El lado de Lula

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El invitado VIP del presidente ruso, Vladimir Putin, es el último título del presidente Luiz Inácio da Silva. No hay ninguna justificación aceptable para el sonriente encuentro entre el líder brasileño y el sanguinario dictador ruso, que apareció en las portadas de los periódicos. Si considerara importante que Brasil esté representado en la ceremonia de conmemoración del 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Moscú, Lula enviaría al ex canciller Celso Amorim, acostumbrado a confraternizar con dictadores en nombre de su gobierno.
Los intereses comerciales y de otro tipo del Brasil deben ser abordados por los ministros y otros funcionarios de los sectores responsables de esos temas específicos. Ese no es el caso. El presidente Lula no debería desempeñar este vergonzoso papel junto a Putin. Su presencia y la de la primera dama, Janja da Silva, en Moscú sirven principalmente para reforzar la falsa idea de que Putin no está aislado en el mundo por la criminal invasión de Ucrania.
La perspectiva de que alguien conozca y presencie crímenes de manera meramente pasiva e inactiva —como los ocurridos en la invasión de Ucrania— sin hacer nada objetivamente para poner fin a las atrocidades cometidas, convierte al observador en cómplice. Viajar a Rusia para participar en las ceremonias conmemorativas del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial representa un apoyo a su anfitrión, Vladimir Putin.
En Moscú, Lula estuvo junto a dictadores y autócratas como Xi Jinping de China, Nicolás Maduro de Venezuela, Miguel Díaz-Canel de Cuba, el bielorruso Alexander Lukashenko, así como representantes de Indonesia, Serbia, Eslovaquia y otras ex repúblicas soviéticas. Lula prefirió celebrar la fecha en Moscú, ignorando los actos realizados en las democracias liberales, que celebraron el Día de la Victoria en Europa el 8 de mayo.
La elección es otro gesto político de acercamiento a Putin. Esto demuestra que Lula tiene un lado que no es el de Ucrania. Brasil no tiene tradición de celebrar el Día de la Victoria en Europa, realizándose sólo unas pocas ceremonias en homenaje a las Pracinhas, pero Lula prefirió participar en la fiesta de Putin. La celebración rusa en una fecha diferente a la de otros países representa una maniobra del dictador ruso para hacer creer a la población que la Unión Soviética fue responsable de la victoria contra la Alemania nazi.
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