Hace 75 años la falta más fea de Italia: Gimona destroza a Pesaola, descalificación de por vida. Pero De Gasperi...
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Érase una vez una tibia, un peroné, un príncipe y un primer ministro. Así expresado parece un título digno de una película de Lina Wertmüller, pero en realidad fue un domingo de campeonato del mes de febrero, hace exactamente cincuenta y cinco años. A falta de unos minutos para el final, el protagonista de la tarde volvió a ser Aleksandar Arangelovic, el delantero serbio de la Roma que había marcado un doblete en aquel Roma-Palermo que luego ganarían los giallorossi por 2-1. También sobre el terreno de juego vistiendo la camiseta de la Roma aquel domingo estaba Bruno Pesaola: el argentino, de veinticinco años entonces, estaba en su tercer y último año en la capital; Su carrera continuaría durante dos temporadas en el Novara, luego en el Napoli hasta 1960, antes de terminar con un fútbol importante en el Genoa, en la temporada 1960-61.
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Corría el minuto 87 de aquella vigésimo séptima jornada, ocurrió que Aredio Gimona, centrocampista del Palermo, mientras se desarrollaba una de las últimas acciones en otra zona del campo, se abalanzó sobre Pesaola, golpeándolo durísimamente en la pierna derecha. Rompiéndolo, literalmente. Casi tan despiadado como el ataque asesino será el informe que surgirá de las radiografías: la tibia y el peroné de Pesaola están destrozados. Por el momento, las probabilidades de que su carrera terminara allí son muy altas, en términos porcentuales. La historia demostrará más tarde que la vida futbolística de Pesaola se caracterizará por un alto nivel de longevidad; En cualquier caso, la de Gimona sigue siendo una de las faltas más violentas, además de gratuitas, de la historia de nuestra Serie A en la posguerra. En este punto, debemos volver al “título” que abre nuestro relato, porque de fondo de ese chirrido de articulaciones se escucha el eco de un estribillo legendario que llega hasta el Palazzo Chigi.
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Pongamos orden en el caos de referencias. El presidente de Palermo en aquellos años era el príncipe Raimondo Lanza di Trabia, bon vivant e "inventor" del lugar físico para las negociaciones del mercado de fichajes futbolísticos, es decir el Hotel Gallia de Milán. En vísperas del partido contra la Roma, que necesitaba puntos en la segunda vuelta para salir del último lugar de la tabla, el Príncipe se cubrió de preocupaciones diciendo que los aficionados romanistas presionarían al árbitro. Ciertamente, el histriónico máximo dirigente rosanero había sido un buen profeta acerca de que el árbitro Matucci dejaría que el partido se saliera de control. No todos saben que el Príncipe, que se suicidó en 1954, precisamente por su muerte prematura y dramática, inspiró al solitario vagabundo nocturno imaginado por Domenico Modugno para la más dolorosa de sus letras, "Vecchio Frac". El Príncipe, sin embargo, tenía sólo treinta y nueve años cuando decidió acabar con todo. Las digresiones en torno a aquella violenta entrada de Gimona no acaban aquí: otro excelente nombre a mencionar en el ámbito extrafutbolístico es el del entonces primer ministro Alcide De Gasperi, porque el estadista se comprometió personalmente a actuar como pacificador entre los dos futbolistas. La mediación tuvo tanto éxito que Gimona, que también fue a visitar a Pesaola a la clínica, vio reducida su prohibición inicial de por vida, primero a dos años, y luego a unos meses.
La Gazzetta dello Sport