Deslizamiento del glaciar Birch: «En Blatten, más que en ningún otro lugar, amamos las montañas»

El miércoles 28 de mayo, un glaciar en los Alpes suizos se desprendió de su montaña y envolvió el pueblo de Blatten. Es como si el cielo hubiera caído sobre las cabezas de sus habitantes, escribe este cronista del Valais. Y, sin embargo, estos montañeros venidos de todos los confines del mundo, orgullosos de su rincón del país, sólo piensan en una cosa: volver allí.
La montaña les quitó todo. Y, sin embargo, su primer instinto es querer regresar. Su primer deseo es querer reconstruir. No importa cuándo ni cómo. Los montañeros no tienen miedo a las montañas. La respetan pero no le temen. Aprendieron a vivir con ella, en su casa. En Blatten, más que en ningún otro lugar, en este valle encajado entre monstruos de piedra y hielo, nos encanta.
El jueves por la mañana, mientras descendía de mi ramal casi natal para ir a trabajar a la capital, la miré. Ella está ahí, en todas partes, todo el tiempo. Después de lo ocurrido en Blatten, casi a mi pesar, al cruzar la llanura del Ródano, lo vi de otra manera.

Este Catogne que tengo delante ¿no está a punto de derrumbarse sobre Bovernier o Sembrancher? Este Chavalard, orgullo del pueblo de Fullières, ¿cuándo les causará el mayor miedo en las montañas? ¿Y qué espera Ardève para atacar a los Leytronins? El miércoles por la mañana, encontré estas mismas montañas simplemente magníficas. Para el jueves, habían cambiado. Como ese viejo amigo con el que siempre pudiste contar pero que un día te jugó una mala pasada.
El jueves por la tarde, después de ver, leer y oír hablar de la resiliencia de los habitantes de Lötschental, de su apego a esta parte del mundo, volví a la tierra.
Vivimos en las montañas por elección. Porque nos encanta su belleza, su robustez, su aislamiento, la ausencia de patinetes en las rotondas o simplemente el aire fresco de las noches de julio. Aceptamos los caminos largos y sinuosos, los viajes de ida y vuelta para ir al fútbol, al baile o al tenis. Sacamos la pala de nieve en invierno. Calentamos un poco antes en otoño y un poco más tarde en primavera. Pero no lo cambiaríamos por nada del mundo.
Y por eso tenemos que entenderlos, a esta gente de Blatten, orgullosa de sus máscaras, de su pueblo, de su valle. Hoy lloran. Mañana harán todo lo posible para volver al pie de estas montañas que tanto daño les han hecho. ¿Cómo juzgas este apego a la tierra que te vio nacer y crecer?
La montaña no mata, no destruye. La montaña es. Punto. ¿Por qué atribuirle intenciones y acciones humanas? Ella estaba aquí antes que nosotros. Ella estará aquí después de nosotros.
Como no podemos controlar el peligro que se cierne sobre nuestras cabezas, vivimos con él, lo anticipamos, lo gestionamos lo mejor que podemos. Deslizamientos de tierra, inundaciones, avalanchas, lava torrencial, terremotos... vivimos en un mundo donde existen todas estas cosas. Y sin embargo, todos los valesanos te lo dirán. Vivimos en el país más hermoso del mundo. Blatten a la cabeza. Con toda humildad.
Courrier International