«Ai, capacitar al personal o la productividad no aumentará»

En cualquier caso, cuando una inversión en IA cuesta hasta un billón, ya no es sólo una cuestión de ética, sino también de opciones industriales, políticas y culturales. Y no es casualidad que Giuliano Noci, vicerrector del Politécnico de Milán, invitara a superar el falso dilema entre hombre y máquina: «No existe una dicotomía real. La inteligencia artificial debe ser un copiloto al servicio del ser humano. Noci habló de la «transición digital» como un fenómeno que puede poner en crisis la identidad cultural occidental, al punto de ser una transición que, en otras regiones del mundo, encuentra menos resistencia: «En Asia, por ejemplo, prevalece un modelo cultural que exalta la conexión y no centra al individuo en el centro, sino en su proyección social».
Entonces, ¿qué puede pasar y con qué riesgos? Massimo Lapucci, coautor con Stefano Lucchini del libro «Ritrovare l'umano», abordó el tema desde el punto de vista de las finanzas, donde el uso de la inteligencia artificial ya está muy extendido. Y de manera contundente: «No podemos tener una fe ciega en los algoritmos. La IA debe ser guiada y monitorizada. Y si «en áreas como la calificación crediticia o la gestión de carteras la IA se ha vuelto fundamental, los modelos deben ser comprensibles y monitorizables. No se puede delegar todo a la máquina sin saber cómo funciona».
El hilo lógico lleva entonces al economista a llamar la atención sobre la gobernanza y el riesgo de sesgo sistémico: «La inteligencia artificial es una herramienta que puede discriminar si no está adecuadamente diseñada. Es fundamental contar con reglas, como las que propone la Ley Europea de IA. Un énfasis combinado con una propuesta: apoyar a los evaluadores de IA con curadores, figuras capaces de garantizar que las máquinas estén realmente al servicio del hombre.
Lo cual permanece en el centro y hay que ser consciente, señala el padre Benanti, de un riesgo que no se puede descartar en estos momentos: «En la Edad Media, el analfabetismo significaba no saber leer los manuscritos -dice-. Hoy en día no se trata de saber interpretar la información digital. Las nuevas generaciones corren el riesgo de sufrir analfabetismo informativo si no se les educa para distinguir el valor y la credibilidad de las fuentes. “Es un problema educativo, incluso más que tecnológico”.
En última instancia, sin embargo, concluye Noci, «no es necesario centrarse en el tema en términos de antinomia entre el hombre y la máquina. El tema es encontrar una síntesis hegeliana entre el hombre y la máquina. La tecnología puede, de hecho, convertirse en una forma de orden si se diseña y rige adecuadamente». Y quién sabe cuánto podrá la Ley de IA lograr esto último, algo en lo que, sin embargo, el vicerrector del Politécnico de Milán no se muestra reticente: «La Ley de IA definida por Europa es una forma de regulación en la que quienes regulan no controlan el terreno de juego. Así, las empresas europeas entran en el mercado con problemas. En el resto del mundo, entran en el campo dopadas».
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