El peligro de las tormentas solares para los humanos: así estamos protegiéndonos de su radiación

Nos encontramos en la fase de máximo solar del ciclo solar 25, que comenzó en diciembre de 2019 y se espera que finalice alrededor de 2030 —se clasifica en períodos de unos once años—. Este ciclo ha mostrado una actividad más intensa de lo previsto inicialmente, con un número de manchas solares y eventos solares significativos que superan las predicciones anteriores.
La actividad solar supone un riesgo real para las misiones espaciales tripuladas, sobre todo las que viajan más allá de la órbita terrestre. Fuera de nuestro planeta, no hay una atmósfera densa ni un campo magnético que actúe como escudo natural. ¿La consecuencia? Una exposición directa a las partículas energéticas procedentes de tormentas solares, como las eyecciones de masa coronal (CME) y las llamaradas solares.
Existe cierto miedo al no tener la atmósfera y el campo magnético de nuestro planeta como protección ante el flujo constante de radiación y partículas cargadas liberadas por el Sol.
Una tormenta solar fuerte puede liberar enormes cantidades de radiación en minutos. Si impacta contra una nave o una base lunar sin protección adecuada, puede dañar los sistemas electrónicos, afectar a las comunicaciones y, lo más preocupante, poner en peligro la salud de los astronautas. El riesgo va desde náuseas y mareos hasta cáncer o problemas cardíacos a largo plazo, dependiendo de la dosis acumulada de radiación.
Ian Cohen, científico jefe adjunto de exploración espacial en el Laboratorio de Física Aplicada (APL) de la Universidad Johns Hopkins, explicaba en el medio especializado SpaceNews que la mayoría de las naves espaciales diseñadas para la exploración humana, incluidas las de Artemis, están construidas para proteger a los astronautas de los peligros de la radiación.
Además, “también existen protocolos en la NASA para monitorear y responder a tales eventos y áreas de la nave espacial específicamente diseñadas donde los astronautas pueden refugiarse”, agrega Cohen.
La nave espacial Orion está equipada con detectores de radiación y alarmas de precaución y advertencia y los miembros de la tripulación llevarán dosímetros activos para monitorizar su exposición.
La mayor amenaza surge cuando los astronautas realizan actividades extravehiculares en el espacio o en la superficie lunar. En tales casos, la NASA podría modificar o cancelar estas actividades para garantizar la seguridad de la tripulación.
El Centro de Predicción del Clima Espacial (SWPC) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) está trabajando con especialistas en radiación espacial de la NASA para reforzar el apoyo del clima espacial para las expediciones humanas a la Luna.
Desde este organismo aseguran que están “bien preparados” para la próxima misión Artemis II y que harán “el mejor trabajo de pronosticar, advertir y alertar a los astronautas” en caso de eventos solares que puedan ser un problema de salud humana.
Actualmente, ya se tiene un buen conjunto de herramientas de pronóstico, con mejores capacidades de modelado, datos de mayor calidad y tecnología avanzada para detectar y advertir sobre eventos solares que podrían afectar la salud de los astronautas.
No obstante, se necesita más información detallada sobre la duración y la intensidad de los eventos solares para mejorar los pronósticos.
El lanzamiento el pasado mes de junio del satélite GOES-U de la NOAA y del satélite Space Weather Follow On Lagrange 1 (SWFO-L1) contribuirán significativamente a esta tarea.
Estos satélites proporcionarán imágenes detalladas de la corona solar y ayudarán a detectar eyecciones de masa coronal. En el caso del SWFO-L1, la visión de la corona del Sol sin interferencias de la Tierra será continua y sin obstáculos.

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20minutos