A la selectividad, ¿acompañados o solos?

Todo empezó cuando un tuitero, que se presenta en la red como “Doctor en Lenguas y Culturas. Profesor de Lengua Castellana y Literatura en la pública” (y más cosas, pero para lo que nos concierne con esto es suficiente), se quejó de ir haciendo guardias porque el tutor de turno “había ido a acompañar a la chavalada”.
La chavalada, aclaramos, iba a hacer las pruebas de la selectividad.
¿Acompañar a unos jóvenes hechos un manojo de nervios al examen que les permitirá, o no, seguir adelante con el proyecto de sus vidas es sobreprotección?, que eso es lo que se piensa en ese momento, que te lo juegas todo, aunque la vida ya acabará llevándote por donde sea que tengas que ir, pero eso, ay, aún no lo sabes, no lo sabíamos ninguno.
Esa fue la pregunta que inmediatamente corrió por el antiguo Twitter, junto con los memes, las confesiones públicas de angustia, los ánimos, los desánimos, las quejas, la política, ufff, y todo lo demás que acompaña a este examen. La generación de cristal demuestra ser de cristal, afirman quienes claman que ellos fueron solitos y no les pasó nada.
Estudiantes preparándose para la selectividad
ANA JIMENEZ“Creo que las PAU es el primer evento al que los adolescentes (algunos con 18 tacos ya) deberían ir solos, sin padres ni profes”, sigue opinando @erprofedelengua. Hay bastantes comentarios que le dan la razón, denunciando una supuesta “infantilización de la juventud”, como el de @mariaangeles066), quien afirma ser docente y por ello ver cada día que una gran mayoría de jóvenes “no sabe resolver las cosas básicas”.
Sobreprotección, que es la protección (necesaria para crecer de una forma sana) elevada a unos niveles que la convierten en insana. Sin duda la estamos practicando como sociedad e individuos y tiene repercusiones igualmente en la sociedad y en los propios individuos. Pero, ¿son responsables los niños y jóvenes de lo que hacemos los adultos con su crianza?
Los padres que acompañan a sus hijos a estos exámenes, ¿se trata de sobreprotección o de ayuda psicológica? Las opiniones son muy disparesNos pasamos 18 años alejando de ellos los problemas y justamente, ¿vamos a desaparecer en el momento en que les baila el suelo? Hay teorías para todo. Y sobre todo, quienes distinguen entre el acompañamiento por parte de un profesor y el de los progenitores.
“Aquí un tutor de la chavalada. Entiendo perfectamente lo que dices, pero un profesor tiene que haber. Los chicos se ponen malos, dan información de los llamamientos a horas en las que no hay ninguno, el primer día un chico perdió el DNI entre examen y examen...” (@Aike_nb).
“Los centros estamos obligados a enviar un vocal, que es quien intermedia con la Universidad si hay problemas. Como mínimo en Catalunya”, precisa @FrancescBarea. No parece desacertado ni sobreprotector, dadas las situaciones que pueden plantearse.
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Porque como bien dice @mathmurdock_, que se presenta como profesor de matemáticas, debe haber profesores, porque “no se trata de una yincana. Se deben evaluar los conocimientos en las distintas materias, no si un chaval se pierde, confunde un aula...”.
La cuestión que se vuelve a plantear es la autonomía que, supuestamente, deberían tener jóvenes de 18 años, o casi. Autonomía personal, al margen de la administrativa y las eventuales incidencias. Autonomía digamos “psicológica”, como sostienen algunos, para soportar el estrés de la situación sin tantas “muletas”.
Lo que sobran son los padres, indican @mathmurdock_y también @Roalv_17: “Son chavales que en septiembre van a ir a una universidad. Tienen que saber moverse, hablar con los profesores y expresarse”. “No entiendo qué problema tenéis con el apoyo psicológico. La vida ya es lo suficientemente chunga como para tener que hacer las cosas peor”, responde @tacipuerca. Y si la presencia de los padres puede ayudar en este momento complicado, ¿es sobreprotección?
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Esta escribidora es perfectamente capaz de ponerse en la situación de estos estudiantes porque aún tiene pesadillas con su propia selectividad, en la que cayó griego y cuando preguntaron en el aula inmensa cuántos la teníamos de optativa y levantamos la mano sólo seis, el resto se partió el pecho de risa. Quiero pensar que fueron los nervios.
Nervios, situaciones nuevas y decisivas, con las que nos vamos a enfrentar toda la vida. Con nosotras, porque muchas escuelas religiosas mantenían aún la separación por sexos, vino una profesora. Y nos acompañábamos entre las compañeras, que era lo importante. Ni siquiera tengo claro que hubiera preferido que me llevara mi padre en coche, situación imposible porque estaba trabajando, y a nadie se le hubiera ocurrido pedir fiesta para eso.
Ahora sí, dicho sea sin poner ninguna etiqueta. Padre y madre, que aparece poco citada en estas reflexiones, y habría que pensar por qué. Pero, como dice @SheyNestle, “el punto no es que te acompañen o no, ojalá todos los padres tuviesen esa oportunidad, el punto es que si hubieses tenido que enfrentarlo sola porque tu padre hubiese tenido que trabajar, hubieras estado preparada para hacerlo”.
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