Mario Morasso fue un brillante cantante de la máquina y un precursor del actual


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páginas olvidadas
Precursor silenciado del futurismo de Marinetti, así como precursor de la IA y de la antropomorfización de la máquina: el pensamiento agresivo (y aún desconocido) del escritor genovés fallecido en 1938.
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Para la serie de precursores brillantes y/o olvidados del venidero imperio de las máquinas en forma de IA, no será inútil exhumar a Mario Morasso, nacido en Génova en 1871 y muerto en Turín en 1938. Morasso suele aparecer al final de la página en las historias de la literatura italiana, como un precursor (en su mayor parte saqueado y silenciado) del futurismo de Marinetti. Sin embargo, a diferencia de Filippo Tommaso Marinetti –más poeta, hombre de letras, improvisador y empresario genial–, Morasso era un positivista (uno de los mejores estudiantes de Enrico Morselli) y por tanto infinitamente más refinado y combativo en el aspecto científico. Morasso fue, ante todo, un cantante prefuturista de la máquina y de su estética rotunda, interpretada con ese entusiasmo típicamente de la Belle Époque que la matanza de la Gran Guerra pronto estrangularía . Pues bien, a pesar de un estilo que vira aquí y allá hacia lo pomposamente d'Annunzioano, y manteniendo siempre intacta la "distinción" guicciardiniana respecto a los paralelismos históricos, algunas visiones morassianas -contenidas en su mejor libro La nuova arma (La máquina) de 1905- parecen prefigurar nuestro presente casi mejor que el suyo propio.
Morasso soñaba con una máquina inteligente que pareciera imitar el aprendizaje automático más que los viejos dispositivos de los siglos XIX y XX (razón por la cual hoy quizá sería necesario redefinir las máquinas sensibles con los nombres más elevados de “cognitoide” o “noema”). En particular, para Morasso, las máquinas moldearían el futuro, reemplazando a la antigua y moribunda civilización occidental —con sus cánones éticos, estéticos y epistemológicos aún inspirados por los griegos y otros antiguos— mediante un nuevo paradigma, una nueva forma de vivir y pensar, inaugurada principalmente por la electricidad: «Parece, en verdad, que una suprema ley providencial preside las misteriosas vicisitudes de los grandes inventos humanos, su aparición cuando se aproxima la necesidad [...]. Pues bien, he aquí que, a medida que el carbón disminuye, se desarrolla y elabora aquello que puede sustituirlo, la electricidad» . Para él, la tecnología es comparable a un “cerebro”, es decir, un sistema nervioso del mundo; En algunas reflexiones, casi parece vislumbrar esas interconexiones tecnológicas que hoy hacen de la Tierra un único gran ser pensante (una anticipación futurológica de las redes globales actuales).
Además, apoya abiertamente la antropomorfización de la máquina, a la que atribuye cualidades vitales y una especie de vis insita que la empuja a evolucionar, a mutar, incluso a cobrar vida de formas superiores y transhumanas. Una entidad activa, aunque inorgánica, capaz de guiar el progreso del mundo incluso sin el hombre y quizás incluso mejor que él. En Morasso, la superación del hombre tradicional (tema querido por Elon Musk) ya se perfila con una especie de ergonomía invertida donde no es la máquina la que se adapta al hombre , sino el hombre el que se adapta a la máquina, y por tanto, mejora. Un elemento biográfico más que acerca a este Prometeo italiano de ayer a los Prometeicos yanquis de hoy es el imperialismo, o la creencia de que sólo la guerra o algún apocalipsis piroclástico puede regenerar el mundo de una vez por todas, casi como lo haría un nuevo diluvio bíblico, cuya tecnología sería el arca, reservada para unos pocos tecnócratas o tecnósofos elegidos.
Una razón que parece volver precisamente en muchos de estos cibermagnates con su palingenesia vista cómodamente desde búnkeres eco-sostenibles. En conclusión, el amor de Morasso por el poder transformador de la tecnología, por un mundo moldeado por el progreso artificial, es un eco distante (pero asombroso porque viene del pasado) de algunas de las preguntas más inquietantes que acompañan a la IA hoy. No hace falta decir que, siendo italiano, Morasso es un completo desconocido en el mundo, mientras que aquí está prácticamente olvidado . Pero tal vez sea el destino que él mismo habría elegido, dado que en Los hombres y las ideas del mañana (La egoarquía) había asumido proféticamente este lema: "El hombre es tanto más grande cuanto más solo está" .
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