Los tres puntos claves del pontificado de Francisco

El 13 de marzo de 2013, en el balcón de las bendiciones de la basílica de San Pedro, en el Vaticano, apareció por primera vez el hombre que, pensando en los pobres, se llamaría Francisco.
El 20 de abril de 2025, en el mismo balcón, apareció por última vez el hombre que llegó a ser conocido como Francisco, promoviendo, una y otra vez, la paz, la fraternidad y la salvaguardia de la creación, como hizo San Francisco de Asís.
Nuestra memoria, la memoria de la Iglesia, la memoria de nuestra humanidad, quedará marcada por esta doble imagen del sucesor de Pedro.

Monseñor Mauricio Rueda y el papa Francisco Foto:SUMNISTRADA
Al amanecer de su ministerio petrino, venido del “otro extremo del mundo”, florecía este Papa que pedía a la multitud reunida que lo bendijera. Al atardecer de su vida, doce años más tarde, el día de Pascua, pálido, jadeante, con la voz temblorosa, pronunció su última bendición urbi et orbi, deseando a todos: “Felices Pascuas de Resurrección”. ¿Fue acaso un anticipo para anunciarnos su deseo de la Pascua eterna, que viviría al día siguiente?
Contemplando el Evangelio proclamado el Lunes de Pascua, día de su muerte, que podría ser un resumen perfecto de todo su pontificado, quisiera destacar tres puntos:
1. La experiencia de la misericordiaEn las apariciones del Resucitado, una mujer es la testigo principal: María Magdalena, quien experimentó la misericordia del Señor. Su historia nos muestra cómo a partir de la debilidad humana, si vivimos con humildad, podemos experimentar el amor misericordioso del Padre y ser testigos de él.
El papa Francisco, que lo comprendió y lo vivió, eligió como lema de su pontificado ‘Miserando atque eligendo’ –elegido porque perdonado–. Él trabajó para que el mundo comprendiera que Jesús “es el rostro de la misericordia del Padre” (MV 1).
Este es un legado para todos nosotros: en nuestro mundo agitado e incendiado por las guerras, debemos abrir nuestros corazones a la misericordia, que es el fruto de la alegría del Evangelio.
2. El anuncio universal de la alegría del EvangelioEn el Evangelio que escuchamos, Jesús dice a las mujeres: “No tengáis miedo; id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Ellas, que fueron al sepulcro con miedo, regresaron con alegría para anunciar la buena noticia a los demás. El papa Francisco siempre subrayó que la alegría del Evangelio “llena el corazón y la vida de quienes se encuentran con Jesús (porque) con Jesús siempre nace y renace la alegría” (EG 1).
Es una alegría que hay que difundir, una alegría misionera que lleva a la Iglesia a salir, a ir “a Galilea”, a las periferias de la existencia: una Iglesia que llega a todos; una Iglesia que escucha a todos; una Iglesia que dialoga con todos; una Iglesia en la que todos tienen cabida; una Iglesia que lleva a todos la belleza del Evangelio.

Monseñor Mauricio Rueda y el papa Francisco Foto:SUMNISTRADA
El papa Francisco fue un pontífice que tendió puentes en una humanidad desgarrada y dividida. Supo invitar a todos a ser hermanos –Fratelli tutti– para promover la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos.
A Costa de Marfil, tierra de esperanza y hospitalidad, durante el ángelus del 15 de noviembre de 2020, dirigió un mensaje que sigue hoy vigente (y que es igualmente pertinente para la realidad actual de Colombia):
“Me uno en oración para obtener del Señor el don de la concordia nacional, y exhorto a todos los hijos e hijas de este querido país a colaborar responsablemente por la reconciliación y la convivencia pacífica. En particular, animo a los diversos actores políticos a restablecer un clima de confianza recíproca y de diálogo, en la búsqueda de soluciones justas que protejan y promuevan el bien común”.
De este modo anunció la alegría del Evangelio para que pudiera triunfar el Evangelio de la verdad.
3. Difundir el Evangelio de la verdadEn el pasaje que hemos escuchado, mientras las mujeres corrían a contar a los discípulos la buena nueva de la resurrección de Jesús, los soldados por su parte corrían a contar lo sucedido a los sumos sacerdotes, quienes les ordenaron mentir: “Esto es lo que diréis: sus discípulos vinieron y robaron el cuerpo durante la noche, mientras dormíamos”.
Está claro que querían cubrir con mentiras, como hoy, la verdad de la resurrección de Cristo.
El papa Francisco luchó contra las mentiras de nuestra época al ser un instrumento del Evangelio de la verdad.

Monseñor Mauricio Rueda y el papa Francisco Foto:SUMNISTRADA
Allí donde se difundía la mentira de la desigualdad, él promovió la verdad de la dignidad de los más pobres.
Allí donde se difundía la mentira de la discordia, él promovió la verdad del diálogo.
Allí donde se difundía la mentira de la guerra, él promovió la verdad de la paz.
Allí donde se difundía la mentira del egoísmo y del rechazo, él promovió la verdad de la acogida a los refugiados y migrantes.
Allí donde se difundía la mentira de la división, él promovió la verdad de la fraternidad.
Allí donde se difundía la mentira del desarrollo voraz, él promovió la salvaguardia de nuestra “casa común”.
El papa Francisco ha sido así Heraldo del Evangelio de la Misericordia, Heraldo de la Alegría del Evangelio y Heraldo del Evangelio de la Verdad.
Como pastor supremo de la Iglesia, repetía una y otra vez: “No se olviden de rezar por mí”.
Y tantas veces, antes y después de un viaje apostólico, Francisco iba a la basílica de Santa Maria Maggiore para venerar la imagen de la Virgen, Salus Populi Romani. Incluso en su último viaje hacia la Eternidad quiso permanecer allí, para que la Salus Populi Romani lo tomara para siempre de la mano.
Oremos, pues, por él, para que la Virgen lo lleve a la Casa del Padre, donde no hay muerte ni llanto, sino alegría y paz sin fin.
¡Que el santo padre Francisco, por la misericordia de Dios, descanse en paz! Amén.
MONSEÑOR MAURICIO RUEDA BELTZ - NUNCIO APOSTÓLICO EN COSTA DE MARFIL
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