Salir del fatalismo social

Más de uno de cada dos jóvenes (54%) se arrepiente de su elección profesional, según un estudio de OpinionWay publicado recientemente. Solo una cuarta parte encontrará la manera de cambiarla. Las consecuencias se dejarán sentir con fuerza no solo en la calidad y duración de sus estudios y en su incorporación a la vida profesional, sino también, con demasiada frecuencia, en la vida de estos jóvenes en general y a largo plazo. Estas cifras se ven más que confirmadas por el informe del Defensor de los Derechos, dedicado específicamente a la orientación profesional de los jóvenes , que acaba de publicarse.
Profundiza en la profundidad del problema y sus mecanismos. Señala que Francia es uno de los países donde el entorno socioeconómico familiar tiene mayor influencia. Las desigualdades sociales están presentes desde el nacimiento y se arraigan a partir de la secundaria, cuando se realiza la primera orientación preprofesional. Los estudiantes y sus familias internalizan la desigualdad en la escuela. Internalizan representaciones sobre el futuro de los niños de las clases trabajadoras que los excluyen de las trayectorias profesionales más prometedoras. Para ellos, los cursos cortos de formación profesional son la opción preferida, mientras que los jóvenes de las clases acomodadas, a menudo los más cualificados, pueden sentirse destinados a estudios más largos en los campos más gratificantes. El propio sistema educativo nacional es portador de estos estereotipos.
El informe del Defensor del Derecho sobre la orientación llega incluso a hablar de "fatalismo social" .
El informe destaca "la falta de convicción de algunos docentes en la capacidad de los más pobres para tener éxito y la tendencia, a igualdad de calificaciones, a querer orientar a los estudiantes de origen obrero hacia cursos de formación profesional en lugar de hacia la educación general". El informe llega incluso a hablar de "fatalismo social". Es la sociedad en su conjunto la que, de este modo, renuncia a una visión emancipadora de la educación escolar. Además de las disparidades sociales y territoriales, existen disparidades de género. Por ejemplo, la libre elección de orientación que otorgan las recientes reformas a los estudiantes ha provocado una disminución significativa del número de niñas en cursos científicos, en particular matemáticas, donde la tasa de feminización ha retrocedido treinta años.
Pero la situación es aún peor si consideramos las categorías sociales: las niñas de entornos desfavorecidos tienen una representación tres veces menor en la opción de "matemáticas expertas" que en el antiguo currículo básico de la rama S (4% matriculadas), mientras que los niños de entornos muy privilegiados tienen una representación el doble (casi el 40%). Finalmente, el informe detalla la persistente negación por parte del sistema educativo nacional de la discriminación basada en el origen real o supuesto del alumnado. También aborda la situación del alumnado con discapacidad. Todas las conclusiones apuntan en la misma dirección.
Por supuesto, el informe concluye con recomendaciones dirigidas a las autoridades públicas, las cuales, dadas las preocupaciones actuales de este gobierno, cabe imaginar que tendrán poco impacto. Pero este tema es, sobre todo, una cuestión eminentemente política que debería estar en el centro de una auténtica estrategia de cambio definida por la izquierda. ¿No es su fundamento mismo la lucha contra el determinismo social y las desigualdades que lo alimentan? En cuanto a los sindicatos, también tienen la responsabilidad de contribuir a la transformación del trabajo para que ofrezca a todos nuevas oportunidades a lo largo de la vida. Un verdadero desafío.
La emergencia social es la prioridad de la humanidad cada día.
- Al exponer la violencia de los jefes.
- Mostrando lo que experimentan quienes trabajan y quienes aspiran a hacerlo.
- Proporcionando a los empleados claves de comprensión y herramientas para defenderse de políticas ultraliberales que degradan su calidad de vida.
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L'Humanité