Gigamesh: 40 años fantásticos

La librería Gigamesh fue fundada en junio de 1985 por ese niño con el pelo blanco que es Alejo Cuervo, fundador también de la editorial Gigamesh, que descubrió al público español a George R.R. Martin y muchas otras cosas. Está pensando en la retirada y ya está preparado para tomar las riendas su hijo, Iñigo Cuervo, que tiene los mismos ojos azules y ojalá tenga el mismo ojo intuitivo que su padre.
Las celebraciones de los cuarenta años, en la línea del espíritu de pocas florituras del proyecto Gigamesh, consistirán en charlas con escritores del ramo, debate de asuntos como el folk-horror, un momento Stephen King, reunión de clubs de lectura de diferentes subgéneros fantásticos o un diálogo el mismo día del aniversario, el próximo martes 10 de junio, con Alejo Cuervo, la traductora de Juego de tronos al español, Cristina Macía, y otros amigos sorpresa. Un mes de eventos relacionados con el mundo de lo fantástico que culminarán el 12 de julio con la visita de uno de los autores internacionales de referencia: Joe Abercrombie.
La marcha de Alejo Cuervo no causa pánico en los clientes, seguidores y adictos al universo Gigamesh porque sigue tras el mostrador otro histórico de la casa, Antonio Torrubia, al que se le conoce en el gremio como el librero del mal y él no reniega del apodo. Uno de los prescriptores que más sabe sobre literatura de fantasía y ciencia ficción en este planeta y parte de la galaxia.

La libreria Gigamesh, en la calle Bailén
César Rangel / ArchivoMe acerco a la calle Bailén de Barcelona y entre las estanterías repletas de novelas, ensayos, cómics y juegos de rol enseguida me topo con Torrubia que, desmintiendo su apodo, es pausado, amable y paciente con los ignorantes como yo.
Le pregunto qué demonios es eso del encuentro del Club Saturno que está en el programa: “Es nuestro Romantasy Club”. Me aclara que el romantasy, que mezcla amor y fantasía, está en ebullición: “En la presentación de Rivales divinos tuvimos trescientos adolescentes con Rebecca Moss. La cola daba la vuelta a la esquina. El club Saturno se celebra un sábado al mes en la librería: “Tiene un grupo de Telegram con 115 chicas, 4 chicos y un Librero del Mal que escupe 3 mensajes por minuto 24 horas al día”.
Antonio Torrubia, a los trece años, ya era del club de juegos de rol de su pueblo, La Llagosta. “A los catorce iba a una academia de informática, pero a veces en vez de ir a clase me venía a la antigua Gigamesh y me pasaba cuatro horas empapándome de manuales de juegos de rol y novelas de fantasía y terror, que solo podía comprar de vez en cuando con los ahorros. Un día colgaron en la librería un cartel demandando personal y me presenté. Entré un diciembre del 2002, cuando estaba explotando Juego de tronos. Y aquí sigo”.
⁄ “Miles de personas han pasado ratos espantosos siguiendo mis recomendaciones”, dice Antonio TorrubiaEntonces la clientela era sobre todo el público duro de la ciencia-ficción. “Ahora vienen los que venían antes, pero con menos pelo. Aunque lo mejor es que también vienen sus hijos”. En estos años ha visto de todo, incluso dos peticiones de matrimonio en la tienda. “Todavía pasan por aquí de vez en cuando Ismurg y Lady Laiana, cuando les deja el terremoto de cuatro años que tienen”.
El gran Joe Abercrombie regresa en julio a presentar Los diablos, publicado por la editorial Runas. Le pregunto cómo es en la distancia corta: “¡Un cachondo! Vino en el 2015 primera vez y nuestro community manager, Zeta, le pidió un comentario en sus redes sociales: dijo que teníamos los lavabos más limpios que había visto jamás en una librería. Desde entonces, todos los autores quieren visitar nuestro aseo”.
Al despedirme, el pacífico Torrubia tiene un brillo peligroso en los ojos y atisbo por un instante al librero del mal. Me advierte muy serio: “Miles de personas han pasado ratos espantosos siguiendo mis recomendaciones… y están muy agradecidas”.
lavanguardia