Los relojes y la verdad

Ahora sabemos que nos mentían. Es probable que aún lo sigan haciendo, pero saber la verdad ha sido un alivio. Que lo siga siendo en estos tiempos sin acierto ni error es la auténtica buena noticia. La verdad puede doler, ser incómoda e irremediable, pero no era cierto que ya no importaba. Todo lo contrario, la necesitamos y nos ayuda a entender el resto de las cosas que andaban haciendo números circenses con platos y naranjas. Desde el jueves pasado Leire Díez es personaje verosímil. Y también desde el jueves pasado Pedro Sánchez es personaje ambiguo y moralmente cuestionable. Le han robado el relato, sí, ya no es Juan Sin Miedo sino solo personaje con monólogo al final de la obra, a modo de resumen de lo sucedido, como el enfermo imaginario en la obra de Molière, aún en pie, pero vestido de amarillo. Lo enterrarán en cementerio de suicidas.
La propaganda acaba siendo consumida por quien la emite hasta que te intoxica y mata con la mueca del gas de la risa. Es obvio que quien pudo hacer, estará haciendo, pero vivir y emitir en conspiración hace que se desenfoque todo. Nos mentían, les mentían y quizás nos estén mintiendo ahora, pero al menos sabemos parte de la verdad y con ella desciframos la realidad de un modo que nuestra cabeza puede entender. Con la verdad nos vemos cómo somos. Y estos días mucha gente se siente engañada, tonta y sorprendida, pero al menos somos nosotros.
Un gobernante que miente es una herida que pudre de arriba abajo el corpus socialUn gobernante que miente es una herida que pudre de arriba abajo todo el corpus social. En dirección opuesta, uno que asuma la responsabilidad de la verdad siempre será una oportunidad, al menos a medio y largo plazo. Paul Auster declaró en una ocasión que la ingenuidad de la sociedad norteamericana se rompió cuando descubrió que, durante la guerra de Vietnam, sus gobernantes mintieron. Que llegue Trump viene de esas mentiras.
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Van diciendo los que mienten ahora y los que mintieron antes que no todos son iguales y que ya no nos mentirán más. Lo que no saben es que los que no somos iguales somos nosotros, los engañados. Cuando tu pareja te engaña y vuelve, no crees en su sinceridad, crees en tu propia capacidad de volver a engañarte porque solo queda funcionando un mecanismo como el de los relojes que dan la hora, pero no saben creer en el tiempo.
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