Yuriria Iturriaga / III: No sólo de pan...

De recuperar la viabilidad alimentaria de los pueblos
Yuriria Iturriaga / III
U
na vez analizado el proceso de autoconstrucción de lo humano, como resultado directo de los alimentos, cuyo detonador fueron los que aportan azúcares lentos al cerebro y, concretamente, a las neuronas que comandan el movimiento muscular. Y, retomando como principio irrevertible que es la práctica lo que construye la conciencia (Karl Marx), pasamos a los efectos destructores (12/5/25) de la sustitución y alteración de los cereales básicos que contienen los azúcares virtuosos para el género humano, como el arroz, el maíz, los tubérculos farináceos y los Triticum, con el fin de constatar que la actual humanidad ha ido sustituyendo con base en tecnologías viciosas a las que llaman progreso, comestibles que han ido enfermando y domesticando a una parte mayoritaria de la humanidad, cuya única posibilidad de saciar el hambre está en ingerir sustitutos de alimentos, los comestibles (que se comen y sacian el hambre pero no alimentan). Lógica del sistema económico capitalista que se basa en la ganancia sobre toda otra norma que favorezca lo humano de la humanidad, como la vida con salud y (aunque sonrían algunos lectores) la felicidad que incluye, y parte de los alimentos que nutren al cerebro, cuyo desarrollo, ya dijimos, implica los azúcares lentos, hoy desaparecidos. Tanto el cuerpo como sus capacidades incluyen la pureza del agua, del aire y del equilibrio de la naturaleza.
En otras palabras, no hay mejor ejemplo de la transformación de las sociedades del mundo, de su organización en la distribución del trabajo y los recursos materiales para satisfacer las necesidades básicas, que revelar la importancia del capital global invertido en lo que se come (alimente o no). Y, como ya se dijo en la entrega anterior, el capital invertido y circulante que tiene el primer lugar en nuestro planeta es el de la industria de los comestibles (y para no olvidar, repetimos: seguido de la industria de armamentos letales, de la producción y tráfico de drogas a tráfico de seres humanos en sus varias modalidades…).
La guerra en Gaza nos demuestra cómo el arma más eficaz es matar de hambre a las poblaciones, si es que sus chatarras no han dado cuenta de ello antes. Por eso, un país como el nuestro, México, debe ser envenenado mentalmente desde su niñez, hasta apropiarse del escalón de la ambición más abyecta de su clase capitalista.
Pero, aparentemente, empieza a haber un cambio de paradigma en el México actual y, aunque sí estamos en la cúspide y el ombligo del capitalismo, podemos intentar, como una sola máquina invencible, cambiar de paradigma alimentario para nuestra población y nosotros mismos: con una estrategia de recuperación de la mano de obra expulsada del Norte para reintegrarla a sus tierras mediante repartos justos por comunidades y familias, mediante consensos explícitos y con voluntad de ejercer seriamente las promesas del nuevo reparto del país entre su pueblo.
También hay que ser coherente, y no porque se cuente con una capa de egresados de universidades y tecnológicos famosos, dar a ellos el manejo del pueblo mexicano. Alguien tiene que dirigir con sabiduría y prudencia, y nadie mejor que el propio pueblo para recuperar sus saberes y tradiciones. Y, con los progresos coherentes con las tradiciones, mejorar lo mejorable y, sobre todo mejorar su propio estatuto productivo, que ya el estatuto legal lo ha logrado.
No se puede esperar ni un día, ni una hora. Éste es el momento de recuperar los sistemas de reparto de las tierras y las aguas, su asignación virtuosa (es decir, de acuerdo con la virtud y la ética del Humanismo Mexicano). Los apoyos gubernamentales, sobre todo los jurídicos, por escrito y bien claros para innumerables generaciones de campesinos felices de serlo.
A cambio, los campesinos nos darán alimentos sanos y el gobierno mexicano dejará de mancharse las manos distribuyendo fertilizantes químicos e insecticidas.
Por una vez en la historia de México, que las clases medias y altas dejen de imponerse a los saberes tradicionales con la autosuficiencia y soberbia de los conquistadores españoles. Este es el momento de recuperar de verdad a nuestros antepasados, en el regreso de los que expulsamos por soberbia, sustituyendo su trabajo por tecnologías importadas.
No se trata de ir hacia atrás o regresar a una época, se trata de dar el salto virtuoso hacia adelante en el siglo XXI de nuestra era. Se trata de aprender de quienes siempre se despreció su cultura y saberes. Aunque nuestra mala conciencia nos haya atraído −mediando una artista extranjera, Frida Kahlo− hacia la belleza de los productos materiales de sus manos.
Pues tomemos de sus tradiciones orales y prácticas milenarias lo que la ciencia del siglo XXI afirma: sus sistemas de cultivo prehispánicos eran mejores que los que la tecnología de más de 20 siglos pretende imponer al mundo entero.
¡Que no los expulsen! ¡Que los lloren en el norte conforme regresan a sus tierras y enriquecen a todo su pueblo!
jornada