Serge Letchimy: «El narcotráfico está erosionando Martinica y el Estado mira hacia otro lado».

Desde principios de año, se han registrado dieciséis homicidios en Martinica . Trece de ellos fueron cometidos con armas de fuego. Esto ya no es una serie de noticias; es una espiral de muerte que se está convirtiendo en parte de nuestra vida cotidiana. Y, sin embargo, el Estado ignora la situación.
¿Cuántas sirenas más tendremos que oír? ¿Cuántos cuerpos tendrán que cubrirse con una sábana blanca antes de que la República se dé cuenta de lo que está viviendo Martinica? Estamos en guerra. Una guerra silenciosa, brutal e insidiosa, librada por una red de narcotráfico que ahora se extiende . Y ya no podemos librar esta guerra solos.
Martinica es ahora un punto de tránsito estratégico para la cocaína procedente de Sudamérica con destino a Europa. Los cárteles colombianos y venezolanos lo saben. Se aprovechan de nuestras debilidades: puertos con controles insuficientes, radares costeros prometidos durante veinte años pero nunca instalados, y una cooperación internacional demasiado tímida.
[En 2024], solo 1.400 de los 188.000 contenedores fueron inspeccionados por la aduana en el Gran Puerto Marítimo de Fort-de-France. Y el 60% de la cocaína incautada en Francia se incautó en la región de las Antillas-Guyanas. Sin embargo, a pesar de estas cifras alarmantes, los recursos disponibles siguen siendo escasos.
Más allá de las cifras, una sociedad entera se tambalea. El narcotráfico se está afianzando en las mentes, los hogares y las decisiones de nuestros jóvenes. Ofrece dinero fácil, armas y un poder ilusorio. Está devorando nuestros barrios, arruinando a nuestras familias y destruyendo nuestro futuro.
La idea de la autodefensaAnte esto, ¿qué está haciendo el gobierno? Está eliminando 900 contratos de empleo y desarrollo de habilidades para 2025, derribando una de las últimas barreras sociales que permitía a los jóvenes encontrar su camino de regreso. Está multiplicando sus declaraciones vacías, sus visitas simbólicas y sus maniobras publicitarias.
Nosotros, los funcionarios electos locales, nos quedamos solos. Y nos negamos a ser meros testigos. Porque el mayor riesgo ahora es que la idea de la legítima defensa se arraigue en la mente de la gente. Eso sería el fracaso absoluto de la República.
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