El recital de Lamine Yamal no basta para el Barça ante un Inter descarado y el pase a la final se jugará en Milán

Hay dos lenguajes que Lamine Yamal ha unido para catapultar al Barça: no sólo es capaz de hacer diabluras con la pelota, sino que también tiene un don para crear emociones. No le hables de futuro, de guardar ventajas, de bajar los brazos. Con ímpetu adolescente, desató al Barça en unas semifinales de infarto ante el Inter que acabó sujetándose a la vida que le dará San Siro. [Narración y estadísticas (3-3)]
Lamine sembró el miedo el Montjuïc cuando se retiró del calentamiento. Los presagios no eran buenos, pero los espantó nada más arrancar el duelo y en las circunstancias más difíciles. El Barça se encontró con un gol en contra a los 30 segundos por una genialidad de Marcus Thuram. Un centro de Denzel Dumfries y un taconazo ante el resbalón de Íñigo Martínez. Un golpe inesperado, pero también mucho tiempo para levantarse.
No iba a ser tarea fácil, porque el Inter se esforzó en guardar un botín que no tuvo que pelear. Como las legiones romanas, el equipo de Simone Inzaghi es capaz de juntarse en el área sin dejar hueco ni para el aire. Dejaron que el Barça los llevara hasta allí sin contar con que, esa noche, Lamine iba a ser imparable. Él solo se bastó para ir buscando la rendija hasta que la encontró. Ni bajo la persecución de Dimarco y Bastoni, con las ayudas de Mkhitaryan pudieron maniatarle.
Por donde nadie lo esperabaEra noche de desenfreno y no tardó en verse. Primero trazó un centro que sorprendió a Ferran de lo medido que iba a su bota. Después fue el valenciano quien buscó ajustar al palo un rechace de Bisseck. Con el Inter empujado a vivir en su campo, antes de que el Barça lograra reaccionar llegó el segundo varapalo. Un córner forzaron los italianos y Dimarco lo puso al corazón del área pequeña para que Acerbi lo peinara y apareciera Dumfries con una increíble chilena. Dos goles en contra en 20 minutos y, pese al acoso y la posesión, ni un disparo culé entre los palos de Sommer.
El suizo tardó muy poco en dejar de ser espectador. Lamine se soltó la cadena y tiró del equipo. La banda era suya y quebraba con suma facilidad a cualquiera que saliera a su paso. Caracoleó desde la frontal, sin miedo, con descaro, colándose por donde nadie lo esperaba hasta sacar un disparo al palo largo que Yann Sommer solo pudo seguir con la mirada. El chaval de 17 años, una vez más, acababa de prender una chispa que guió al Barça al empate.
Volvió a pasillear por el área hasta la línea de fondo para, en un palmo, soltar un zurdazo que el guardameta interista rozó para desviar al larguero. De la electricidad de Lamine se contagió todo el ataque. Probó Dani Olmo a soltar un latigazo girándose entre los centrales y Ferran Torres y Raphinha anduvieron pendientes de los centros desde la derecha del inspirado genio de Rocafonda.

No se podía sacudir el Inter el agobio ante el endemoniado peligro que generaba el canterano, que llevó otra vez a Sommer a salvarse del empate ante un disparo de Olmo. Lo que pudo hacer es evitar que Pedri filtrara un balón a la cabeza de Raphinha que picó para la llegada de Ferran entre los dos centrales e igualara un partido en el que el Barça estaba logrando devorar al Inter.
Otro giro de guion lo provocaron las lesiones. Antes de la media parte, Koundé se echó al suelo. Demasiados minutos en las piernas del héroe de Copa y una nueva prueba de fuego para Hansi Flick, que tuvo que mandar al campo a Éric García ante la ausencia de otro lateral diestro. La desgracia también golpeó al Inter con la lesión de Lautaro Martínez.
Quisieron Inzaghi y Flick bajar las revoluciones y evitar que el partido enloqueciera en la segunda parte. Imposible. El Inter dio un paso al frente para sacudirse el dominio y, en un córner ante una mala salida de Szczesny, de nuevo Dumfries fue letal. La satisfacción de volver a adelantarse en el marcador apenas duró unos segundos, porque de otro saque de esquina en jugada ensayada, Raphinha soltó un obús desde la frontal que Sommer solo pudo mandar a su propia red.

Nadie se conformó. El Barça siguió buscando dañar al Inter, como si no hubiera un partido de vuelta, el los italianos se oxigenaron y encontraron con facilidad los metros a la espada de la defensa de Flick, con salidas taquicárdicas de Szczesny, un gol anulado por un ajustadísimo fuera de juego de Mkhitaryan y la sensación de que, llegados a los últimos minutos, la tregua era la mejor opción. Pero de eso no entiende Lamine, que aún estrelló un centro chut en el travesaño y contagió a Raphinha.
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