Saharauis radicalizados han llegado a la cúpula del Estado Islámico en el Sahel

Los servicios de Inteligencia e Información monitorizan con una preocupación cada vez más notoria la intensificación de la amenaza yihadista en el triángulo de países del Sahel (Mali, Burkina Faso y Níger), que van camino de convertirse en un santuario terrorista, y la expansión geográfica de las filiales de las principales organizaciones (Al-Qaeda y Estado Islámico), que si bien han mantenido hasta ahora una agenda regional como prioridad operativa, “la situación puede cambiar en cuestión de semanas o meses girando contra intereses occidentales”, alertan a La Vanguardia fuentes de contraterrorismo de máxima solvencia.
La amenaza terrorista para España proviene de los dos grupos que campan a sus anchas en la inestable zona. El primero, Jama’at Nusrat al Islam wa al Muslimeen (JNIM), porque aspira a extenderse hacia el Magreb, pudiendo —de lograr sus objetivos— situar a los yihadistas en el patio trasero de la Península. El segundo, Estado Islámico-Provincia de África Occidental (ISWAP), mucho más violento, porque en su cúpula se encuentran líderes saharauis radicalizados capaces de incitar a actores solitarios a perpetrar atentados en suelo europeo.
Se trata de una decena de saharauis, concretan fuentes de Inteligencia, que nacieron en los campamentos de Tinduf (Argelia) y que formaron parte del programa Vacaciones en Paz, que permite a niños y niñas pasar el verano en España, fuera de las duras condiciones de vida del desierto y de los campos de personas refugiadas. De ahí que dominen el castellano, tal y como han podido constatar los servicios de inteligencia, desde donde se resalta que los “únicos cristianos” a los que han tenido acceso en su vida este grupo de yihadistas son las familias españolas con las que pasaron los meses estivales de su infancia.
La amenaza se ha intensificado en el triángulo de países que forman Mali, Burkina Faso y NígerLas unidades de Información han detectado un incremento de la actividad yihadista durante esta semana, en la que los musulmanes celebraron ayer su importante Fiesta del Cordero. Las organizaciones terroristas, que mantienen una guerra de desgaste en los últimos años contra las juntas militares golpistas, han atacado campamentos militares de gran importancia estratégica en el sur de Mali y en el norte de Burkina Faso.
Los expertos en la lucha antiterrorista no tienen dudas de que los grupos yihadistas cuentan con capacidad operativa más que suficiente para tomar las capitales, pero su interés se centra en controlar antes por completo las zonas rurales. Una vez cumplan ese objetivo, Bamako, Uagadugú y Niamey no podrían tardar en caer, como lo hicieron Damasco (Siria) y Kabul (Afganistán). Una de las mayores preocupaciones en el Departamento de Seguridad Nacional es ese, que esta zona se descontrole por completo. Y ahora, según las mismas fuentes, el momento es “clave porque la situación podría dar un vuelco”.
España, al igual que el resto de socios comunitarios se ha podido permitir poner el foco en el flanco este, tras el inicio de la guerra en Ucrania, pese a la gran amenaza que supone la frontera sur. Esto, en gran medida, se debe a la decisión táctica tomada por los líderes yihadistas de centrar su agenda en la derrota de los militares golpistas africanos, que están recibiendo gran ayuda de mercenarios rusos (antes Wagner, ahora África Corps). Los fanáticos religiosos del Sahel, con la intención de desviar la atención, lanzaron el mensaje a occidente de que no tenían nada que temer por su parte, siempre y cuando los países europeos no se inmiscuyesen en su territorio. “Esta es nuestra guerra, si vienes te convertirás en un objetivo legítimo”, resume un experto en contraterrorismo la advertencia, que captó la Unión Europea, que el pasado año replegó sus últimos soldados que tenía en la zona, entre ellos un último reducto de uniformados españoles. En el Ministerio de Defensa que dirige Margarita Robles siempre abogaron por permanecer, aunque fuese de manera testimonia, en el Sahel, llegando a considerar un error la decisión de no prorrogar las misiones.
No obstante, hay razones que invitan a que Europa está a tiempo de ponerse las pilas. Tanto la filial de Al-Qaeda como del Estado Islámico en el Sahel atraviesan una crisis de liderazgo, que está, por un lado, impidiendo la movilización masiva para enrolarse en sus filas, y por otro, propiciando las disputas internas dentro de las organizaciones. Además, la propaganda, clave para los procesos de auto radicalización exprés, está en manos de proxis externos porque se ha evidenciado que los grupos han perdido un gran músculo en este ámbito tras la caída del Califato en Siria. Pero, sobre todo, tranquiliza por el momento en los servicios de Información la incapacidad para enviar combatientes, listos para perpetrar ataques terroristas, a suelo occidental. Los grupos yihadistas se verían obligados a recurrir a las mafias que trafican con seres humanos para colar a sus combatientes entre las personas que transitan por las vías migratorias que llegan a Europa.
¿Están entrando personas afines a los grupos terroristas a través de alguna ruta migratoria? “Pocos”, aseguran fuentes de Inteligencia, quienes admiten que si se produce un giro en las órdenes tácticas de las organizaciones yihadistas, estas podrían tener una ruta de acceso “muy fácil” a través de las vías de inmigración. Se da la circunstancia que JNIM como ISWAP tienen entre sus filas de Mali y Burkina Faso una fuerte presencia de la etnia nómada peuls o fulanis. En el caso de JNIM los peuls suponen en torno a un 75% de los adeptos a la organización, mientras que en ISWAP esta cifra se eleva hasta el 90%.
Las células terroristas ven en las mafias que trafican con migrantes una vía para colar a sus soldados en EuropaLa presencia mayoritaria en las células terroristas ha puesto en el punto de mira de los ejércitos del Sahel a esta comunidad, provocando una enorme marginación, obligándoles a desplazamientos forzosos –aquellos que se libran de las masacres–. La mayoría está poniendo rumbo a Mauritania, al campo de refugiados de M’Berra, donde según los últimos datos, unas 200.000 personas tratan de sobrevivir en condiciones infrahumanas. Se da la circunstancia de que la mayoría de cayucos que actualmente llegan a las islas canarias proceden de las costas mauritanas. Además, los malienses han superado en el último año al resto de nacionalidades de los migrantes que entran irregularmente en el archipiélago a través de cayucos.
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