El referéndum es una derrota para la centroizquierda, no para la democracia. Efectos del campo estrecho (y la ley del fracaso)


(Foto Ansa)
el editorial del director
La alternativa a Meloni, mediante el referéndum, se ha mostrado confusa, contradictoria, conflictiva e incapaz de ofrecer un mensaje movilizador a los votantes. Por ello, la votación ha mostrado la debilidad de la oposición, más que la del ejecutivo.
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Se suponía que sería un voto contra el gobierno, pero se convirtió en un voto contra la oposición . Limitarnos a usar la palabra "fracaso" para intentar razonar sobre los referendos y lo sucedido en las urnas entre el domingo y el lunes sería simple, obvio, banal y no exhaustivo. El centroizquierda, como saben, no alcanzó la cuota de votantes necesaria para activar el quórum, y eso es lo de menos, pero, por otro lado, logró llevar a cabo una operación política tan descabellada que transformó lo que se suponía que sería un referéndum contra Meloni en un referéndum contra sí mismo.
El amplio campo, que para la ocasión se redescubrió como un campo muy estrecho, quería mostrar la debilidad del gobierno, quería mostrar la solidez de la alternativa, quería mostrar la presencia en el país de un viento capaz de soplar con fuerza a favor del centroizquierda y, al final , los resultados que ha obtenido favorecen una narrativa que va en la dirección opuesta a la esperada. El centroizquierda, además de no haber encontrado el quórum, se ha quedado una vez más sin algo. Y la alternativa, a través del referéndum, se ha mostrado confusa, contradictoria, pendenciera, incapaz de ofrecer un mensaje movilizador para los votantes. Ha demostrado estar interesada en hablar más a una parte de sus votantes que a una parte mayoritaria del país, y en última instancia, el objetivo explícito de los organizadores del referéndum no fue ampliar su perímetro, sino ejercer una hegemonía maximalista dentro del recinto opositor . Y en todo esto, al no haber alcanzado el objetivo mínimo de movilizar al menos a la mitad de los votantes que acudieron a votar en 2022 —en aquel momento la participación fue del 64%, hoy ronda el 30%—, el centroizquierda le ha ofrecido a Meloni un buen regalo: ha transformado un referéndum incomprensible, en el que buena parte de las preguntas se dirigían a la centroizquierda del pasado más que a la centroderecha del presente, en una constatación de la inconsistencia de la oposición y de la ausencia de un fuerte descontento contra el gobierno. Sin embargo, si se analiza con atención, el referéndum de dos días no solo muestra a la oposición todo lo que no ha funcionado. También muestra todo lo que se debe hacer para intentar ser algo diferente de la imagen de campo estrecho que ha mostrado el centroizquierda en los últimos días. No se crea una alternativa abrazando el maximalismo. No se crea una alternativa persiguiendo a la CGIL. No se crea una alternativa persiguiendo el grillismo. No se crea una alternativa denunciando el fascismo cuando no existe. No se crea una alternativa usando la hoja de parra del álgebra, de estar todos juntos, para ocultar mal el pecado original: la incapacidad de movilizar al país en torno a una alternativa digna de ese nombre (nota al margen para el centroizquierda, que busca la manera de demostrar, como Magritte, que una derrota no es una derrota: la abstención en el referéndum no es una derrota para la democracia; si acaso, es una derrota para los promotores del referéndum, a menos que la defensa de la democracia coincida con la defensa del campo amplio). El referéndum, por si sirve de algo, está ahí para decirnos que, al menos por el momento, cuando razonamos a nivel nacional y no local, no hay viento en contra del gobierno, pero no hay confianza en la oposición.
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