Musk y su banda le cuelan un gol de 6000 millones a Trump

Silicon Valley y el gobierno federal de Estados Unidos están más conectados de lo que parece, creando una red donde la influencia y el poder se mezclan. Figuras como Elon Musk, Peter Thiel y Palmer Luckey han colocado a excolaboradores en cargos clave que regulan sus propias empresas. Así, compañías como SpaceX y Palantir reciben contratos millonarios mientras antiguos empleados deciden sobre ellos. Como señala el profesor de escuela de negocios y divulgador Pablo Foncillas, “esto no se parece mucho a un mercado libre, se parece más a una suscripción VIP al presupuesto del Estado”.
Esta situación plantea un desafío serio para el capitalismo y la innovación. El poder económico se fusiona con el institucional, dificultando que startups emergentes compitan en igualdad de condiciones. Más que premiar la disrupción, parece que se favorece la proximidad al poder. Por eso, la clave para las empresas que quieren marcar la diferencia es apostar por la ética, la transparencia y la eficacia, pues, en palabras del profesor, “a veces lo más disruptivo es simplemente no tener nada que ocultar”.

El divulgador Pablo Foncillas
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