, besó la mía. Eso es algo que voy a recordar siempre», concluye.
Ahora, le preocupa el futuro de la Iglesia. La llegada de un Pontífice con una postura más conservadora con respecto al colectivo LGTBQ+ complicaría su relación con el Vaticano: «Me sentiría fuera, pero no de la Iglesia. Siempre frecuentaré las iglesias», reivindica. El mañana es incierto, pero le gustaría un Papa latinoamericano que siguiera la estela de Francisco, aunque reconoce que es difícil: «No creo que vuelva a haber un Papa como él. Su humildad, todo lo que hizo para ayudar, como poner un ambulatorio para gente pobre. Yo iba ahí cuando no tenía dinero para medicamentos», recuerda. Aun así, llegue quien llegue, lo tiene claro: «La fe del Papa Francisco se me quedó y nadie me la va a quitar».
ABC.es