McKenzie Wark y su autobiografía epistolar: género, belleza y transexualidad

Escribir una carta tiene algo de improvisación, un alarde jazzero que lleva a jugar con las palabras para que en esa enunciación se encuentre aquello que se quiere decir. El género epistolar es también una suerte de monólogo, las cartas son a veces demasiado íntimas y sospechamos que no están dirigidas a su destinatario sino que la autora escribe para resolver o simplemente reflexionar sobre algún drama o conflicto que persiste.
McKenzie Wark invoca la segunda persona para crear una autobiografía discontinua y epistolar en Amor y dinero, sexo y muerte (Caja Negra Editora). El énfasis en la segunda persona es clave porque si bien alude a examantes, parejas o a ella misma en el pasado o el futuro podríamos pensar que se trata de una sola persona (de ella o de su madre según su propia confesión) en una suerte de monólogo interior novelado.
El formato que propicia una carta le sirve para ensayar un género híbrido que le permite repasar su experiencia de pasaje de hombre a mujer, definida en términos livianos al sostener que “transicionar sirve para salvarse del aburrimiento” o más políticos cuando entiende su decisión como un modo de “editar su relación con la historia”.
La categoría trans se une al ejercicio de escribir como un efecto de bricolaje que recuerda a la noción de barroco de Severo Sarduy cuando el poeta cubano describe la organización travesti de un cuerpo como un ensamble de partes diversas, una suerte de Frankenstein que se actualiza y recrea en cada sujeto.
La escritora australiana Mckenzie Wark. Foto: Fernando de la Orden.
Pero por otro lado la profesora de estudios culturales y medios de comunicación en la New School for Social Research de Nueva York comprende que hay algo antiguo en sus propias reflexiones, que tal vez, estamos asistiendo a las últimas impresiones teóricas o biográficas sobre una experiencia que en pocos años será bastante común o habitual.
“Editar la propia carne” es otra expresión que involucra el acto de transicionar con la escritura, inventarse un género nuevo, cambiar la entidad del cuerpo y del sexo, generar sustituciones, todo puede ser visto y leído desde esa condición transexual como un estado abierto, impreciso, inestable.
McKenzie Wark decidió transicionar después de los cuarenta años con varias parejas e hijos, con una vida académica y con ciertos privilegios de clase que siempre señala para afirmar que por más difícil que haya sido todo en su situación las personas racializadas y pobres han sufrido mucho más o directamente no han logrado sobrevivir.
Pero cambiar de sexo en la mitad de la vida lleva a un replanteo de los vínculos en relación con el lugar que esa modificación genera en su entorno, especialmente en sus hijos que no dejan de verlo como a un padre aunque ahora sea una mujer trans.
La escritora australiana Mckenzie Wark. Foto: Fernando de la Orden.
La belleza es un tema que descifra en este texto traducido por Lola Copacabana que podría ser tanto un diario personal como una novela o un material de autoficción, aunque también se desplaza hacia la crónica cuando relata sus andanzas en las fiestas rave o en las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter como dos instancias donde los cuerpos participan colectivamente de algo que los trasciende, que los mezcla y les da cierta indefinición.
En los dos casos el grupo es lo que construye un cuerpo y no tanto la individualidad que se permite una instancia de riesgo y de contagio con la impronta de los otros.
El tiempo del cuerpo que experimentan las mujeres trans no sigue el arco narrativo de las mujeres biológicas según McKenzie Wark, hay algo discontinuo en esa mujer que acaba de nacer en la piel de un hombre adulto.
Todo el texto de Amor y dinero, sexo y muerte dialoga con las temporalidades de una vida donde el sexo sustituye una identidad sobre otra, imprime y yuxtapone un género a otro y es allí donde la noción de belleza se parece más a un enlace de partes que a una posibilidad de armonía. Entre el rechazo a ser una imitación (el gran desafío a evitar cuando se transiciona, cuando el cuerpo va contra la biología) se propone “habitar esta carne como mi propia obra de arte”
McKenzie Wark entiende que ser mujer es un concepto político más que un derecho conquistado. Es decir, no es una posibilidad dada sino una acción concreta sobre el propio cuerpo que se impone por sí misma.
Esto le permite pensar la diferencia sin atenuantes. No solo porque reconoce la envidia que le provocan los cuerpos de las otras mujeres sino porque se pregunta si es posible la igualdad cuando no hay homogeneidad.
La escritora australiana Mckenzie Wark. Foto: Fernando de la Orden.
De hecho dedica mucho espacio a pensar las apariencias, los cuerpos que le atraen, los hombres de musculatura de gimnasio no atléticos ni virtuosos, el color de la piel, el modo en que puede resultar atractiva, las maneras en que es aceptada en determinados espacios porque deducen que tiene dinero , más allá de su condición de mujer trans, todos estos elementos que podrían ser una enumeración leve de acontecimientos cotidianos son inscripciones políticas, lecturas sociales que se realizan en la rapidez de la vida en común y que McKenzie captura para acercar su punto de vista, compartirlo y ampliarlo, llevarnos a mirar desde su propia rutina cuando ella transita por la ciudad
Para la autora australiana la transexualidad no solo afecta al cuerpo sino al texto como dos soportes, dos tecnologías similares donde se realiza un sistema de montaje tanto de la carne como de los recursos técnicos al momento de escribir.
De hecho este libro es también un mecanismo asociativo donde Wark vincula elementos propios de la vida urbana, de su trabajo y de su pasado para generar un retrato de su transición. La autora reconoce que “para quienes pertenecemos a la modernidad el mundo es autoficción”.
La escritora australiana Mckenzie Wark. Foto: Fernando de la Orden.
Transicionar implica volver a escribir la propia vida y si bien a veces esa segunda persona satura y la forma epistolar es un tanto cansadora o monótona, lo que deja este material son algunas ideas sin desarrollo ( al menos no en este libro) donde McKenzie señala un funcionamiento político no solo en la decisión de transicionar sino en la economía del propio cuerpo, en el modo de ver y de entender los gestos, las maneras y hábitos que arman una estructura social bastante más densa en esa galería de apariencias y miradas que ella describe para que descubramos su propio idioma.
Amor y dinero, sexo y muerte, de McKenzie Wark (Caja Negra).
Clarin