Verano de pobres

Ayer me dispuse a planear mis vacaciones y recordé que era pobre. Cada año me pasa. Lo recuerdo en junio y lo olvido en octubre. Ser pobre es un estado del alma. Resiste fantasías y operaciones de estética, ropa cara y viajes al extranjero. Entiéndanme, no soy pobre de solemnidad ni pobre sin ilusiones, sino simplemente alguien que cuando planea sus vacaciones en junio se da cuenta de que es pobre. Tener un verano de pobres es algo que se hereda y se te queda dentro. Tienes un pobre dentro y en junio también lo tienes fuera. Luego, hacia octubre se esconde y casi te olvidas de él a medida que se acerca la Navidad. A veces hasta lo consigues.
En mi familia siempre fuimos pobres aunque mi padre defendía que éramos clase media, a lo que mi madre apuntillaba: “Media baja”. Clase media baja es clase pobre alta, como vanagloriarte de vivir en un entresuelo y no en unos bajos. En verano, no teníamos vacaciones ni pueblo ni perspectivas. Pero como me sucede hoy, ante la evidencia de la pobreza y que no podíamos tener vacaciones de rico pobre, el lugar donde vivíamos empezaba a brillar con inesperado esplendor. A eso se le llama conformarse. Así, nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad eran, de repente, maravillosos y quedarse en ellos en verano, mucho mejor que hacer vacaciones.
Nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad eran, de repente, maravillososQue si abriendo las ventanas corre el aire, que tenemos la piscina cogiendo el autobús, que si en la tele reponen series geniales, que si un helado, que si las estrellas en el cielo sin contaminación lumínica. Un poco como hago ahora. Aquellas mentiras, aquellas evidencias se actualizan en tu vida como en tu móvil. Que si tengo aire acondicionado, que si ventilador, que si el televisor es enorme y está clavado en la pared, que si una exposición, que si un helado, que si las estrellas en el cielo con contaminación lumínica. No hay nada como ser pobre si tienes casa y estás vivo.
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Cuando me doy cuenta en junio preparando esas vacaciones de rico, imposibles debido a mi pobreza de clase media (media baja: mi madre, en mi cabeza), de entresuelo, una pobreza culta y elegante, recupero mi odio hacia el verano. Es un odio que no deja de ser odio de clase, pero entonces pienso en Milena Busquets, a quien aprecio y leo, y se me pasa.
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