Pizzaballa: un humilde sacerdote en un Oriente Medio en guerra

CIUDAD DEL VATICANO: El cardenal italiano Pierbattista Pizzaballa, un hábil diplomático de orígenes humildes, es el funcionario de más alto rango de la Iglesia católica en Jerusalén, donde camina por una delgada línea entre facciones opuestas en el conflicto entre Israel y Hamás. Pizzaballa, conocido tanto por su terquedad como por su espíritu de sacrificio, es el Patriarca Latino de Jerusalén, jefe de una diócesis que incluye Chipre, Israel, Jordania y los territorios palestinos. El franciscano de 60 años, que ha vivido en Jerusalén desde 1990, se ha esforzado por mantener buenas relaciones con las autoridades israelíes y palestinas en un contexto cada vez más desafiante. "No podemos ser completamente religiosos si no trabajamos por la paz, la reconciliación y el diálogo", dijo Pizzaballa a los periodistas justo antes de partir hacia Roma para el cónclave, mientras elogiaba los esfuerzos de paz del Papa Francisco . Fue Francisco quien le otorgó a Pizzaballa el capelo cardenalicio en septiembre de 2023, menos de un mes antes de que Hamás atacara a Israel, desatando la guerra en Gaza. Siguieron momentos de tensión: después del ataque, Pizzaballa firmó una declaración conjunta con otros líderes religiosos de la región pidiendo a Israel "evitar matar a personas inocentes" en represalia. La declaración, que no condenaba la ofensiva de Hamás, enfureció a Israel. Posteriormente, Pizzaballa se distanció del grupo y condenó la "barbarie inaceptable e incomprensible" del grupo militante palestino. Unos días después, el cardenal acaparó titulares al ofrecerse a ocupar el lugar de los niños israelíes secuestrados en Gaza. A medida que el conflicto se ha agravado, Pizzaballa se ha visto obligado a reconocer el papel marginal de los cristianos, declarando en agosto de 2024 que "políticamente, somos más o menos insignificantes". Y a pesar de su celo por fomentar las relaciones entre religiones, ha admitido que "en este momento, cristianos, judíos y musulmanes no logramos unirnos... e incluso a nivel institucional, nos resulta difícil hablar entre nosotros". Pizzaballa nació el 21 de abril de 1965 en la pequeña aldea de Liteggio, cerca de Bérgamo, en el norte de Italia, en lo que él mismo ha descrito como "un mundo ahora perdido". "Esos fueron los últimos años de una vida sencilla en el campo. Las visitas al establo, donde me enviaban a buscar leche; la alegría... de ir en carros tirados por caballos a segar heno; los sencillos juegos campestres", recordó durante su ordenación como obispo en 2016. "Era un mundo sencillo y genuino, y una vida sobria y feliz. Solo con el tiempo me di cuenta de cómo ese mundo me influiría, al darme un estilo y una búsqueda de sobriedad y sinceridad", dijo. El joven Pizzaballa se inspiró especialmente en un sacerdote local, el padre Persec, que hacía las rondas en bicicleta. "Cuánto lo esperaban, cuánto lo amaban. Y cuánto amaba él a esa gente", dijo Pizzaballa. "Me fui de casa pronto, pero recuerdo bien esos años; fueron decisivos. Quería ser como el Padre Persec." Pizzaballa convenció a su madre, inicialmente reticente, para que le permitiera cursar estudios religiosos y estudió en la región de Emilia-Romaña, donde se graduó en teología. En 1999, se unió a la Custodia de Tierra Santa, franciscanos que sirven en los principales santuarios cristianos, incluyendo Belén y Nazaret. Posteriormente, en 2016, fue nombrado administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, encargado en particular de sanear las finanzas de la institución. Dominando el hebreo y el inglés, Pizzaballa posee un profundo conocimiento de la sociedad israelí y es reconocido por su trabajo sobre el terreno. No ha permitido que el conflicto lo detenga: en diciembre de 2024 realizó una visita sorpresa a Gaza y presidió una misa tres días antes de Navidad. Fue su segunda visita desde el inicio de la guerra, a pesar de que la Franja de Gaza solo cuenta con unos 1.000 cristianos, incluidos tan solo 135 católicos. "Se han convertido en la luz de nuestra Iglesia en todo el mundo", dijo a la comunidad. que durante el conflicto se ha refugiado en el recinto de la parroquia de la Sagrada Familia. «Cuando termine la guerra, lo reconstruiremos todo: nuestras escuelas, nuestros hospitales y nuestros hogares. Debemos mantenernos resilientes y llenos de fuerza», dijo en su homilía. «Nunca los abandonaremos».