Corruptelas hispánicas

“Con un ¿qué hay de lo mío? y un ¡y tú, más! podemos resumir la historia de España desde el siglo XIX hasta la actualidad. La corrupción ha sido un elemento de continuidad del país”. Así de tajante y crudo, el historiador Enric Ucelay-Da Cal abrió ayer “Corrupción y guerra, ¿un binomio inseparable? España 1936-1939”. Un coloquio internacional que continúa hoy en la Universitat Autònoma de Barcelona que no podía celebrarse en mejor momento.

Encuentro de Sánchez con Ortuzar en 2019, con Ábalos y Cerdán presentes
Emilia GutiérrezLa furia de los últimos tiempos en las Cortes, con insultos y descalificaciones cada vez mayores, atizada por filtraciones diarias de corruptelas, reales y fabricadas, ejemplifican un clima guerracivilista en que no hay buenos, sino malos y más malos. La corrupción cero no existe, tan solo el desconocimiento de esta o la condescendencia. Porque tan corrupta es la utilización indebida de las funciones de las organizaciones públicas en provecho de sus gestores –que es la que más trasciende– como, por ejemplo, la colocación a dedo de amigos en plazas laborales o funcionariales.
La corrupción no se puede evitar, pero se puede combatir; la fiscalización es la claveSi en épocas pasadas podía ser la familia el epicentro de la corrupción, la pérdida de influencia de esta y la reducción de su número de integrantes ha dado preponderancia en su lugar a las redes de amigos –los partidos políticos entre ellas–. Redes privadas de favores mutuos frente al Estado.
La corrupción no se puede evitar, pero se puede combatir. Desde la segunda mitad del siglo XX eso es lo que comenzó a hacer España, con más o menos éxito, con la creación de cuerpos policiales y judiciales para fiscalizar “a los malos”. Y, en esencia, para evitar que los problemas de financiación lastrasen al Estado hasta convertirlo en un proyecto fallido. La fiscalización es el elemento clave y se juega en dos planos.
El interior, en el del espacio de inserción o socialización de la red privada corrupta. En los casos, presuntos, de Cerdán y Ábalos, se trata de dos secretarios de organización. Un cargo que se encuentra en una posición sumamente delicada por la cantidad de información y relaciones que maneja. En los últimos cuarenta años, no pocas figuras con esta responsabilidad y de forma transversal en todos los partidos se han visto envueltas en causas judiciales. La rendición de cuentas pasa por direcciones menos verticales y la creación de departamentos de asuntos internos reales para garantizar la honradez.
Lee tambiénEl exterior, por órganos como la policía judicial de la Guardia Civil y similares, y por el cuerpo de jueces y tribunales. La laminación de sus funciones, el acoso a su trabajo, sembrar dudas sobre su imparcialidad según si el resultado favorece o perjudica a un partido y, en conjunto, fomentar su descrédito, como resulta cada vez más habitual desde Gobierno y oposición, merma su capacidad de fiscalización. Esta erosión institucional deja a la ciudadanía sin punto de referencia y fomenta el relativismo. Cuando todo cuenta o nada vale, quien manda es el ruido. Entonces, las corruptelas hispánicas escriben la historia.
lavanguardia