Alien: Earth y la advertencia de la ciencia ficción sobre la IA y el futuro humano

La ciencia ficción siempre ha sido mucho más que entretenimiento: es una metáfora. Así lo entendía Ursula K. Le Guin, autora de la saga Terramar, quien usó el género para explorar feminismo, ecologismo y derechos civiles. Y así lo entiende también Alien: Earth, la nueva entrega televisiva de la mítica franquicia Alien, que plantea preguntas incómodas sobre el límite entre lo humano y lo artificial.
En esta historia, una nave repleta de especies alienígenas se estrella en la ficticia ciudad de Nueva Siam. Entre sus pasillos oscuros y criaturas depredadoras, una megacorporación tecnológica llamada Prodigy, liderada por el joven CEO Boy Kavalier, ve la oportunidad de presentar su proyecto más ambicioso: transferir la conciencia humana a cuerpos sintéticos perfectos.
Wendy, una niña de 12 años con el control de un cuerpo adulto, lo resume con frialdad: “Somos algo diferente. Algo especial”. Pero la verdadera amenaza no viene solo de los alienígenas: surge del propio ser humano intentando trascender su naturaleza.
Desde Metrópolis (1927) hasta Matrix, la ciencia ficción ha funcionado como una advertencia sobre los excesos de la tecnología y el poder. En Alien: Earth, el dilema central recuerda a Blade Runner: ¿qué significa ser humano cuando los recuerdos y las emociones pueden fabricarse?
La franquicia ya había explorado esta inquietud con Prometeo (2012) y Alien: Covenant (2017), donde el androide David 8 se rebela contra sus creadores. Esta vez, el foco está en el control de la vida y la promesa de la inmortalidad digital.
En el universo de Alien, las corporaciones juegan con la vida artificial como si fuera un producto. En el nuestro, empresas como OpenAI, Google o Meta desarrollan sistemas de inteligencia artificial que aprenden, crean y deciden. La pregunta es la misma que formulaba Jeff Goldblum en Jurassic Park: “Se preocuparon tanto de si podían hacerlo que no pensaron si debían hacerlo”.
En Alien: Earth, la científica interpretada por Essie Davis lo dice sin rodeos: “Acabamos con la muerte. Ahora tenemos que mejorar la calidad de vida”. Una frase que parece optimista… hasta que uno se pregunta a qué costo.
La franquicia Alien siempre ha prometido dos cosas: vida extraterrestre peligrosa y un retrato inquietante de nuestra propia arrogancia tecnológica. En esta entrega, el terror no es solo biológico: es existencial. No se trata únicamente de seres con fauces y ácido en la sangre, sino de la desaparición progresiva de la humanidad como la conocemos.
Morrow, el oficial cyborg de la nave USCSS Maginot, plantea una cuestión clave: “¿No sería mejor ser pura máquina que las peores partes de un hombre?”. La serie responde sin moralizar, pero deja claro que la comodidad de un mundo automatizado puede llevarnos a renunciar a aquello que nos hace humanos.
En la historia, las decisiones tecnológicas marcan el destino de la humanidad. En la realidad, la aceleración de la IA y la biotecnología nos pone frente a dilemas similares. Alien: Earth no solo entretiene: es una advertencia. Y como toda gran ciencia ficción, nos recuerda que, cuando el futuro se diseña en laboratorios, la línea entre progreso y peligro es más fina que nunca.
La Verdad Yucatán