Yann Diener: «El furor por estas IA dice mucho sobre nuestra dificultad para comunicarnos».
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A mediados de la década de 1960, ¡el primer chatbot adoptó la forma de un psiquiatra! En aquella época, los ingenieros informáticos comenzaron a diseñar programas capaces de responder, como en las partidas de ajedrez. También imaginaron robots capaces de responder a un humano. El primer programa conversacional se llama Eliza, inspirado en el psicólogo estadounidense Carl Rogers, conocido por reformular las preguntas, como una caricatura de un psiquiatra. Así que le hicieron una pregunta a Eliza y ella respondió: "¿De verdad crees que necesitas consejo sobre este tema?". Hoy en día, es al contrario: las IA dan respuestas con un tono erudito y tranquilizador, aunque no siempre estén documentadas ni sean muy precisas. Quizás esto sea lo que atrae a los aficionados a las conversaciones con IA. Lo que importa es ese tono tranquilizador de "Sé cómo responder". Y tener respuestas en un mundo cada vez más incierto. Los seres humanos anhelamos esto con ansias.
Construimos estas máquinas basándonos en lo que creó Alan Turing. Hoy, este pionero de la inteligencia artificial se clasificaría como autista de Asperger. A los 12 años, confiesa en sus cartas que le incomodaba mucho el habla. Sus profesores se lo reprocharon, y él le declaró a un amigo del colegio: «Voy a inventar una máquina que será mi portavoz». Y crea, de forma muy rígida, con el cero y el uno, el código binario de la computadora.
Libération