Ciencia de datos y elecciones

La política ha cambiado para siempre. El tradicional olfato político, las corazonadas estratégicas y las giras interminables siguen teniendo su lugar, pero el verdadero poder en una campaña electoral hoy se encuentra en la ciencia de datos. No es una moda ni un recurso opcional: es la diferencia entre ganar y perder.
En los próximos comicios locales del 1 de junio en Durango y Veracruz, donde se renovarán 404 y mil 54 cargos respectivamente, y en la elección de 881 jueces y magistrados, los equipos de campaña que dominen el análisis de datos y logren aterrizar sus estrategias de campaña tendrán una ventaja significativa. Pero esto va más allá del corto plazo. En 2027, cuando 16 estados elegirán nuevos gobernadores, y en la elección presidencial de 2030, la política en México habrá evolucionado aún más hacia un terreno donde los datos son el activo más valioso.
La ciencia de datos es mucho más que números y gráficas. Es una disciplina que combina matemáticas, estadística, inteligencia artificial y programación para entender, predecir y moldear el comportamiento electoral. Los datos provienen de múltiples fuentes: encuestas, cifras oficiales, redes sociales, patrones de búsqueda, geolocalización y hasta el análisis del lenguaje en discursos políticos. Con esta información, es posible diseñar campañas que hablen directamente al votante, personalizando mensajes con una precisión antes impensable.
Ejemplos sobran. En Argentina, Javier Milei utilizó el análisis de datos para identificar los temas que más indignaban a la sociedad y construir su narrativa de outsider. En Estados Unidos, Donald Trump aprovechó la segmentación de votantes para fortalecer su imagen de “líder duro”, convirtiendo su atentado en un símbolo de resiliencia y conexión emocional. Su éxito no nació de discursos improvisados, sino de una estrategia calculada basada en datos.
En México, los partidos políticos ya lo saben. Morena ha desplegado brigadas para recabar información directamente en campo con encuestas estructuradas. Mientras algunos actores políticos aún confían en las mismas tácticas de siempre, otros ya han entendido que el futuro pertenece a quienes dominen el laboratorio de datos. Porque no se trata solo de conocer el estado de ánimo del electorado, sino de predecirlo y moldearlo.
La precisión en el análisis de emociones y pensamientos de la población varía entre un 70 y 95 por ciento, dependiendo de la calidad de los datos y la metodología empleada. No es magia, es ciencia. Se pueden aplicar miles de herramientas para diseñar discursos, optimizar estrategias de movilización, evaluar rivales e incluso anticipar crisis. En lugar de confiar en herramientas aisladas, como un martillo o un taladro, la ciencia de datos ofrece una carpintería completa.
La confiabilidad de la ciencia de datos radica en su validación constante y en la ética con la que se aplique. No se trata de manipular, sino de comprender con precisión qué mueve a la gente, qué les preocupa y qué esperan de sus gobernantes. La ciencia de datos no solo se usa en política, sino en salud, comercio, deportes e investigación. Y su efectividad ha sido probada en las revistas científicas más importantes del mundo.
Las reglas del juego han cambiado. Quienes entiendan y dominen la ciencia de datos no solo ganarán elecciones: construirán el futuro de la política en México.
elfinanciero