Tratemos de entender a Sánchez

Don Pedro Sánchez, actual jefe del Gobierno de España, pidió esta semana que, después de tanto zarandeo, hagamos el favor de comprenderle. Lo hago con gusto, porque creo que lo necesita y lo merece. Por eso doy un paso más y me pongo en su lugar. Es usted, presidente, un hombre que sufre; un político que en cuestión de horas pasó de la euforia de estar en la Moncloa por tiempo indefinido al miedo a ser expulsado con oprobio. Así lo veo (me veo) al ponerme en su lugar:
“Me han pasado los 490 folios de la UCO que desnudan con crueldad a mi compañero del alma Santos Cerdán, con quien tanto quise. Los tengo en la mano como quien tiene una bomba que sabe que explotará en cuanto los lea un conspirata del PP o de una fábrica de fango. Pero yo soy el hombre que echó a Rajoy en nombre de la ética, y no voy a dejar que una campaña malvada derrote a una hoja de servicios como la mía. Begoña, me retiro unos días. No estoy para nada ni para nadie. No digas a dónde me fui, que estoy tratando de salvarme, que es lo mismo que salvar a España, o salvar a España es lo mismo que salvarme a mí.
La sociedad se pregunta cuál será la próxima revelación y si Sánchez llegará a la NavidadLo primero es definir el objetivo de la guerra que me acaban de declarar. Van a por mí. No está en el Manual de resistencia , pero incluso Iván me recomendaría no ocultarme más, que ya me reprochan que llevo mucho tiempo callado. El momento es correcto: si concentro la atención mediática en Santos y los otros dos compis del Peugeot, se olvidará todo lo demás, que es precisamente lo que me hizo esconderme porque no lo podía explicar. Daré una rueda de prensa para enfriar el escándalo, tranquilizar al partido y a mis socios y esperar que, como siempre, otra noticia deje esto en segundo plano. Estoy abatido, claro que estoy abatido. Abatido y con vértigo. Es que Ábalos y Cerdán eran demasiado próximos. Es que puedo ser acusado de todo por la fachosfera . Es que me exigirán responsabilidades.
Tengo que evitarlo. Daré una rueda de prensa tan inevitable como de riesgo. En ella cuidaré como nunca el aspecto físico. No apareceré sonriendo, porque todos los que sonríen a la puerta de un juzgado acaban entre rejas. Aspecto de hombre desengañado y dolido, que eso da mucha credibilidad. Rostro serio. Profundamente apenado. Casi lloroso. De esos que hacen decir a los periodistas que tengo grandes cualidades de actor y soy un mago de la representación. Debidamente maquillado, todo un arte. Más compungido que contundente. Tengo que provocar piedad. Incluso compasión. Y tengo que negarlo todo, como el marido cazado en una aventura extramatrimonial.
Pedro Sánchez en el Congreso
Dani DuchNo, lo de Ábalos y Cerdán no puedo negarlo, porque eso sería desautorizar y atribuir un bulo a la Guardia Civil. Pero es obligado concentrar la ira en ellos y rebajar el nivel que están alcanzando las críticas. Es que lees los periódicos y hablan como si fuese el primer caso de corrupción de la historia. Hablan como si no hubiese habido una Gürtel y los demás escándalos del PP a escala nacional y autonómica. La corrupción es cosa suya. Siempre ha sido cosa suya, pero ahora se van a enterar: en mayo del 2026, empezará el juicio de la Kitchen. Si los jueces me han puesto en apuros, los jueces me darán vitaminas al final de la legislatura. Mi obligación de hoy es salvar este bache como sea. Diré a los ciudadanos que lo patriótico es garantizar la estabilidad, la confianza y el crecimiento económico que algunos insensatos quieren frenar, solo por dañarme a mí.
Y mi obligación de futuro es mantener la coalición, tranquilizando a quienes me votaron en la investidura. No lo tengo fácil: nadie se quiere contaminar. Pero han de saber que mi caída sería entregar el país a la derecha y a la extrema derecha, y España no puede pasar del sueño progresista a la frustración del retroceso en las libertades y derechos. Ese es el nuevo pacto que España necesita y yo deseo defender”.
Lee tambiénPOSDATA.- Así supongo que el señor Sánchez afrontó su gran crisis. No quiso saber nada de la cuestión de confianza que le pedían: podía perderla. No quiso convocar elecciones porque las podía perder. No quiso renunciar a la presidencia, porque sería renunciar a un designio casi sobrenatural. Pasada la primera semana de tribulación, sus antiguos amigos de Podemos lo ven “inhabilitado para dirigir un gobierno progresista”; García-Page no lo considera en condiciones de repetir como candidato; Gabriel Rufián lo ve tocado, y una parte notable de la sociedad se pregunta dos cosas: cuál será la próxima revelación y si Sánchez pasará en la Moncloa la próxima Navidad.
lavanguardia