Fantasía de una cumbre de verano

En vez de reunirse en lugares como Alaska decidiendo el destino de millones de personas en lugares como Ucrania, Donald Trump y Vladímir Putin deberían estar en la cárcel. Los delitos de la enorme mayoría de la gente que está presa por el mundo son niñerías al lado de los crímenes de los actuales presidentes de Estados Unidos y Rusia.
Mi fantasía –y sospecho que muchos la comparten– es que los dos acaben sus días entre rejas. Me imagino su primer encuentro en el patio de la prisión.
Putin: ¡Donald! ¡Qué pálido que estás! Apenas te reconozco sin tu pintura naranja.
Trump: Ay, Vladímir, Vladímir… nunca me imaginé que podías ser tan cruel, yo que tanto te admiré, que tanto te quise, durante tantos años…
P: No llores, marica, y cuéntame por qué estás aquí.
T: ¿Por qué eres tan brusco conmigo? Tú que siempre me hablabas con cariño. Recuerdo ese retrato mío que me regalaste aquella vez, ¡cuánto me conmovió…!
P: ¡Jajaja! Te lo tragaste, imbécil. Nunca conocí a nadie más fácil de manipular, a nadie con un ego más frágil o ridículo. Pero cuenta, ¿qué hiciste, pobrecito, para que te metieran aquí?
T: Pues mentira, todo. Un cúmulo de cosas que se inventaron. Acoso sexual, fraude, insurrección, complicidad en los crímenes de guerra de Netanyahu y en los tuyos en Ucrania. Ah, y me acusan de haber abusado del poder para obtener tres mil millones de dólares durante los primeros seis meses de mi segunda etapa presidencial. Otra mentira. Fueron cinco.
P: ¿Eso es todo?¡Bah! Me ofende tener que compartir cárcel con semejante baboso.
T: Bueno, a ver, ¿y tú por qué estás aquí?
P: Mira, niñato, a diferencia tuya yo no niego nada. Me confieso culpable de todo, y con mucha honra. Hice lo que hice para el bien, siempre, de la patria, de la Madre Rusia. Teniendo en cuenta, claro, que la patria soy yo.
T: ¿Y qué fue lo que hiciste? Siempre me había imaginado que eras un tipo decente, noble… y, como yo, duro a veces, pero con la razón de tu lado.
P: ¿”Duro” como tú? No me hagas reír, microbio.
T: Ay, Vladímir, no sabes cómo me duelen tus palabras… Pero, venga, cuenta.
P: Pues, mira. De lo que me acusan es, primero, de haber asesinado —con veneno o tirándoles desde edificios altos— a dos docenas de mis enemigos. (Fueron más de cien, en realidad, ¿pero qué más da?) Segundo, de haber matado a decenas de miles de civiles con los bombardeos de mis aviones en la guerra civil de Siria o con mis mercenarios en África. Tercero, de encarcelar a decenas de miles de presos políticos. Cuarto, de iniciar una guerra “imperialista” en Ucrania. Quinto, de matar indiscriminadamente a no me acuerdo cuántos civiles ucranianos. Sexto, de secuestrar 20.000 niños ucranianos. Séptimo, de robar cien mil millones de dólares.
T: Cien mil millones. ¡Wow! ¿Cómo…?
P: Extorsionando a los oligarcas, claro, y llevándome un porcentaje de las ventas de petróleo y gas. Pero deja que termine, bobo. Octavo…
T: No, no, no. ¡Ya está bien! Me ganaste, me ganaste. Me rindo.
“¿La guerra no fue, como me dijiste en Alaska, porque los europeos querían meter a Ucrania en la OTAN?”P: Claro, claro. Es que nunca quisiste enterarte de nada. Mis espías en la Casa Blanca me lo decían…
T: ¿Qué?
P: Sí, Donald, querido, mis espías en la Casa Blanca, en el Pentágono, la mujer esa que coloqué (¡qué risa!) como jefa de la CIA… todos me lo confirmaron, que no sabías nada de nada. Nunca, nunca, hubo un presidente de Estados Unidos más ignorante que tú. Nunca tuve una presa más fácil en Washington. Esa vez que dijiste que Zelenski había empezado la guerra en Ucrania… ¡jajaja¡… lo celebramos con vodka en el Kremlin durante días.
T: ¿O sea, que la guerra fue idea tuya?
P: ¿De quién si no, imbécil? ¿Acaso los ucranianos invadieron Rusia?
T: ¿Pero por qué lo hiciste? ¿El motivo de la guerra no fue, como me explicaste tantas veces, que Zelenski era un nazi y que los europeos querían que Ucrania entrase en la OTAN?
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P: Ay, Donald. Qué ingenuo que eres. Qué fácil que me lo pusiste. En esas conversaciones contigo me sentí como Einstein hablando de matemáticas con un bebé.
T: ¿Me desprecias, no, Vladímir?
P. Cuando pienso en ti, Donald, sí.
T: OK, Vladímir, tendré un ego frágil y ridículo, seré muy tonto, pero me pregunto si tú también lo eres, y mucho más de lo que te crees.
P: Cuidado, gordo, que soy experto en karate…
T: Pero escucha, escucha, Vladímir. ¿No será que además de tonto eres un loco? Si Zelenzki no era un nazi y no temías que la OTAN te vaya a invadir…
P: Claro que no, idiota.
T: ...entonces, ¿para qué te lanzaste a una guerra—mira quién es el ingenuo ahora—que pensabas que ibas a ganar en dos días? ¿Por qué seguir año tras año matando a tanta gente en Ucrania, matando a tus pobres soldaditos rusos, que han estado cayendo como moscas, mil al día, me dicen…?
“Todo lo que he hecho no ha sido para el populacho ruso, fue para perpetuarme en el poder”P: ¿Quieres que te lo explique? ¿La verdad, dices? Pues, mira, ya que las mentiras no me sirven para nada, ya que sé que voy a morir aquí, te cuento. Los odio a ustedes los americanos. Odio a los europeos. Nos humillasteis al fin de la Guerra Fría. Nos quitaste nuestras tierras soviéticas. Y luego Ucrania se iba a unir a la Unión Europea, –Ucrania que es nuestra, que pertenece a Rusia–. Y piensa en las peligrosas ideas que iba a tener mi gente al ver a sus vecinos prosperar en la democracia, al verles participar en elecciones libres, al ver que tenían libertad de expresión. Eso no lo podía permitir. Porque el objetivo final, de todo, todo, todo lo que he hecho siempre no fue el populacho ruso, fue el perpetuarme en el poder, ¿lo entiendes ahora, idiota?
T: Entonces, ¿me engañaste? ¿Nunca quisiste poner fin a la guerra?
P: Pero, ¿por favor? ¿Cómo iba a querer que la guerra acabase sin primero recuperar toda Ucrania y convertirla en un país vasallo, como Bielorrusia? Además, necesitaba la guerra para mantener al burro pueblo ruso atontado, bajo mi total control, ¿no lo ves?
T: Pero al final la cagaste, Vladímir.
P: Bueno, sí, pero me queda el consuelo, Donald, de que tú también.
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