Lecturas: La ciencia ficción, con impronta femenina

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Lecturas: La ciencia ficción, con impronta femenina

Lecturas: La ciencia ficción, con impronta femenina

El género de la “ciencia ficción” (una mala traducción de “science fiction”, que en realidad significa “ficción de la ciencia” o “ficción científica”) nació como un territorio casi exclusivamente masculino, tal vez porque, hasta hace muy poco, también lo fueron las ciencias. Tanto es así que Alice Bradley Sheldon, una de las primeras escritoras importantes del género, firmó sus obras como James Tiptree Jr., escondió su identidad y se negó a mostrarse en público hasta su muerte. Como ella fue una de las pioneras, tiene sentido que Hermanas de la revolución, esta antología de cuentos de ciencia ficción escritos por mujeres, incluya uno de los que la hizo acreedora del Premio Nebula (en 1977) : “La solución del eslabón más débil”. Se trata de una crítica frontal a la tendencia de Occidente a pensar según categorías binarias opuestas y jerárquicas (bien vs. mal; razón vs. emoción; humanidad vs. naturaleza; masculino vs. femenino, en las que el primer concepto es positivo y el segundo, claramente negativo). En este cuento, la humanidad del futuro decide que las mujeres son la parte animal/emocional de la especie y que hay que eliminarlas. Pero convertirlas en una “especie en extinción” es un suicidio colectivo: sin mujeres, no hay futuro posible para el Homo Sapiens.

Ursula K. Le Guin Anthony Pidgeon - Getty Images

La extinción de la humanidad es un tema constante en el género y las mujeres lo tratan en sus libros con frecuencia. Por ejemplo, Louise Erdrich, estadounidense de ascendencia ojibwe, da una versión impresionante y, en cierto modo, irónica y esperanzada de ese tema en Un hogar futuro para el dios viviente, una novela sobre un universo paralelo al de El cuento de la criada de Margaret Atwood, en la que la desaparición del ser humano no es del todo una mala noticia.

Como afirman Natalia Ortiz Maldonado en el “Prólogo” y los editores Ann y Jeff Vandermeer en la “Introducción”, Hermanas de la revolución es un catálogo de las herramientas y criterios que utilizan escritoras como Erdrich o Atwood para abordar temas de este tipo y de los rasgos que las diferencian de escritores como Asimov, Philip K. Dick o H. G. Wells. Tal vez, uno de esos puntos sea la predilección de la mayor parte de estos últimos por lo “heroico”, que es siempre un canto al individuo excepcional. Las autoras mujeres, en cambio, suelen rechazar la idea del héroe o heroína o por lo menos introducir variaciones importantes. Entre muchos otros casos, en la saga de Lois McMasters Bujold sobre Miles Vorkosigan (Danza de espejos y Cetaganda son dos de los títulos), Miles es un héroe, sí, pero uno inesperado: débil, deforme, discapacitado, siempre que puede, trata de encontrar soluciones pacíficas y hasta alianzas con sus “enemigos” y termina como juez, no como gobernante o militar.

En la colección de los Vandermeer –traducida a un castellano absolutamente argentino que incluye el voseo–, la mayoría de los nombres proviene de los Estados Unidos, pero con variedad de orígenes –Octavia Butler, afroestadounidense; Vandana Singh, de familia hindú; Hiromi Goto, de ascendencia japonesa– más algunas autoras de otros países como la argentina Angélica Gorosdischer o la africana Nnedi Okorafor.

Además del rechazo del binarismo como base filosófica, una de las temáticas constantes es la crítica a las instituciones totales (aquellas que ejercen un control “total” sobre sus internos, como la cárcel o el ejército). Muchos de estos relatos incluyen instituciones que la cultura occidental considera sagradas, como la familia o la maternidad. Por ejemplo, “Las madres de la isla Tiburón” de Kit Reed –uno de los cuentos más polémicos– describe la relación madre/hijos como una “cadena perpetua” para la mujer si no se asegura un espacio vital para sí misma. Otra institución entendida como cárcel es el matrimonio. Tal vez, el análisis narrativo más profundo de eso en la colección sea “La perfecta casada”, de Gorosdischer, cuya protagonista escapa de ese infierno hacia mundos que, para ella, son muchos mejores que el propio, a través de puertas que sabe abrir una y otra vez. Cuando esa huida se vuelve insuficiente, también adopta la rebelión directa.

En algunos relatos, esa rebeldía convierte a la protagonista en diosa, por ejemplo, en “La bandida de la palmera” de Okorafor, un cuento a caballo entre ciencia ficción y fantasía; o la lleva a viajes gozosos y secretos como el de “Sur” de Ursula K. Le Guin, en el que un grupo de mujeres decide llegar al Polo antártico. El viaje no es para jactarse de ser las primeras (es un viaje secreto): viajan porque ir hacia lo desconocido es “llegar a casa”. Van sin hombres; llegan en 1909, antes que Amundsen; vuelven ilesas y una de ellas pare en el viaje, acto simbólico si los hay. No hacen pública la aventura fuera de sus familias para no llenar “de pena a Amundsen”: son conscientes de que a los hombres sí les interesa competir por el “primer” puesto.

Ese cuento es pura tensión y alegría pero hay otros, como “La tarde y la mañana y la noche”, de Butler, que miran la situación con amargura. El planteo es conocido: la humanidad está al borde de la extinción por una enfermedad genética, producida, en este caso, por un medicamento contra el cáncer. Pero aquí, los que padecen la enfermedad no son monstruos a los que hay que matar –como en series tipo The Last of Us– sino víctimas a las que se mira con piedad y cariño.

Cada una de estas autoras de la antología tiene una poética, un enfoque, un estilo propios. Algunas fusionan la ficción científica con otros géneros: por ejemplo, el policial, como Angela Carter en “Los asesinatos de Fall River”, o la escritura académica y el humor como Eleanor Arnason en “Las cinco hijas de la gramática”. Leídos en conjunto, los cuentos abren un arcoíris de escrituras, una muestra amplia de los infinitos caminos de la mente femenina empeñada en entender y proyectar el futuro; y, claro está, también en protestar contra él. En el centro, está la denuncia constante de las jerarquías sociales y, por lo tanto, una impugnación de “la verdad heroica”, como afirman los editores. Porque donde existen los héroes, también hay monstruos y solo sin esa oposición absoluta se podrán construir mundos más humanos y más igualitarios.

Hermanas de la revolución

Autoras varias

Hekht. Trad.: Varios traductores.

480 páginas, $ 50.000

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