Edimburgo en agosto, una gran fiesta al aire libre

Cada año, durante casi un mes, la ciudad de Edimburgo se transforma en una gran fiesta al aire libre. Porque cada agosto, desde hace 78 años (la primera edición fue en 1947), se hace el Festival Internacional de Edimburgo, con el objetivo de “celebrar el espíritu humano” a través de las artes escénicas: música, ópera, teatro, danza, literatura; una inmensa celebración en la que participan artistas de todo el mundo.
Pero este festival es muchos festivales a la vez. Ocho compañías teatrales que no habían sido invitadas al festival principal decidieron presentar sus espectáculos por su cuenta, y así nació el Edinburgh Festival Fringe, un espacio más abierto y experimental, donde se presentan artistas emergentes y compañías independientes, que en su origen tuvieron que encontrar locales alternativos, en el margen (fringe).
Con el tiempo se fueron sumando otros eventos paralelos, como el Festival Internacional del Libro de Edimburgo, considerado el mayor de su tipo en Europa.
Edimburgo Festival Royal Mile
También el Royal Edinburgh Military Tattoo, el mayor festival mundial de bandas militares, que se hace también en agosto y tiene como sede principal el espectacular Castillo de Edimburgo, erigido en la cima de una colina rocosa.
Así, todos estos eventos, que en gran parte se hacen en forma simultánea, se encargan de convertir a la ciudad medieval en un inmenso escenario que en diferentes espacios -cines, teatros, bares, restaurantes, calles, callejones- presenta un enorme despliegue de arte, color, alegría.
Ese mismo año de 1947 vio nacer también el Edinburgh International Film Festival, considerado el festival de cine de celebración anual más antiguo del mundo. Pero no es en agosto sino en junio, como una especie de introducción -o “previa”- de esta gran fiesta.
El Festival Internacional del Libro de Edimburgo se suma a las celebraciones. Foto Shutterstock
Este 2025, el Festival Internacional de Edimburgo celebrará su 79° edición entre el 1 y el 24 de agosto, y sin dudas será una gran excusa para visitar la ciudad y caminar sus calles y callejones medievales convertidos, por un rato, en un centro mundial de las artes.
Empecemos por el principio: Edimburgo es la capital de Escocia, en el Reino Unido, y su centro histórico o Ciudad Vieja ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con su planta medieval y muchos edificios de época bien conservados.
Toda visita casi indefectiblemente comenzará por su calle principal, la espina dorsal en torno a la cual se estructura la planificación urbana: la Royal Mile (Milla Real), que se extiende entre el Castillo de Edimburgo y las ruinas de la antigua abadía de Holyrood.
La Royal Mile es la calle principal de la ciudad, su columna vertebral. Foto Shutterstock
Hoy la Royal Mile -encaramada en la parte más alta de la colina en la que se construyó la ciudad- está formada por la unión de cuatro calles sucesivas: Castlehill, Lawnmarket, High Street y Canongate.
Desde ella se extienden, a ambos lados, los célebres callejones del centro antiguo, algunos tan angostos que apenas pasan dos personas, y muchos cargados con leyendas de fantasmas e historias oscuras.
Hay tours guiados por buena parte de estos callejones, aunque el más popular es el que se interna en Mary King’s Close, un callejón del siglo XVII que es en parte subterráneo porque sobre él se pensó construir el edificio de la Royal Exchange.
Mary King's Close, el callejón más famoso de Edimburgo. Foto Shutterstock
Y aunque finalmente no se construyó, el callejón fue tapado parcialmente pero no del todo, y por eso es el mejor conservado. Reabierto al público en 2003, desde entonces cuenta varias historias de fantasmas, especialmente la de Annie, una niña huérfana que murió víctima de la peste en el siglo XVII y cuyo espíritu deambula desde entonces en busca de una muñeca que había perdido.
Por eso muchos visitantes dejan allí juguetes y peluches, para que Annie pueda encontrarlos (suelen retirarse y donarse a una asociación benéfica).
Caminando por allí, cada tanto se sale a cuadrados abiertos, que son los espacios donde se encontraban los mercados o pequeñas plazas entre edificios públicos del Medioevo.
St Giles, la catedral que no es catedral, sobre la Royal Mile. Foto Shutterstock
En las idas y venidas por la Royal Mile se cruzará con St. Giles, la Catedral de Edimburgo, que bien vale una visita y que, curiosamente, no es una catedral aunque así se la llame.
Es que, con el presbiterianismo como religión predominante, la Iglesia de Escocia no tiene obispos ni catedrales, pero St. Giles lo fue durante dos períodos en el siglo XVII, cuando la Iglesia Episcopal Escocesa tenía el respaldo de la Corona.
Inicialmente construido a partir del siglo XII, el edificio actual es del siglo XV, y se distingue por su cúpula con forma de corona real.
El Palacio de Holyroodhouse. Foto Shutterstock
A 700 metros calle abajo se encontrará con el Museo de Edimburgo, donde empaparse de la historia local, y poco más adelante, con el moderno edificio del Parlamento escocés. Su arquitectura en forma de cubos contrasta con el antiguo edificio justo enfrente: la King’s Gallery, que precede al Palacio de Holyrood o Holyroodhouse: desde el siglo XVI es residencia de los monarcas de Escocia y ahora, residencia oficial de los monarcas británicos en Escocia.
Al lado se encuentran las ruinas de la Abadía de Holyrood, construida en 1128 por orden del rey David I de Escocia.
Justo detrás comienza Holyrood Park, un espectacular espacio verde que permite incluso subir hasta Arthur’s Seat, la cumbre de un antiguo volcán a 251 metros de altitud, desde donde se obtienen vistas de la ciudad y del estuario del río Forth al desembocar en el Mar del Norte.
La caminata hasta Arthur's Seat regala grandes panorámicas de la ciudad. Foto Shutterstock
En el camino de subida -hay varios, y de cierta exigencia- se pasa por otros sitios históricos como los restos medievales de la Capilla de San Antonio, y también naturales, como los lagos Duddingston -con patos y cisnes- y St. Margaret’s.
De vuelta en la Royal Mile, esa avenida sobre la que el escritor Daniel Defoe dijo alguna vez que era la más bonita que había visto nunca, será inevitable dirigirse hacia su otro extremo, colina arriba hasta el espectacular Castillo de Edimburgo, encaramado en la cima de un monte rocoso de origen volcánico.
La impresionante fortaleza comenzó a construirse durante el reinado de David I (silgo XII), fue residencia real hasta 1633 y jugó un papel clave en numerosos conflictos de la historia escocesa: es considerado uno de los edificios con más asedios a lo largo de la historia.
Vista del Castillo de Edimburgo, sobre una gran roca. Foto archivo
A fines del siglo XIII alojó al rey Eduardo I de Inglaterra, que unos años más tarde inició una invasión, lo que provocó la primera de las guerras de Independencia de Escocia.
Hoy se pueden recorrer sus callejuelas empedradas y admirar la ciudad desde las ventanas en las que grandes cañones apuntan a distintas direcciones, uno de los cuales sigue la tradición de disparar todos los días a la 1 en punto.
Vista de la ciudad desde el castillo. Foto archivo
Dentro del castillo también hay exposiciones, como la de las joyas de la Corona escocesa y objetos del tesoro real, y sitios de interés como la “Piedra del Destino”, sobre la que se coronaban los reyes escoceses: el enorme cañón Mons Meg, del siglo XV, o la capilla de Santa Margarita, el edificio más antiguo de la ciudad.
Subiendo hacia el Castillo, o regresando de él, no se pierda un paso por The Scotch Whisky Experiencie, un genial recorrido por la historia del whisky más famoso del mundo, que va de las materias primas a las distintas etapas de fabricación y las características de cada región productora del país.
Las interminables vitrinas del Museo el Whisky, en The Scotch Whisky Experience. Foto Shutterstock
Hay distintos niveles de tour que incluyen diferentes degustaciones, y al final se visita el Museo del Whisky, con interminables vitrinas que exhiben miles de botellas.
Si al salir aún está en condiciones, puede caminar menos de 300 metros hasta el Grassmarket, el famoso mercado de hierbas con un ambiente muy animado y grandes vistas al Castillo, y aprovechar para recorrer encantadoras calles en curva como Johnston Terrace y Victoria Street.
Y no puede dejar de pasar por alguno de los pubs de la ciudad, que tiene tantos como cualquier ciudad británica, pero algunos, claro, más famosos que otros.
Una vista de la calle comercial Victoria Street. Foto Shutterstock
Entre ellos están Greyfriars Bobby Bar, donde puede empaparse sobre la historia de la mascota más famosa de Edimburgo; Deacon Brodie’s Tavern, en la Royal Mile; o The Last Drop, que toma su nombre de ese trago final que se les permitía a los condenados a muerte que eran colgados en Grassmarket.
Aunque quizás el más visitado por los turistas sea The Elephant House, que es el pub de Harry Potter. Bueno, no de él en sí mismo sino de su creadora, J.K. Rowling, quien pasó largas horas en sus mesas mientras escribía la famosa saga. Sí, además de todo, Edimburgo es la cuna de la historia del mago de Hogwarts.
En The Elephant House, J.K. Rowling escribió buena parte de Harry Potter. Foto Shutterstock
Para agosto se consiguen pasajes ida y vuelta por British Airways, vía Londres, desde US$ 1.616,70. Por KLM, vía Ámsterdam, desde US$ 1.454,70.
● La oferta es muy variada, aunque durante agosto los precios suelen ser más elevados, por el Festival. En un tres estrellas como el Park View House, desde US$ 211 la habitación doble. En el Ibis Budget Hotel Edinburgh Park, desde US$ 275. En un hostel como el Kick Ass Grassmarket, desde US$ 120,5 una cama en habitación compartida
Cockburn, otra calle con mucha vida en Edimburgo. Foto Shutterstock
Clarin