Nación ‘soccer’

Cuando en la década de 1980 nos concedieron la Copa del Mundo de fútbol ni siquiera teníamos una primera división, así que el gran legado de ese Mundial fue la Major League Soccer (MLS)”, explica Dan Courtemanche, vicepresidente ejecutivo y director de comunicaciones de la MLS. Hubo un antecedente, un campeonato que fue un cementerio de grandes elefantes como Pelé, Cruyff, Beckenbauer o Best, pero desapareció.
La liga estadounidense como tal se creó en 1996. Empezaron diez equipos y hoy juegan 30, de los que tres son de Canadá. “Nos hemos expandido porque la población ha cambiado significativamente. Ha habido una transformación generacional”, sostiene. “Gente como yo, que crecimos en los setenta y los ochenta como jugadores, ahora consumimos soccer ”, remarca. “Pero la población hispana, cuando empezó la MLS, era de 27 millones. Ahora hay casi 65 millones de personas de origen hispano y a la inmensa mayoría no necesitas inculcarle el amor por este juego, forma parte de su cultura”, añade. “Nuestra audiencia es joven, diversa y nativa digital. El seguidor de la MLS es algo diferente al de los deportes tradicionales como el fútbol americano o el béisbol”, subraya. Solo por detrás de esas dos prácticas, el soccer ya es la tercera competición en asistencia. “No hay mejor momento para el fútbol en Estados Unidos. Hemos construido sobre la promesa de tener una nación futbolística y una liga”, sentencia.
EE.UU., sede del Mundial de Clubs y del Mundial 2026, quiere ser una potencia global“Y lo mejor está por venir”, afirma ante el Mundial de Clubs recién estrenado, con 32 equipos, y sobre todo, la Copa del Mundo del 2026 que se celebrará en los tres países de Norteamérica, aunque EE.UU. tendrá más peso logístico que México y Canadá.
El pleno desarrollo del fútbol en EE.UU. afronta, sin embargo, dos obstáculos. Uno es interno, porque hay voceros de la extrema derecha que consideran que no es un deporte propiamente estadounidense, sino que se le vincula con los colonos históricos y los de la nueva hornada, los inmigrantes no blancos, algo que conecta con los simpapeles. El otro es externo. El nuevo fenómeno global se percibe en Nueva York, en los parques donde se juega a soccer. Se llama Lamine Yamal. Después de la época gloriosa de Messi, Xavi e Iniesta, la camiseta blaugrana se fue extinguiendo. La irrupción del adolescente de Rocafonda se traduce en un regreso del identificativo del Barça al primer plano en la Gran Manzana. Su protagonismo lo comparte con el equipamiento de otros equipos europeos (los dos Manchester, Liverpool, Arsenal, Madrid o escuadras italianas) o algunas mexicanas.
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Salvando la excepción de Messi, el gran amplificador de la MLS, y el Inter de Miami, resulta casi una misión imposible dar con alguien que luzca la vestimenta de algún equipo de la liga doméstica. Incluso si se habla con estos aficionados al deporte rey es mucho más fácil que citen estrellas de otros campeonatos que de las que juegan en este país.
En contra de estas evidencias sobre el terreno, Courtemanche replica que el campeonato estadounidense vive el mejor de sus momentos desde su creación. “La MLS tuvo la temporada pasada el mayor número de seguidores asistiendo a nuestros partidos en el mundo, solo por detrás de la Premier League y un poco por delante de la Bundesliga”, remarca.
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Al comentarle que los expertos, como exinternacionales estadounidenses, reconocen que las ligas foráneas, con las de Inglaterra y España a la cabeza, tienen más influencia y más peso en los aficionados, Courtemanche contesta. “Estudios de firmas independientes indican que la MLS es el campeonato más popular en Estados Unidos. Si bien hay otras ligas muy populares, ninguna lo es tanto”, insiste. “Ahora bien, cuando piensas en los mejores clubs, Barcelona, Madrid, Manchester City... son muy populares. Uno de los equipos más famosos de este país es el América de Ciudad de México, piensa que hay alrededor de 42 millones de mexicanos estadounidenses”, aclara.
Asegura que el Mundial de 1994 logró la media de asistencia (69.000 espectadores por partido) más alta en la historia de esta competición. Espera que en el 2026 se superen todos los récords. Pero deja en el aire el temor cada vez mayor de que la política migratoria y las prohibiciones de viaje del presidente Trump provoquen que muchos decidan no viajar o no dejarse ver por los estadios.
Tal vez sea por su influencia que la demanda de entradas por adelantado para el Mundial de Clubs es muy baja.
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