La novela de terror real de la cultura alemana

Los integrantes más lucidos, y hasta los que no lo eran tanto, del mundo de la cultura intuyeron pronto que nada bueno iba a resultar del ascenso al poder de Adolf Hitler y su partido nacionalsocialista. Pero lo que no podían imaginar es lo muy rápidamente que los nazis iban a convertir en papel mojado la libertad de expresión, el tejido jurídico, incluso la estructura federal de Alemania. Ni siquiera necesitaron el mando absoluto, su entrada en un gobierno de coalición bajo un presidente constitucional fue suficiente. A golpe de decretos e intimidaciones directas, no necesitaron demasiado tiempo para conseguir el primer gran bloque de sus objetivos.
El periodista cultural Uwe Wittstock lo relata muy bien en Febrero de 1933. El invierno de la literatura, que ha traducido para la editorial Ladera Norte Berta Vias Mahou. Wittstock, que ha trabajado para medios como el Frankfurter Allgemeine, Die Welt o la Neue Rundschau, apunta en su prólogo que de los distintos colectivos afectados por el huracán nazi, el de los escritores y artistas es el que ha dejado más testimonios documentados, y por tanto permite reconstruir mejor aquel decisivo periodo inicial.
“Entre la llegada al poder de Hitler y el decreto de Emergencia para la protección del Pueblo y del Estado, que suspendió todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días”, escribe.
⁄ Entre el ascenso de Hitler y la suspensión de derechos fundamentales transcurrieron sólo cuatro semanasSu narración arranca con una velada alegre y confiada: el Baile de la Prensa berlinés el 28 de enero de 1933, al que acuden cuantos pesan en la capital de la República: políticos, editores, actores, periodistas... Del superventas Erich Maria Remarque al aviador Ernst Udet, el director de cine Josef von Sternberg o la pintora y escritora Kadidja Wedekind. No pocos de ellos van a encontrarse allí por última vez en mucho tiempo.
Al día siguiente, Hitler se dirige con sus adláteres a la residencia del presidente Hindenburg, de donde saldrá con el cargo de canciller, dirigiendo un gobierno de minoría, pero con la aquiescencia para unas próximas nuevas elecciones que sabe le darán la mayoría. Goebbels, Göring, Hess y Rohm están a su lado, y ya tiene en la calle a las unidades de las SA y las SS dispuestas a la acción.
Thomas Mann aprovecha una invitación suiza y ya no regresa; Georg Grosz embarca para América y se salva de las SAMuy inquieto, el novelista Joseph Roth sale para París. La máquina antisemita se ha puesto en marcha. La célebre dramaturga Elke Lasker-Schüler ve suspendidos sus estrenos. Al octogenario Max Liebermann, uno de los pintores más prestigiosos, le dan ganas de vomitar contemplando los numerosos desfiles de hombres uniformados. La Academia de las Artes Prusianas que presidió va a verse sometida a una gran presión para 'limpiarla' de elementos judíos e izquierdistas, que figuras como Alfred Döblin intentan contrarrestar. Hay quemas de libros en las calles. Cada día se registran actos de violencia; los asesinatos selectivos han empezado.
Thomas Mann y su familia están en el centro de esta historia. El premio Nobel de 1929 aprovecha una invitación suiza y ya no vuelve. Su hermano Heinrich busca refugio en el sur de Francia. Su hijo Klaus vive con intensidad una vida turbulenta.
El artista Georg Grosz ha embarcado para América con buen criterio: muy pronto los SA se presentan a buscarle. También lo hace el director Detlef Sierk, que iniciará una nueva carrera en Hollywood bajo el nombre de Douglas Sirk. El comunista Bertolt Brecht sigue sus pasos tras recibir numerosas amenazas. El combativo periodista checo Egon Erwin Kisch es expulsado de Alemania.
Los nazis colocan a sus peones en los principales puestos de la administración cultural. Un informador le cuenta al conde Kessler que los nazis planean un baño de sangre tras las elecciones del 5 de marzo, que piensan ganar.
“Los asesinatos en masa comenzaron más tarde. Pero en febrero de 1933 quedó claro a quién afectaría el nazismo: quién debía temer por su vida y huir y quién dio un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales”, escribe Wittstock. Democracias que parecían consolidadas pueden desmontarse de forma acelerada, nos enseña este absorbente y angustiante libro: una lección que tener en cuenta en los tiempos actuales.
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