Deuda pública: Los extranjeros, a un paso de los mil billones, representan el 32,4% del total (la más alta desde antes de la COVID-19)

La proporción de deuda pública italiana en las carteras de los inversores extranjeros roza el billón, un nivel que probablemente se certificará con datos de abril o, como máximo, de mayo. Esta aproximación se refleja en el censo publicado ayer por el Banco de Italia, actualizado a finales de marzo: en dicha tabla, la proporción de pasivos adquiridos en el extranjero se calcula en 982.800 millones de euros, 18.200 millones más que el mes anterior. Un aumento similar en abril basta para superar la barrera del billón. Y, cabe decir de entrada, no son malas noticias.
En marzo, como explican las últimas estadísticas de Via Nazionale, los inversores internacionales habían vuelto a poseer el 32,4% de la deuda pública italiana, una proporción que no se veía desde febrero de 2020, justo cuando los primeros pacientes italianos enfermaron de la COVID-19 que, en las semanas siguientes, habría desbordado las finanzas públicas y los servicios sanitarios del país. Desde entonces, la parte extranjera de la creciente deuda italiana había comenzado a reducirse hasta el 26,2% alcanzado en marzo de 2023, el nivel más bajo desde diciembre de 1998. A partir de ahí, comenzó la escalada.
Más allá de la pugna entre los inversores nacionales y el resto del mundo que anima algunas narrativas políticas, en la práctica, el pilar internacional es el componente esencial de la normalización de la deuda italiana tras la pandemia, lo que también implica la disminución constante (tanto en términos absolutos como porcentuales) de los valores en poder de Bankitalia, recortados mes a mes por el ajuste cuantitativo implementado por el Eurosistema. En este caso, las cifras se actualizan hasta abril, cuando la deuda pública total alcanzó los 3.063,5 billones, con un aumento mensual de 30.1 billones impulsado por el requerimiento de la Autoridad Palestina (21.5 billones), el aumento de la liquidez del Tesoro (+7.2 billones) y otros factores marginales (+1.4 billones) representados por las primas y descuentos de emisión, la revalorización de los valores indexados y las variaciones de los tipos de cambio. Ese mes, el Banco Central poseía el 20,2% de los pasivos italianos, el nivel más bajo desde agosto de 2020.
Salvo sorpresas, se prevé que estas tendencias continúen. El impulso proporcionado por la demanda récord recogida en los últimos meses por las emisiones sindicadas (la última el 4 de junio) consolida una dinámica más general, en la que el interés internacional por los valores italianos se ve impulsado por el fortalecimiento de la solvencia certificada por las agencias de calificación y por los rendimientos, que debido al alto nivel de deuda se mantienen superiores a los ofrecidos por otros emisores europeos, incluso si los diferenciales están disminuyendo (ayer el bono a diez años cayó al 3,46%, desde el 3,49% del viernes, con un diferencial del 93,9%, o 1,4 puntos por debajo del final de la semana pasada). ¿Y los ahorradores italianos? Su participación en marzo cayó una décima, hasta el 14,3%, en una estabilidad subyacente que se ha prolongado durante más de un año: una señal, obviamente, de que los valores absolutos en las carteras de las familias y las empresas nacionales no financieras están creciendo (+24.800 millones en un año) a un ritmo similar al de la deuda pública.
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