El frustrante secreto de Rosa Chacel: “El coste fue muy elevado”

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El frustrante secreto de Rosa Chacel: “El coste fue muy elevado”

El frustrante secreto de Rosa Chacel: “El coste fue muy elevado”

“Me doy cuenta de que es lógico que, si durante tantos años he resistido la infidelidad, no hay razón para que no siga resistiéndola. Todo lo que está pasando no hace más que agigantarme el pasado y demostrarme que lo viví con una cobardía que no podía dar más que este resultado. Si en 1927 hubiera reaccionado como correspondía a la más garrafal [infidelidad], las siguientes no habrían sido posibles. Pero no me atreví”, lamenta Rosa Chacel (1898-1994) a su marido, el pintor Timoteo Pérez, Timo, harta ya de que le tomara el pelo.

Ante una rotundidad de este tipo, cualquiera podría pensar que la relación entre ambos había llegado a su punto final. Sin embargo, Anna Caballé, que acaba de publicar Íntima Atlántida (Taurus), la biografía de la escritora, explica a La Vanguardia que, “como le ocurría también a Simone de Beauvoir, siendo ambas mujeres de gran personalidad, vivieron en una época donde se necesitaba el apoyo del hombre para abrirse camino. Chacel creía que necesitaba el paraguas conyugal y mantener, al menos en apariencia, su matrimonio. Aunque el coste fue muy elevado, porque lo que no somos capaces de afrontar en nuestra vida acaba por gobernarnos”.

Si en 1927 hubiera reaccionado como correspondía a la más garrafal [infidelidad], las siguientes no habrían sido posibles” Rosa Chacel

Pese a que un hilo invisible y un matrimonio con todas las letras los mantuviera unidos, incluso en momentos de distancia, Chacel nunca perdonaría a Timo ni su ternura evasiva ni sus infidelidades. Se las reprochó mil veces a lo largo de su vida, y eso que, al principio de la unión, pudo aceptar los amoríos como parte de un nuevo código amoroso que en los años veinte del pasado siglo exigía libertad y tolerancia. Pero, conforme avanzaba el tiempo y aumentaban las mujeres, la escritora empezó a hartarse. Especialmente, cuando una de las queridas, aunque fuera de forma puntual, fue su hermana Blanca.

“No creo que fueran amantes. Lo único que sabemos es que hubo un escarceo amoroso entre Timo y la hermana menor. Estoy convencida de que la joven Blanca se enamoró de él, un hombre que caía muy bien a las mujeres: era tímido e inspiraba protección. Y le siguió en todo el itinerario que hizo Timo como responsable de la protección del Patrimonio Artístico, desde Madrid hasta Ginebra”, apunta la biógrafa.

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Rosa Chacel junto a Miguel Delibes y Rafael Alberti durante un descanso en los Cursos de Verano que organizaba la Universidad Complutense en San Lorenzo del Escorial

Efe/J.Guillén

La mujer más importante de su vida, la encontró en su exilio en Brasil: Lea Pentagna. “Era muy distinta a Chacel, casi su opuesta. Una mujer familiar, sin ninguna pretensión artística, bondadosa, de una familia con dinero y muy enamorada de Timo hasta el final. La relación entre ambas era como de control de daños: evitaron, hasta donde yo sé, el enfrentamiento frontal”. Cuando Timo murió, Chacel escribió la biografía de este y no incluyó a Pentagna por ningún lado, pese a que mantuvieron una relación estable de casi cuarenta años. Ella no leyó el manuscrito pues, cuando se publicó, ya estaba ciega.

“La revelación, la magnificación de la carne, fue lo que me excluyó: con la belleza se podía jugar, hasta que se metió en el juego la persona, las tres personas del singular: yo, él, ella”, observaría Chacel al respecto en su novela Ciencias naturales.

Tal y como Caballé detalla en su libro, esa situación generó numerosas contradicciones en la autora de La sinrazón como, por ejemplo, llevar a su hijo Carlos a un colegio carísimo de Buenos Aires. “¿Por qué lo hizo? Probablemente para fastidiar a Timo y que tuviera que cargar desde Río con el elevado gasto del internado”, opina la biógrafa. Chacel reflexionaría: “El sacrificio de Timo, su vida íntegramente supeditada a la lucha por el dinero, y yo, mientras tanto, haciendo literatura pura”.

Anna Caballé, biógrafa de Rosa Chacel

Anna Caballé, biógrafa de Rosa Chacel

Xavier Cervera

La escritora llevó su realidad matrimonial en secreto. Incluso en sus diarios evitó hablar de este tema, que acabó sentenciando toda su vida. “La pulsión de decir, de expresar lo más inconfesable que ocurría en su intimidad, y la pulsión de callar, preservando el secreto, su secreto, de la mirada ajena y de la censura que podían generar sus revelaciones”, resume Caballé en su prólogo.

Chacel no solo se sintió “desdichada” en el terreno personal, por las circunstancias narradas. Le ocurrió lo mismo en el ámbito el profesional, ante el tardío reconocimiento de su obra. Su primera novela, Estación de ida y vuelta, publicada en 1930, no tuvo el éxito que esperaba, y la reivindicó hasta el final de sus días, pese a que “no consigue llegar al lector en ningún momento”, pero a ella le parecía que, con esta novela, “se había adelantado veinte años, como mínimo, al nouveau roman francés y deseaba desesperadamente que le fuera reconocida su precocidad literaria”.

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ROSA CHACEL, ESCRITORA ESPAÑOLA

Estas ansias de protagonismo a lo largo de su carrera es probable que le vinieran de su infancia. “Mi tesis es que al ser hija única –su hermana nace cuando ella ya tiene 16 años– y sin escolarizar, viviendo siempre en un mundo de adultos, donde era la única niña y además muy festejada por todos, le hizo tener una percepción que después, cuando salió al mundo, le costaría reconocer como propia”.

Teresa, su segunda novela, tampoco tuvo el éxito esperado. “Pero ahí fue porque los tiempos no la beneficiaron. La terminó a comienzos del 36. No dio tiempo a publicarse. Y cuando se publica en 1941 en Buenos Aires, no se entiende muy bien. La figura de Teresa Mancha no se conoce en Argentina. Pero al cabo de los años tuvo éxito. Es su novela más legible, con diferencia”.

La revelación, la magnificación de la carne, fue lo que me excluyó: con la belleza se podía jugar” Rosa Chacel

La pena y desilusión por su vida personal y el fracaso de su obra se desvaneció cuando recibió la primera carta de Ana María Moix, en septiembre de 1965. “Se le abre el mundo al ver que una joven se interesa tanto por ella después de haber leído Teresa. Chacel tenía entonces 67 años”. La propia Ana María Moix también conserva en su archivo la correspondencia que intercambió con la que consideró su modelo literario. “A esa amistad seguiría la de Gimferrer, que tuvo una gran importancia a la hora de su recuperación en Seix Barral, y Guillermo Carnero”.

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Estos nombres, que acabaron convirtiéndose en pilares fundamentales, la animaron a regresar a España, donde, ya mayor, terminó gozando de reconocimiento. ¿Por qué entonces, en aquel momento dulce, publica sus diarios, en los que critica a los que tanto la ayudaron, llegando incluso a llamar asno a su hijo? “No calibró el efecto que causarían”, se convence Caballé, que especula que con dicha publicación perdió la oportunidad de ganar el premio Cervantes. Hoy –remarca– estos textos permiten comprenden al lector su complejidad y tomar perspectiva a “una vida de indefinición”.

lavanguardia

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