¿Cómo puedo saber si tengo fibrilación auricular, una de las arritmias cardíacas más comunes?
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Se estima que alrededor de un millón de personas en España padecen fibrilación auricular. Un dato que, si ya de por sí es relevante, aún lo es más si tenemos en cuenta que 90.000 de ellas, no lo saben. ¿Cómo es posible que una arritmia cardíaca tan extendida y cuyas consecuencias, en ocasiones, pueden llegar a ser letales, esté tan infradiagnosticada? ¿Cuáles son las señales que avisan de la existencia de esta patología?
Las sensaciones que más se suelen escuchar en las consultas de los cardiólogos hacen referencia a "palpitaciones o sensación de ritmo irregular, que pueden expresarse como ‘sensación de nerviosismo’. Además, la fibrilación auricular suele relacionarse con frecuencias cardíacas altas o taquicardia", apunta la doctora Cristina Lozano Granero, presidenta del Grupo Jóvenes Cardiólogos de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien añade que "también puede producir molestias torácicas, mareo, sensación de dificultad para respirar o intolerancia a los esfuerzos físicos".
Por otro lado, resulta especialmente inquietante el hecho de que, según la doctora, "no es inhabitual que curse de manera asintomática, al menos en fases iniciales, siendo esto más frecuente en pacientes añosos y en aquellos en los que la frecuencia cardíaca no se acelera demasiado (esto es, aquellos que cursan sin taquicardia)".
¿Se nace con fibrilación auricular?A pesar de que es una patología que suele diagnosticarse en personas mayores de 65 años, no está de más estar atentos a la sintomatología descrita a cualquier edad. Y es que no solo el paso del tiempo puede favorecer este tipo de arritmia, también la genética tiene mucho qué decir al respecto. De hecho, "cada vez se identifican un mayor número de genes implicados en el desarrollo de esta arritmia, por lo que no es extraño encontrar agregación familiar", sostiene la experta.
Por otro lado, tampoco es infrecuente encontrar esta arritmia en "pacientes con enfermedades cardíacas previas, en pacientes portadores de dispositivos de estimulación cardíacas (marcapasos y similares), así como en personas con sobrepeso, sobre todo, si padecen apnea del sueño", añade.
Sumario
Por tanto, parece evidente que no existe una única causa, sino que a menudo concurren varios factores. "El principal es la edad, ya que el envejecimiento se asocia a la aparición de fibrosis en las cámaras cardíacas donde se origina esta arritmia, las aurículas", destaca Lozano. Pero, también la hipertensión arterial o la presencia de una cardiopatía de base, como una enfermedad de las válvulas, un infarto previo o una miocardiopatía, pueden favorecer la aparición de esta arritmia al elevar las presiones en las aurículas, según asevera la doctora.
La primera sospechaMás allá de su origen multifactorial, lo cual podría dificultar su diagnóstico, una de las razones principales que explicarían la existencia de esas 90.000 personas que ignoran su enfermedad, es que "algunos pacientes presentan síntomas leves o poco aparentes, que incluso pueden achacarse erróneamente a otra patología, como una cardiopatía de base o incluso un trastorno de ansiedad, lo que hace que no se les indiquen las pruebas diagnósticas necesarias, como un electrocardiograma o un holter", aclara la doctora.
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Sin embargo, "existe una forma muy sencilla de identificar a pacientes que podrían padecer esta arritmia y que no precisa de medios específicos, es más, puede realizarla un profesional sanitario o el propio paciente o acompañante si es instruido para ello, que es la toma del pulso arterial", asegura la experta. Y añade: "Se trata de un gesto sencillo consistente en colocar los dedos índice y corazón sobre una arteria fácilmente palpable, como la arteria radial en la muñeca, para percibir el latido cardíaco. Un ritmo irregular debería ponernos sobre la pista de esta arritmia y hacernos solicitar una prueba complementaria".
Consecuencias de no tratarseUn buen diagnóstico es aquel que conducirá al tratamiento más eficaz para cada persona. En el caso de fibrilación auricular, aunque existen tratamientos que, en pacientes seleccionados (generalmente jóvenes, con poca o ninguna comorbilidad) pueden llegar a corregir del todo la arritmia, generalmente se considera una enfermedad crónica, dado que "la mayoría de personas, una vez la han desarrollado, la padecerán en algún momento de la vida, ya sea de forma esporádica o más persistente, y además, el riesgo fundamental, que es de la tromboembolia, no parece desaparecer del todo, incluso aunque la arritmia se controle aparentemente de forma efectiva", advierte la doctora.
Una persona con fibrilación auricular sin tratar podría sufrir un evento tromboembólico
Por tanto, el tratamiento ajustado al paciente y aplicado en el momento oportuno es clave para evitar males mayores. De hecho, una persona con fibrilación auricular que no esté siendo tratada "estaría a merced de la aparición de eventos tromboembólicos, siendo el ictus el más frecuente y a menudo incapacitante. En el segundo caso, -continúa Lozano- el paciente puede desarrollar eventos cardíacos graves, sobre todo insuficiencia cardíaca, que se estima que llega a afectar a la mitad de los pacientes con la arritmia y que puede resultar muy invalidante, dado que merma la capacidad de realizar actividades cotidianas que requieran esfuerzos y puede conducir a la aparición de congestión pulmonar e insuficiencia respiratoria y renal".
Estas consecuencias, según la experta, "pueden derivar del hecho de no anticoagular a un paciente que tenga indicación para ello (la mayoría) o bien de la rapidez e irregularidad del ritmo cardíaco si no se realiza un control adecuado de la frecuencia cardíaca y/o el ritmo".
En el peor de los casos…Queda clara la importancia de la celeridad en el tratamiento de la fibrilación auricular. Este presenta varias esferas. "Por un lado, se deben abordar los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, diabetes, sobrepeso) y comorbilidades o enfermedades intercurrentes, ya que un manejo adecuado de los mismos puede ayudar a controlar la arritmia o incluso reducir su aparición en personas que aún no la han desarrollado. Y por otro , y quizá sea el tratamiento más importante y que más precozmente debe instaurarse, -remarca la experta- se debe anticoagular a los pacientes en los que concurra algún otro factor de riesgo tromboembólico, ya que la aparición de esta arritmia se asocia a la posibilidad de formación de trombos en el interior de las aurículas, los cuales pueden desprenderse y viajar por la circulación, ocasionando ictus, infartos de miocardio o embolias periféricas, complicaciones que pueden tener un desenlace fatal".
Ahora bien, dado que lo habitual es que la mayoría de los pacientes con fibrilación auricular tenga más de 65 años o sean hipertensos, "en la práctica, ya suelen precisar estar anticoagulados de forma indefinida".
Por último, se debe realizar un tratamiento de control de la arritmia, que en unas ocasiones se limita a controlar únicamente la frecuencia cardíaca (esto es, a evitar el ritmo rápido) y en otras, se enfoca a evitar del todo la aparición de la arritmia.
Fármacos anticoagulantes, “frenadores” y antirrítmicosEl daño más grave que puede producir la fibrilación auricular es la tromboembolia. El tratamiento para evitar llegar a ese extremo incluye fármacos anticoagulantes, que hacen la sangre “más fluida” o menos tendente a la formación de trombos. "Se sabe que la aspirina u otros antiagregantes plaquetarios no son suficientes. Antiguamente en España sólo contábamos con el acenocumarol, el famoso “Sintrom”, cuya mala fama procede de la dificultad para encontrar la dosis precisa para cada paciente y a la facilidad con la que interacciona con fármacos y alimentos, lo que obliga a un control frecuente de sus niveles en sangre", apunta la doctora quien considera que “hoy en día existen anticoagulantes más modernos, también orales, que no precisan una monitorización estricta y son, por tanto, más cómodos de tomar, manteniendo la misma eficacia que el acenocumarol e incluso, mejorando algo su seguridad, con menor tendencia general al sangrado”.
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Por otro lado, para el control de la arritmia existen fármacos llamados "frenadores" (este término engloba a betabloqueantes, calcioantagonistas y digoxina), cuyo objetivo es disminuir las pulsaciones evitando el pulso rápido o taquicardia; y fármacos llamados antiarrítmicos, cuya función es ‘estabilizar’ la electricidad cardíaca, evitando del todo la aparición de la arritmia, tal y como describe la doctora.
Por último, Lozano apunta que también existe una intervención, llamada ablación, que "permite mediante cateterismo tratar la electricidad anómala de las aurículas para prevenir episodios. En ocasiones, puede ser necesario revertir puntualmente un episodio de arritmia mediante un procedimiento llamado cardioversión, que consiste en ‘resetear’ el ritmo del corazón mediante la aplicación de una corriente eléctrica al tórax a través de unos parches. Por último, cuando estas estrategias fracasan, puede ser necesario implantar un marcapasos para facilitar o permitir el empleo de algunas de estas medidas".
El Confidencial