¡Qué manera de echar a perder una película!
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El domingo es la entrega anual número 97 de los Premios Oscar. La sustancia —largometraje dirigido, escrito y coproducido por Coralie Fargeat— cuenta con cinco nominaciones, incluyendo mejor película. No se lo merece, como no se merecía recibir el premio al mejor guion del Festival de Cannes.
Y es que la guionista y la directora simple y sencillamente echaron a perder esta película.
Qué desperdicio. La historia era buena, excelentemente bien actuada, con un ritmo estremecedor, en fin, que los dos primeros tercios del filme estaban siendo una chulada y, de repente, en la tercera parte, La sustancia se convierte en un monstruo, literalmente hablando.
En lo personal, me tuvo al filo de la butaca durante casi dos horas. Luego no cansé de mentarle la madre a la directora. Convirtió una magnífica película en un hazmerreír innecesario. Del género del drama pasamos a una mezcla de terror cómico y gore. Terminamos con escenas ridículas propias para adolescentes que están en el ánimo de asustarse y reírse.
El producto final es un churro.
Me quedé con ganas de tirar las palomitas a la pantalla (no lo hice por respeto al cine).
Entiendo la necesidad que tiene la industria cinematográfica de encontrar nuevas formas de contar historias. Estamos hartos de remakes, refritos, recicladas y universos ficticios. Me gusta que guionistas y directores busquen algo diferente. La sustancia lo es, para mal.
No quiero ser espóiler de la historia para aquellos que no la han visto. Sólo he de mencionar que la película continúa la tradición de la novela clásica de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, sobre la búsqueda de la belleza eterna mientras el personaje envejece. Se presenta la oportunidad de un pacto maldito para mantener la eterna juventud y hermosura. Pero, como todo en la vida, tiene un precio alto.
Guapa, ambiciosa y exitosa, Elisabeth Sparkle cumple 50 años y es despedida de su trabajo. Ella es una personalidad de la televisión de un popular programa de ejercicios físicos cuyos índices de audiencia están a la baja. De pronto, ya sin trabajo, le cae todo el peso de una súbita vejez prematura.
La cincuentona Sparkle es interpretada por una maravillosa Demi Moore, quien, con su voz carrasposamente sensual, fue uno de mis amores platónicos de la juventud en películas como St. Elmo’s Fire y Ghost. Demi en realidad ya es sesentona; no obstante, mantiene su belleza que nos enseña sin tapujos en La sustancia. Ella sí que se merece el Oscar a la mejor actriz a la que está nominada. Con esta última película, Moore demuestra la grandeza actoral que perdió durante años de prestarse a realizar películas francamente chafas.
El papel de la joven Sparkle, renombrada como Su, está a cargo de la guapísima (no podía ser diferente) Margaret Qualley. Su actuación también es brillante. Y eso es lo que hace de la primera parte de la película una gran película: el inevitable enfrentamiento entre la vieja y la joven que son, como constantemente les están recordando, la misma persona.
Los dilemas morales y existenciales pasan todo el tiempo frente del espectador. La sustancia incomoda, pero, al mismo tiempo, nos hace pensar. ¿Acaso no vivimos en una época donde la gente no sabe envejecer con dignidad y está dispuesta a gastar su tiempo y dinero en remedios para esconder la edad? ¿Hasta dónde se puede llegar en esa búsqueda de la eterna juventud?
El otro día llegó a mi WhatsApp un mensaje de un teléfono desconocido que presumía que “la verdadera sustancia de la juventud sí existe”. Subiéndose a la ola mediática de la película, la “doctora” Esmeralda Bastidas, experta en medicina regenerativa, well-aging y biohacking, informaba: “Hoy vivimos más años, pero la calidad de vida no es siempre la mejor. La mayoría añoramos sentir la energía, la vitalidad, la salud, belleza y frescura de la juventud”. Recomendaba, por tanto, una nueva sustancia que mejora “el rendimiento humano a través del hackeo o el reseteo (reset) de la información contenida en las células que favorecen el desarrollo de enfermedades y favorecer la salud a través de seis herramientas clave”.
Ajá. El viejo cuento de los remedios milagro.
Acabé de ver La sustancia por disciplina cinéfila, no obstante que sufrí los últimos minutos por el coraje de una buena película que echaron a perder. Un bodrio. Como el personaje principal, el filme se transforma en un esperpento.
X: @leozuckermann
excelsior