'El Mar Rojo de la Mancha': el sorprendente fenómeno natural en un pueblo de Ciudad Real

El vino, la cultura y la historia se dan cita en Socuéllamos, localidad situada en el corazón de La Mancha, donde se pueden explorar monumentos históricos como la Iglesia de la Asunción y el Museo Torre del Vino, entre otros. Pero también es un lugar perfecto para sumergirse en la primavera.
Ahora, en sus campos infinitos florecen miles de amapolas que regalan al viajero una vista única y especial: el 'Mar Rojo de La Mancha'. Perderse por sus rutas, viñedos y cañadas, en las que se descubren construcciones primitivas, ermitas y hasta un puente romano, supone disfrutar de un paisaje espectacular. Para darte un baño de amapolas, existen tres rutas para hacer en bicicleta o a pie:
La Mancha cuenta con 27.000 hectáreas de viñedo. Aquí se cultivaba la vid ya por el siglo I a.C., tal y como demuestran dos ánforas encontradas en los yacimientos ibero-romanos 'El Bernardo' y 'Torre de Vejezate'. En este punto arranca este paseo de 21 km. para conocer la historia de amor entre esta tierra y el vino.
Transcurre por las orillas del río Záncara, donde sorprenden los restos de un antiguo molino hidráulico, el Molino Caiceo. Este camino permite admirar cómo va cambiando de tonalidad el campo de amapolas.
Antes de regresar, toca hacer una parada en el Paraje de Titos, donde tiene lugar la Romería de San Isidro Labrador el 15 de mayo, una cita en la que locales y amantes de las tradiciones se reúnen en la pradera junto al río para disfrutar de la música y degustar bocados de la gastronomía manchega como las gachas, las migas, el gazpacho e incluso alguna caldereta de cordero.
El río Córcoles y la vida que se cierne en su entorno protagonizan esta otra ruta que transcurre al este de Socuéllamos hasta la Casa de la Tinaja (16 kilómetros). Los huertos arropan al viajero al inicio del camino que, según avanza, va cambiando su paisaje por viñedos, almendros, olivos y campos de cereal. A mitad de camino, la ruta se llena del olor de las plantas aromáticas y los pinos piñoneros que llenan el llamado Monte de la Raya, justo antes de iniciar el regreso a la patria del vino.

Allí, en Socuéllamos, 16 bodegas esperan al viajero con visitas guiadas, catas de vino y experiencias enoturísticas. Si además la escapada coincide con las Cruces de Mayo, el plan incluye artesanía y devoción.
Otra de las opciones para darse un baño en el 'Mar Rojo de La Mancha' es recorrer los casi 15 kilómetros que forman la ruta Monte de Lodares y Ermita de San Antonio que, partiendo de la Plaza de Toros, discurre hacia la estación de tren para luego alcanzar, por el camino de Los Santos, el puente sobre el río Córcoles y la Bodega EHD. El paraje de Macatela será el escenario por el que llegar hasta la ermita de San Antonio para luego iniciar el regreso.
Durante la caminata sorprenden los viñedos que contrastan su recién estrenado verde con el rojo brillante de las amapolas o los 'chozos manchegos', la construcción primitiva más antigua de Socuéllamos (siglo XV). Estas construcciones son uno de los mejores ejemplares de la arquitectura popular en piedra seca, es decir, sin argamasa, erigidas con una técnica de origen neolítico. Sirvieron como refugio de pastores trashumantes y cultivadores de la vid.

Antes de poner rumbo a casa, toca una visita al Museo Torre del Vino, cuya torre-mirador, de once plantas y 40 metros de altura, es el faro que vigila los viñedos de la zona.
ABC.es