¿Estamos ante un nuevo orden mundial?
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Se han cumplido ya tres años desde que comenzó la invasión de gran escala de Rusia a Ucrania, y continúa sin verse la luz al final del túnel. El cambio en la presidencia de los Estados Unidos ha provocado un giro de 180 grados; basta observar el sentido de las votaciones que se registraron ayer lunes en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde nuestro país vecino del norte votó en contra la resolución de Ucrania colocándose del lado de Rusia y dictaduras como la de Corea del Norte, Nicaragua, Bielorrusia, y Hungría y exhibiendo abiertamente su apoyo a Vladimir Putin.
Lo que ha llamado la atención, sin embargo, es el descalabro sufrido por la Casa Blanca en esa nueva postura con respecto a la guerra en Ucrania, que medios de comunicación internacionales describen como “una sonora derrota” en Naciones Unidas, luego que la Asamblea General aprobó dos resoluciones que no satisficieron a la diplomacia estadounidense, que terminó por votar contra la primera y se abstuvo en la segunda.
De acuerdo con la agencia de noticias EFE, la sesión de este lunes se veía como un ‘termómetro’ para medir el apoyo que suscita la nueva postura de la administración Trump -más cercana a Rusia y que pretende negociar la paz en Ucrania sin ni siquiera contar con Kiev-, enfrentada en esta ocasión abiertamente a sus aliados europeos de antaño.
El enfrentamiento ha sido tan abierto que en los momentos previos a la votación la representante interina de EU, Dorothy Shea, llegó a pedir desde la tribuna que Ucrania retirase su resolución -copatrocinada por más de 50 países, entre ellos casi todos los de la Unión Europea- “en favor de una declaración enérgica que nos comprometa a terminar la guerra”, expresó.
Estados Unidos había contraprogramado una resolución muy breve que hablaba de un genérico “conflicto entre Rusia y Ucrania” y pedía urgentes negociaciones de paz, sin condenar de ningún modo a Rusia, pero los países europeos introdujeron a última hora tres enmiendas que fueron aprobadas por mayoría y que desnaturalizaban por completo la resolución estadounidense.
Esas tres enmiendas incluían una mención a la “invasión a gran escala de Ucrania” por las fuerzas rusas, pedía “una paz justa, duradera y completa de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas” y exigía respetar “la soberanía e integridad territorial de Ucrania”.
En el momento de aprobarse las enmiendas, la delegación ucraniana mostró efusivamente su satisfacción, en medio de aplausos. En contraste, las cámaras mostraron a las delegaciones de Rusia y Estados Unidos, ambas claramente desconcertadas por el rumbo de los acontecimientos.
Fue tal el nuevo sentido introducido por las tres enmiendas que Estados Unidos terminó absteniéndose de su propia resolución, aprobada por 93 votos a favor, 8 en contra y 73 abstenciones.
Parecidas cifras logró la resolución ucraniana, ya que recogía básicamente las mismas ideas.
Sin embargo, las votaciones no pueden ocultar un hecho, y es que el apoyo diplomático a Ucrania en sus exigencias a un retorno al ‘statu quo’ anterior a la guerra -es decir, retirada completa de Rusia y rendición de cuentas- ya no cosecha el mismo apoyo aplastante que en anteriores ocasiones logró en esta misma Asamblea General.
Así, las votaciones celebradas en 2022 y 2023 en esta misma Asamblea lograron un apoyo rotundo para Ucrania de 141 países (de los 193 que componen la ONU), en momentos en que Estados Unidos y la Unión Europea iban de la mano en su apoyo inquebrantable a Ucrania.
Fuentes diplomáticas dijeron a EFE que se esperaba que la nueva postura de la administración Trump arrastrase a muchos países del ‘sur global’ a posturas más tibias con Ucrania, a lo que se une la sensación en gran parte de África y Asia de que hay un ‘doble rasero’ cuando se trata de Ucrania o de Gaza.
En las votaciones del lunes, potencias como China e India, y países como Brasil, Colombia, Arabia Saudí o Pakistán optaron por abstenerse, dejando varios de ellos en la sala constancia de que es necesario avanzar en una negociación por el fin de la guerra para salir de la mera repetición de formulas retóricas. Además, Hungría rompió la unidad europea y votó contra Ucrania.
Ayer por la tarde, Estados Unidos volvería a presentar su resolución (sin enmiendas) ante el Consejo de Seguridad en otra sesión específica sobre Ucrania. La suerte de esa resolución podría ser muy distinta, pues necesita nueve votos favorables (de 15) y que ningún país con derecho a veto lo use contra Estados Unidos.
¿Harán uso Francia o el Reino Unido -tradicional aliado diplomático de EU- del derecho de veto? ¿Se permitirán incomodar a Donald Trump?
Lo cierto es que, como bien se ha dicho, en solo una semana, Donald Trump y Vladimir Putin han puesto en jaque el equilibrio de poderes en el tablero de la política internacional.
Todo comenzó el 12 de febrero con una llamada en la que los dos líderes se comprometieron a restaurar las relaciones bilaterales y buscar una solución a la guerra en Ucrania tres años después de la invasión rusa.
Luego vino la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde Europa y Estados Unidos confirmaron sus diferencias sobre el conflicto ucraniano y otros asuntos internacionales.
Esto precedió a la imagen que dio la vuelta al mundo: los ministros de exteriores de Washington y Moscú reunidos en la capital de Arabia Saudita, Riad, el martes en el primer encuentro entre las dos potencias desde la invasión de Ucrania.
El resultado ha sido un terremoto diplomático: Europa y Ucrania permanecen sin voz en unas negociaciones que pretenden determinar su futuro, Trump se desmarca del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, a quien culpa de la guerra y llama “dictador”, y la narrativa oficial rusa canta victoria.
¿Estamos ante un nuevo orden global?
Con información de medios
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