Diagnóstico: estatismo crónico, prognosis: ineficiencia aguda

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Diagnóstico: estatismo crónico, prognosis: ineficiencia aguda

Diagnóstico: estatismo crónico, prognosis: ineficiencia aguda

Nada duele más que enfermarse y tener que esperar a que llegue el presupuesto…, Macraf

Uno de los principales problemas de la actual administración, herencia directa de los errores cometidos por el gobierno anterior, es el deterioro del sector salud. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el país enfrentó una de las pandemias más severas de los últimos tiempos. Aquello obligó a abrir los ojos ante las enormes deficiencias del sistema: falta de infraestructura, bajos salarios para el personal médico y de enfermería, y una clara negativa del gobierno a contratar más personal o dotar adecuadamente a las instituciones.

El argumento central fue el de siempre: había corrupción en la compra de medicamentos y dentro de las instituciones de salud. El resultado está a la vista: hoy tenemos un sistema colapsado. Cualquiera que haya pisado una clínica pública puede constatar no sólo la carencia de medicinas, sino las condiciones deplorables en las que opera gran parte del sistema.

Uno de los temas más delicados ha sido la distribución de medicamentos. La escasez continúa. A pesar de que el expresidente negó su existencia en reiteradas ocasiones, también prometía que pronto estaría resuelta. La contradicción llegó hasta el nuevo gobierno, donde se afirma que no hay desabasto, pero se trabaja en revertirlo.

Aquí es necesario hacer un paréntesis. Aunque he sido muy crítico de estas decisiones, debo reconocer que algunas acciones recientes parecen un buen primer paso. La implementación de un mecanismo de subasta inversa para la compra de medicamentos generó, según datos oficiales, un ahorro de alrededor de 12 mil millones de pesos. La medida fue anunciada en la conferencia matutina de la presidenta y celebrada por el subsecretario del ramo. Si esos recursos efectivamente se reinvierten en salud, se estaría beneficiando directamente a los ciudadanos. En ese sentido, es una política pública digna de ampliarse.

Sin embargo, el optimismo dura poco. Una semana antes, en la conferencia, se anunció que a partir de la compra bianual de medicamentos en 2026, se exigirá a las farmacéuticas participantes demostrar que invierten en territorio nacional. La lógica detrás de esta decisión según ellos es simple: si el gobierno gasta 150 mil millones de pesos en medicinas cada dos años, quiere que parte de ese dinero se quede en el país.

A primera vista, suena bien. Incluso se anunciaron incentivos fiscales y facilidades para las empresas que inviertan en México, con especial énfasis en el papel que podría jugar BIRMEX, la empresa estatal productora de vacunas. Pero aquí surgen varias dudas. ¿Quién es el Estado para condicionar en qué y dónde debe reinvertir una empresa sus ganancias? Las decisiones de inversión obedecen a criterios de eficiencia, rentabilidad y entorno regulatorio, no a decretos ideológicos.

Forzar la inversión extranjera bajo esta lógica no es promover el desarrollo, es distorsionarlo. Si realmente se quiere atraer capital productivo, lo que se necesita es un entorno de negocios estable, reglas claras, infraestructura y certeza jurídica. No imponer requisitos que recuerdan modelos fracasados del pasado.

Además, ¿por qué mantener una empresa estatal para producir vacunas? ¿Qué justifica que el Estado asuma un rol productivo en sectores donde el mercado ha mostrado mayor eficiencia? Las experiencias recientes con Pemex, CFE y el fallido Gas Bienestar son ejemplos del alto costo fiscal y la baja rentabilidad de estas aventuras públicas.

La intención de resolver un problema tan delicado como el del acceso a medicamentos, mediante políticas de corte estatista y mecanismos de presión, no sólo es ineficiente: es irresponsable. Se está intentando curar el cáncer del sistema de salud con las mismas fórmulas que lo enfermaron hace décadas.

Mientras todo esto ocurre, la realidad se impone. Quienes siguen pagando la falta de medicinas, personal e infraestructura son los ciudadanos. Aquellos que, día tras día, enfrentan la frustración de no encontrar atención médica oportuna. En vez de concentrarse en las necesidades urgentes del presente, se planea para 2026… como si el tiempo no pasara o los pacientes pudieran esperar.

De esta forma, seguimos viviendo entre cifras que brillan y bolsillos que no alcanzan.

* El autor es académico de la Escuela de Gobierno y Economía y de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, consultor experto en temas económicos, financieros y de gobierno, director general y fundador del sitio El Comentario del Día y conductor titular del programa de análisis: Voces Universitarias.

Contacto y redes: https://eduardolopezchavez.mx/redes

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