¿Qué escritor de novelas de misterio no encontrarás en la estantería de David Nicholls?

La trilogía de las chicas del campo de Edna O'Brien. La conocí una vez, en la primera Noche Mundial del Libro de 2011, en la misma sala verde que Alan Bennett y John le Carré.

Ni que decir tiene que la compañía me intimidó un poco, pero era encantadora, carismática y amable, con un aire de glamour maravilloso. No conocía su obra, pero hace poco vi un documental increíble sobre ella, Blue Road, así que lo compré.

Todas las cualidades que se muestran en la película —honestidad, valentía, rebeldía— también están presentes en el texto, y posee un estilo maravilloso, a menudo bastante sobrio, pero repleto de imágenes increíblemente vívidas. Catorce años después, soy fan.

A veces me pregunto si he perdido la capacidad de leer novelas largas,

El tipo de monstruos de 800 páginas que solía devorar antes de internet. Algunos libros siempre me han vencido: he leído el primer tercio de Middlemarch al menos cuatro veces, disfrutándolo muchísimo antes de estancarme siempre en el mismo punto.

Pero la mayor omisión probablemente sea Ana Karenina, la mayor historia de amor jamás escrita (según me han dicho). Tengo cinco ejemplares en mi estantería, todos con traducciones diferentes, y en una isla desierta, quizá encuentre el tiempo y la concentración necesarios.

De niño fui un lector apasionado, un miembro devoto del Club Puffin que, junto con mi biblioteca local, hizo un brillante trabajo al poner libros en manos de lectores que tal vez no supieran por dónde empezar.

Me encantaban La Espada de Plata, E. Nesbit, un montón de libros maravillosos que ya no existen. Adoraba a los Moomins, aunque a la vez me parecían increíblemente melancólicos; creo que todo formaba parte del placer.

Pero Las Crónicas de Narnia me cautivaron. Las devoré, en particular La Travesía del Viajero del Alba y El Príncipe Caspian, y anhelaba formar parte de ese mundo. Mi amor por la fantasía no duró mucho —Tolkien me venció—, pero entiendo esa embriagadora sensación.

Me preocupa descartar a escritores muy queridos, pero he llegado a aceptar que Agatha Christie no es para mí.

No tengo dudas sobre su habilidad como escritora, pero el deseo de resolver el rompecabezas nunca es suficiente para ayudarme a seguir adelante.