La vergüenza en el ojo propio

Los que madrugan saben que los lunes son un buen día para adivinar la energía mediática de la semana. Y esta semana huele a fango y a una estridencia fratricida que pretende movilizar a los ciudadanos de cara a la manifestación del domingo con el lema “Mafia o democracia”. Las tribunas de opinadores, a medio camino de la homilía y el parte de guerra, inauguran la semana con la noticia, que todavía no lo es, de que el Tribunal Constitucional aprobará la ley de Amnistía.
No hace falta tener el instinto analítico de Enric Juliana para entender que el vaticinio preocupa. En EsRadio, Federico Jiménez Losantos rebautiza al presidente del tribunal, Cándido Conde-Pumpido, como Cándido Golpe Pumpido. Losantos subraya que queda pendiente el tema de la malversación, y, conversando con un experto, llegan a la conclusión que si la ley se aprueba, será difícil que el president Carles Puigdemont no pueda volver. Losantos se pregunta si Puigdemont volverá el 18 de julio, que es, recuerda, san Federico.
Mafia y democracia son conceptos perfectamente compatiblesEn la Cope, Carlos Herrera también se apunta al editorialismo de los motes y llama a la ley de Amnistía “ley de impunidad judicial”. Afirma que el tribunal actuará “perrunamente” y aprobará el texto que, según él, dictan los diabólicos tentáculos del presidente Pedro Sánchez. En Onda Cero, Carlos Alsina intenta hacer una radiografía del contexto político actual y califica la ley de Amnistía de “mito fundacional de esta legislatura”.
Fachada del Tribunal Constitucional
Alejandro Martínez Vélez - Europa Press / Europa PressLa ferocidad de los editoriales invita a preguntarse si el gran problema de este país –sea cuál sea– es, a estas alturas, la aprobación de una ley que, hasta la fecha, no se ha aplicado con el rigor que se le presupone. Al final, como la señal luminosa de APLAUSE, que en los platós de televisión adoctrina al público, brilla, con una luz siniestra, la consigna de la manifestación convocada por Alberto Núñez Feijoo: “Mafia o democracia”.
Lee tambiénNo son, por desgracia, conceptos incompatibles, y debe quedar claro que el dilema es retórico y que, puestos a escoger, Feijoo es partidario de la democracia. El historial de condenas contra políticos del PP nos podría confundir (como nos confundiría creer que la corrupción es patrimonio exclusivo del PP), pero sitúa los aspavientos de Feijoo en el ámbito de la vergüenza ajena y de la desesperación electoralista. Podemos concederle el beneficio de la duda y presuponer que, efectivamente, le preocupa que otros gobernantes actúen con un rigor moral parecido al que definió la actuación de, por ejemplo, Luís Bárcenas, Francisco Correa o Rodrigo Rato. Para situarnos en la jerarquía de valores de este ámbito, nos conviene mirar qué pasa en los narcoestados modernos y recordar los principios de Al Capone, máxima autoridad en ciencia mafiosa: “Se consigue mucho más con buenas palabras y un revólver que solo con buenas palabras”.
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