Expansión del área de distribución de Caretta caretta en el Mediterráneo: el impacto del cambio climático
Chiara Mancino representa la nueva generación de investigadores italianos comprometidos con la salvaguardia del patrimonio natural mediterráneo. Originaria de Piamonte, desarrolló su carrera científica entre Roma y el mar Mediterráneo, especializándose en biología marina en la Universidad La Sapienza. Actualmente investigadora del prestigioso proyecto Life Turtlenest, dedica sus habilidades al estudio de las tortugas marinas, combinando una metodología científica rigurosa y una pasión conservacionista. Su investigación se mueve entre la biogeografía, la ecología marina y la gestión ambiental, con un enfoque multidisciplinar que abarca todo el ciclo de vida de las especies estudiadas.
En el silencio de las noches de verano mediterráneas, mientras los pueblos costeros se duermen entre el aroma de la sal y las adelfas, se produce uno de los rituales milenarios más antiguos de la naturaleza: las tortugas marinas emergen del agua para poner sus huevos en la cálida arena. Sin embargo, este gesto ancestral está cambiando ante nuestros ojos, contándonos una historia de adaptación, resiliencia y desafíos ambientales que involucra a toda la cuenca mediterránea.
El estudio de Chiara Mancino, publicado por la asociación Ambiente e Cultura Mediterranea , dirigida por Italo Abate , con motivo de Agrigento Capital Italiana de la Cultura 2025 , nos ofrece una mirada científica y al mismo tiempo accesible a una transformación silenciosa que está redibujando la geografía de la vida marina. A través del análisis de sesenta años de datos, desde 1960 hasta 2020, la investigadora documenta cómo la Caretta caretta, la tortuga marina más común de nuestro mar, está literalmente “reubicando” sus sitios de anidación, desplazándose más de 1.300 kilómetros hacia el noroeste.
Este movimiento no es aleatorio: es la respuesta inteligente de una especie antigua a las presiones del cambio climático. Las tortugas marinas, de hecho, son criaturas extraordinariamente sensibles a los cambios ambientales. La temperatura ideal para la anidación ronda los 24-25 grados centígrados, más allá de la cual las posibilidades de éxito reproductivo disminuyen drásticamente. El aumento de las temperaturas en el Mediterráneo oriental y meridional ha hecho que algunas zonas de cría tradicionales sean menos hospitalarias, empujando a estos antiguos navegantes hacia aguas más templadas.
Pero la temperatura es sólo un factor en juego. El estudio destaca cómo las actividades humanas representan la amenaza más importante para estas criaturas. La urbanización costera, la contaminación lumínica que desorienta a las crías recién nacidas , la pesca intensiva y el tráfico marítimo crean un cóctel de presiones que hacen cada vez más difícil la supervivencia de las tortugas. Paradójicamente, mientras algunas zonas se están calentando demasiado para ser habitables, otras podrían volverse aptas pero están comprometidas por el impacto humano.
La investigación de Mancino utiliza modelos estadísticos sofisticados llamados Modelos de Distribución de Especies (SDMs ) que integran variables terrestres y marinas para predecir dónde podrían anidar las tortugas en el futuro. Estas herramientas no son sólo ejercicios académicos: son valiosas brújulas para orientar las políticas de conservación y la planificación del uso del territorio costero.
El Mediterráneo occidental , desde las costas francesas hasta las del norte de África, adquiere cada vez mayor importancia para la conservación de esta especie. Las Islas Baleares, la Costa Azul e incluso algunas playas de Liguria podrían transformarse en nuevos viveros marinos en las próximas décadas. Este escenario abre nuevas oportunidades pero exige una preparación que todavía falta: vigilancia de infraestructuras, protocolos de protección, educación de las comunidades locales.
Lo más conmovedor de esta investigación es cómo revela la increíble capacidad de la naturaleza para adaptarse frente al cambio. Las tortugas marinas han existido durante más de 200 millones de años, habiendo vivido eras geológicas, extinciones masivas y glaciaciones. Hoy se enfrentan a un desafío diferente pero no menos desafiante: la velocidad del cambio antropogénico. Su respuesta migratoria hacia el norte representa una lección de resiliencia que debería inspirarnos.
Sin embargo, la migración no es una solución permanente. Como señala Mancino, la erosión costera , el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos continúan reduciendo los hábitats disponibles. Algunas playas históricamente utilizadas para la anidación ya han desaparecido, otras están comprometidas por la contaminación o la perturbación humana.
La conservación de las tortugas marinas se convierte así en una prueba de fuego para la salud general del Mediterráneo. Proteger sus hábitats significa preservar las praderas de posidonia, mantener las aguas limpias y gestionar de forma sostenible las costas. Se trata de repensar nuestra relación con el mar no como un recurso a explotar, sino como un ecosistema a proteger.
La investigación de Mancino se inscribe perfectamente en la reflexión cultural que acompaña a Agrigento Capital de la Cultura, recordándonos que el Mediterráneo no es sólo patrimonio arqueológico , sino también biodiversidad marina y equilibrios ecológicos milenarios. Las tortugas que hoy están cambiando su rumbo nos están mostrando el camino: sólo a través de la cooperación internacional, la investigación científica y el respeto a la naturaleza podemos garantizar que las generaciones futuras sigan maravillándose con estos fascinantes dinosaurios del mar que surcan nuestras aguas.
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