Łukasz Guza: Los empresarios son como luditas

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Łukasz Guza: Los empresarios son como luditas

Łukasz Guza: Los empresarios son como luditas

La idea de introducir una semana laboral de cuatro días merece ser analizada desde una perspectiva diferente a la tradicional de que es un ataque al libre mercado y un capricho izquierdista que no podemos permitirnos. En primer lugar, Polonia ya no es un país pobre y ya no es posible desestimar a la opinión pública con afirmaciones de que algo “no se puede hacer”. En segundo lugar, se sabe al menos desde el colapso de Lehman Brothers y la crisis financiera de 2008-2009 que la adhesión ortodoxa a los principios del libre mercado puede llevar a una mala dirección, incluida la estratificación del ingreso y la reducción de la clase media. Lo que es bueno para el libre mercado no siempre es bueno para la sociedad en su conjunto.

¿La IA y la automatización del trabajo acelerarán la semana laboral de cuatro días?

En tercer lugar, vivimos cada vez más en un “mundo post-trabajo”. La automatización de tareas y el desarrollo de la IA provocan que la demanda de empleados se reduzca, y en las próximas décadas este proceso se acelerará inevitablemente. Esto afectará también inevitablemente al modelo de vida social, y una mejor respuesta a estas tendencias es un debate sobre la reducción de las horas de trabajo que, por ejemplo, sobre la introducción de un ingreso garantizado, que también ya se está probando en algunos países y que puede provocar tendencias mucho más descontroladas en el mercado de trabajo y en la política social.

Fue Donald Tusk quien anunció una semana laboral de cuatro días. La ley no es una barrera

En cuarto lugar, la idea de introducir una semana laboral de cuatro días ya ha sido introducida en el debate público, y no por la izquierda, sino por Donald Tusk, quien tiene un buen sentido de las tendencias y necesidades sociales mencionadas anteriormente. Esta propuesta no desaparecerá tan fácilmente de la agenda ahora, sobre todo porque goza de mayor interés y aceptación entre los votantes más jóvenes, cuyo número aumentará naturalmente. Para ellos, el equilibrio entre vida laboral y personal no es sólo un eslogan vacío durante las llamadas navideñas con el CEO de una empresa.

En quinto lugar, la ley no es un obstáculo aquí. Ya tenemos una semana laboral de cinco días y eso no significa que todos deban tener el sábado y el domingo libres. Esta regla no se aplica a un gran número de personas empleadas en muchos sectores: comercio, restauración y muchos otros servicios, servicios uniformados, sanidad, transporte y comunicaciones, cultura, enseñanza superior, gran parte de la industria, etc. Por ello, no se puede decir que una semana laboral de cuatro días sea discriminatoria, ya que no significa que todo el mundo deba tener un fin de semana de tres días, sino que todo el mundo tiene derecho a tres días libres a la semana (de media). Un médico o un conductor seguirán trabajando el sábado o el domingo y esto no es discriminación.

Los empresarios pueden utilizar la semana laboral de cuatro días para desregular el código laboral

Aquí llegamos al negocio clave "sexto". La introducción de una semana laboral de cuatro días no tiene por qué ser para ellos una restricción adicional, sino una oportunidad para la tan esperada desregulación del trabajo. Dado que el propio Gobierno está proponiendo un proyecto piloto para acortar las horas de trabajo en términos flexibles adaptados a las empresas, puede valer la pena utilizar esta propuesta para una reforma general de las disposiciones sobre el tiempo de trabajo contenidas en el Código del Trabajo. La generación joven ya no está apegada a la idea de trabajar ocho horas diarias en la sede de la empresa y puede ser un aliado de la flexibilidad. Y de aquí no hay lejos a la contabilidad individual del tiempo de trabajo sueñan los empresarios, es decir, al principio de que cada empleado "reserva" horas de trabajo libremente, puede, por ejemplo, trabajar más tiempo en determinados días o semanas y luego tomar tiempo libre a cambio en otra fecha acordada, preferiblemente en un período de liquidación largo.

Los encuestados del Colegio de abogados "Rz" manifestaron su apoyo a la desregulación. Tal vez, por tanto, en lugar de asumir el papel de luditas –nomen omen– que luchan contra los cambios inevitables, los empresarios intentarán utilizarlos para desregular el trabajo de un modo que les resulte racional.

RP

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