Tipos, inflación y recesión

Ayer el BCE decidió reducir al 2% su tipo de interés, desandando parte del camino iniciado en 2022. Entonces, respondiendo al choque inflacionario post-covid y de la guerra de Ucrania, el tipo de la facilidad de depósito se elevó del -0,5% al 0,0% en julio, alcanzó el 2% en diciembre de 2022 y llegó al máximo del 4% de septiembre de 2023, desde donde comenzó a revertir hasta el 2% de ayer.
¿Hay que alegrarse? Todo depende del color del cristal con que se mire. Para España, el balance es mixto: mejora de la financiación pública y, para empresas y hogares, reducción de la carga financiera. Pero, al mismo tiempo, implicará un nuevo impulso a un mercado inmobiliario tenso, al tiempo que mantendrá el desplazamiento de parte del ahorro en depósitos a inversión en vivienda acentuando el empuje.
Pero más allá, ¿cuáles han sido los argumentos del BCE para esa reducción? Ya saben, la economía es la ciencia lúgubre y las razones que subyacen a lo decidido ayer por el BCE no invitan al optimismo exactamente. Veamos algunas de ellas.
Las razones de la nueva rebaja de tipos no generan mucha confianzaPrimero, decepcionantes expectativas de crecimiento del PIB (0,9% y 1,1% en 2025 y 2026), reflejo del choque de Trump sobre la confianza y el comercio globales, y de problemas que la eurozona viene acumulando. Unas expectativas que podrían empeorar: el próximo julio finalizan los 90 días de suspensión de los aranceles recíprocos. Al mismo tiempo, la UE debate con EE.UU. qué hacer las próximas semanas en comercio, OTAN y Ucrania: en estas negociaciones todo está vinculado y sus posibles resultados no parecen muy favorables. Aunque Lagarde advirtió ayer que, si la guerra comercial empeora, el gasto militar puede servir de contrapeso.
Segundo, una inflación controlada, merced a las caídas de la energía y del dólar y los bajos precios de productos chinos, a la búsqueda de mercados alternativos a EE.UU. En petróleo, el hundimiento ha sido notable: entre febrero y mayo ha pasado de los 80 $/barril a los 64 $, reflejo del menor crecimiento y de la generosidad de rusos y saudíes aumentando su producción: un regalo a Trump. En este contexto, no sorprenden las previsiones de crecimiento del IPC: un 2% en 2025 y un 1,6% en 2026, lejos de los registros superiores al 11% de hace un par de años.
Finalmente, un euro que continúa reforzándose frente a un dólar que no ha dejado de perder posiciones desde que el 2 de abril Trump anunció sus aranceles “recíprocos”.
En suma, aunque a nadie amarga un dulce, las razones que subyacen a esa nueva disminución de tipos no generan mucha confianza: bajo crecimiento, que puede empeorar según termine la batalla arancelaria, alza del euro e incremento de la competencia internacional; aunque, en el lado positivo, hay que saludar la moderación de la inflación y los menores costes financieros. ¿Hay que alegrarse? Como siempre, depende. ¿De quién? De ustedes.
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