Con 30 sentadillas, metro gratis

Muchas veces, mientras muevo pesas en el gimnasio de UB Esports, ese escenario que algún día derruirán para construir el nuevo Clínic, contemplo las proezas de los monitores del lugar, fenómenos como Rodrigo o David Tornay, que es un prodigio de músculos, ángulos y simetrías y está puesto en la materia y cada día me ofrece consejos de series, pesos, nutrición y reposo.
En las mañanas de los martes y los jueves, una docena de apasionados ancianos entra en la sala, busca a David Tornay y entonces le pregunta:
El problema serían las colas ante la máquina; centenares de viajeros en fila, esperando su turno...–¿Empezamos ya o qué?
–Ustedes calienten en el tapiz rodante o en la bicicleta estática y venga, empezamos –les contesta él.
Y un rato más tarde ahí están todos ellos, monitor y esforzados pupilos, pasándose el balón medicinal, tensando las gomas elásticas y practicando abdominales sobre la colchoneta.
Al mirar al grupo, pienso para mí: “Si todos mostrásemos esta voluntad...”.
Imagen del UB Esports, en la Diagonal de Barcelona
Xavier Cervera(...)
El otro día, David Tornay abrió Instagram y me dijo:
–En realidad, este debería ser el futuro.
Y me mostró un vídeo: en las imágenes, recogidas en el 2014, en vísperas de los Juegos de Invierno de Sochi, un hombre trajeado practicaba sentadillas ante una máquina expendedora de billetes del metro de Moscú. Si el tipo llegaba a las treinta repeticiones en dos minutos, la máquina le regalaba un viaje gratuito, cortesía del Kremlin.
–Sí, este debería ser el futuro –me insistía David Tornay mientras se encogía de hombros–: el futuro deberían ser menos medicamentos y más ejercicio.
–El problema son las colas que se formarían ante la máquina, ¿no? Me imagino a centenares de viajeros en fila, esperando su turno... –le respondí.
–Ya... –asintió el hombre, supongo que captando la ironía.
Lee tambiénEl proyecto del Kremlin duró unas pocas semanas: tal y como se clausuraban los Juegos de Sochi, se desmontaba la máquina cuenta-sentadillas.
(Años más tarde, aquellos mismos Juegos acabarían yéndose al garete, cortesía del tramposo dopaje de Estado ruso, un apéndice en el mar de despropósitos en el que se ha sumergido la Administración Putin en estos años).
Así que ya nadie hace sentadillas ante un expendedor de billetes de metro. Ni en Moscú ni en ningún otro lugar. Es una pena porque el ejercicio libera toxinas y atempera el malhumor, y evita que nos liemos a codazos cuando el vagón se abarrota y algún pasajero nos clava el codo en el costado.
lavanguardia