La ONU y el mito de la guerra evitada

Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Portugal

Down Icon

La ONU y el mito de la guerra evitada

La ONU y el mito de la guerra evitada

Este año, 2025, se conmemora el 80.º aniversario de las Naciones Unidas. En este sentido, el Secretario General de la ONU, António Guterres, enfatizó una de las ideas más repetidas sobre la organización: «Podemos trazar una línea directa entre la creación de la ONU y la prevención de una tercera guerra mundial». Esta frase positiva y reconfortante posiciona a la ONU como el freno a la escalada de los conflictos armados globales. Sin embargo, esta narrativa, aunque parcialmente cierta, oculta varias realidades peligrosamente incómodas e ignoradas. ¿Qué significa «evitar una tercera guerra mundial» en un mundo donde millones han muerto y siguen muriendo en guerras prolongadas, genocidios, hambrunas y ocupaciones ilegales? ¿Cómo ha cumplido la ONU su mandato, consagrado en su preámbulo, de «preservar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra», cuando las guerras, las muertes y el sufrimiento se repiten bajo su inacción, impotencia y complicidad.

La multiplicación de las guerras

Es cierto que desde 1945, el mundo no ha vuelto a experimentar una guerra abierta entre las grandes potencias; sin embargo, también es cierto que, desde entonces, se han producido cientos de conflictos armados, muchos de ellos provocados y con la participación directa o indirecta de miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Ejemplos de ello son las guerras en Corea, Vietnam, Congo, Argelia, Nicaragua, Angola, Bosnia, Ruanda, Darfur, Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Ucrania y Palestina, entre muchas otras. En varios de estos conflictos, la ONU estuvo presente, pero su tremenda falta de eficacia y efectividad fue notoria.

Un ejemplo de ello es el caso de Ruanda en 1994. A pesar de los numerosos informes, las advertencias de los comandantes sobre el terreno y las pruebas de genocidio, la Misión de las Naciones Unidas (UNAMIR) tenía un mandato y unos recursos limitados. Si bien más de 800.000 tutsis fueron masacrados en cien días, la comunidad internacional prefirió el silencio. La ONU, creada para garantizar que algo similar no volviera a ocurrir, fracasó. En 1999, el entonces Secretario General Kofi Annan admitió los fallos de la acción de la ONU y aclaró que la organización había aprendido de este genocidio y que, a raíz de este fracaso , «la comunidad internacional podía y debía actuar para prevenir o detener cualquier catástrofe similar en el futuro». Pero ¿aprendió realmente la ONU? No.

El año pasado, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), a petición de Sudáfrica, reconoció el riesgo de genocidio continuo contra la población palestina en Gaza. Con más de 56.000 muertes desde octubre de 2023, la destrucción sistemática de infraestructura civil, el uso de la hambruna como arma de guerra y el desplazamiento forzado de 1,7 millones de personas, se cumplen los criterios definidos por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU, su órgano supremo, permanece bloqueado y paralizado, en este caso, debido al veto estadounidense.

El Consejo de Seguridad

El problema central de la inacción de la ONU radica en las acciones del Consejo de Seguridad, su único órgano vinculante, dominado por cinco países con derecho a veto. Este se creó con base en el orden mundial de 1945, no en ideas de representatividad o equidad jurídica. De hecho, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, China y Rusia (miembros permanentes del Consejo de Seguridad) ostentan un poder absoluto de bloqueo sobre cualquier resolución, incluidos los casos más graves de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. El veto se ha utilizado para proteger a aliados y acciones estratégicas, encubrir crímenes de guerra, obstaculizar investigaciones y bloquear sanciones. El poder de veto, utilizado principalmente por la URSS/Rusia y Estados Unidos, hace que el derecho internacional sea condicional en lugar de vinculante, y que los derechos de los pueblos sean negociables. Cuando Rusia puede vetar resoluciones sobre sus acciones en Ucrania, o Estados Unidos puede vetar resoluciones que socavan a su aliado Israel, se debilita el derecho internacional y se ignora el principio de equidad jurídica. Se compromete la idea de imparcialidad que sustenta a la ONU. ¿Cómo puede existir un sistema que exige el cumplimiento del derecho internacional por parte de la mayoría, pero deja impunes a los más poderosos?

Silencio e inacción

El "éxito" de la ONU en la prevención de la Tercera Guerra Mundial es una distracción. Esta celebración ignora la persistencia de la injusticia. Ignora el hecho de que lo que importa a las víctimas de Mariupol, Khan Younis, Darfur o Myanmar es saber si sus hijos tendrán acceso a agua, alimentos, escuelas y hospitales, si sobrevivirán a la guerra y su destrucción sistémica, ignorada o incluso patrocinada por Estados con poder en el Consejo de Seguridad.

Además, la ONU ha fracasado continuamente en las operaciones de mantenimiento de la paz, incluyendo Srebrenica y la misión UNPROFOR/UNPF , y Ruanda y la misión UNAMIR . En 2000, el Informe Brahimi , que analizó los fracasos de las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU, advirtió sobre la necesidad de reformas urgentes; sin embargo, 25 años después, poco ha cambiado. La misión MONUSCO en la República Democrática del Congo fracasó, y sus miembros incluso fueron acusados de violación . También en Haití, la MINUSTAH —otra misión— no mejoró la situación allí; por el contrario, la misión fue acusada de violaciones de derechos humanos e incluso de introducir el cólera en Haití en 2010 .

¿Vale la pena mantener la ONU? Sí.

A pesar de todos sus fracasos, la ONU sigue siendo el único foro multilateral donde se debaten las cuestiones esenciales del derecho internacional privado. Es en la Asamblea General donde se escucha a los países del Sur Global, es en el Consejo de Derechos Humanos donde se documentan las violaciones, y es en organismos como la OMS, la UNESCO, el ACNUR y la FAO donde se desarrollan programas de vacunación, protección de refugiados, educación y seguridad alimentaria. La ONU fracasa no por ser innecesaria ni por ser insuficiente. Su ausencia sería catastrófica. Sin la ONU, no habría acuerdo sobre derecho internacional; sin este acuerdo, la rendición de cuentas de los Estados sería imposible, y la justicia para los pueblos sería imposible.

Soluciones para la ONU

La celebración del 80.º aniversario de la ONU no puede simplemente servir para reafirmar sus intenciones fundacionales; debe ser un momento para la renovación del sistema. Es imperativo abordar la rigidez de un sistema construido en 1945, que ahora está obsoleto, bloqueado y obsoleto. Reformar la ONU, y en especial el Consejo de Seguridad, es urgente y, contrariamente a lo que se suele afirmar, es legalmente posible.

La Carta de las Naciones Unidas prevé su reforma. Los Artículos 108 y 109 establecen dos vías para modificar su contenido. La primera, más directa, requiere una mayoría de dos tercios en la Asamblea General, seguida de la ratificación por dos tercios de los Estados miembros, incluidos todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. La segunda, a través de la Conferencia General de Revisión de la Carta, también requiere la reunión de dos tercios de la Asamblea y nueve de los quince miembros del Consejo de Seguridad; la última, además, requiere la ratificación de todos los miembros permanentes. Por supuesto, la reforma no se ve bloqueada legalmente, sino solo políticamente, si sus miembros permanentes se niegan a renunciar a su poder.

También existen precedentes históricos. De hecho, los Artículos 23 y 27 de la Carta se reformaron en 1965, aumentando el número de miembros del Consejo de Seguridad de 11 a 15 y ajustando los criterios de votación. El Artículo 61 también se reformó (en 1965 y 1973) para reformar el Consejo Económico y Social. Esto demuestra que la Carta puede reformarse, incluso en áreas consideradas sensibles.

Incluso existen algunas propuestas al respecto. En septiembre de 2024, Estados Unidos apoyó la incorporación de dos nuevos miembros africanos permanentes y un representante de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) al Consejo de Seguridad. Legalmente, dicho cambio requiere modificar los Artículos 23 (sobre la composición del Consejo) y 27 (sobre los procedimientos de votación), pero es posible si existe voluntad política. Sin embargo, el debate se intensifica y se vuelve más complejo en cuanto al veto de estos nuevos miembros: ¿tienen o no este derecho? El Artículo 27.3 de la Carta define el requisito de los "votos concurrentes de los miembros permanentes". Por lo tanto, los nuevos miembros permanentes también tendrían derecho a veto. No obstante, todos los miembros permanentes conservarían, naturalmente, el derecho de veto y el bloqueo sistémico. Por lo tanto, es necesario profundizar.

La propuesta más ambiciosa, pero absolutamente necesaria, sería modificar los propios Artículos 108 y 109 para eliminar el poder de veto de los miembros permanentes en un proceso de reforma de la Carta. Esto implicaría adoptar un sistema de ratificación por simple mayoría cualificada, lo que reduciría el poder de las grandes potencias y permitiría una revisión periódica y equitativa del funcionamiento de la ONU. Esta medida sería revolucionaria, pero tiene mérito legal. Sin embargo, una vez más, se enfrenta a la necesidad de la aprobación de los miembros permanentes, cuyo poder se busca limitar.

La opción que encontraría menos resistencia diplomática sería la creación de una Conferencia General periódica para revisar la Carta, celebrada cada cinco o diez años, donde los Estados miembros podrían debatir formalmente las reformas de la organización. Esta conferencia, prevista en el Artículo 109, nunca se ha utilizado. Crearla ahora, en 2025, sería un claro paso hacia la modernización, una forma de institucionalizar la reforma en lugar de seguir posponiéndola indefinidamente.

La ONU sigue siendo necesaria. Pero solo será relevante si sus miembros tienen la valentía de transformarla. Porque la verdadera paz exige más que simplemente evitar una guerra mundial. Requiere afrontar sin miedo todas las guerras y conflictos que el mundo sigue fingiendo no ver.

Coraje

Este aniversario de la ONU no puede ser un mero ritual de autocelebración, sino un momento de reflexión e introspección. La narrativa de que la ONU evitó la Tercera Guerra Mundial no puede seguir sirviendo de escudo para ocultar la parálisis ante innumerables guerras prolongadas y las muertes que causan. La ausencia de conflicto entre grandes potencias no borra la existencia de la violencia armada, el hambre y el sufrimiento sistemático que se ignora y se explota.

La ONU ha fracasado y seguirá fracasando cada vez que el derecho internacional se someta al veto político de cinco Estados. La persistencia del Consejo de Seguridad, tal como era hace 80 años, impide las acciones necesarias para proteger a los ciudadanos que la ONU dice defender. A pesar de las ideas fundacionales de la ONU, la realidad de su inacción actual socava la legitimidad del sistema. Se requiere valentía para reformar la Carta, valentía para confrontar el sistema de privilegios estructurales de la ONU, valentía para institucionalizar el proceso de revisión; valentía para construir un sistema verdaderamente representativo para el siglo XXI.

La continuidad de la ONU depende de su valentía para transformarse. Es hora de reformas concretas y estructurales. No basta con invocar el pasado para justificar la inacción presente.

Preservar a las generaciones actuales y futuras del flagelo de la guerra, la destrucción y la muerte no es sólo el preámbulo de la Carta, es una promesa que debe cumplirse siempre y una responsabilidad que ya no puede posponerse.

Los textos de esta sección reflejan las opiniones personales de los autores. No representan a VISÃO ni reflejan su postura editorial.

Visao

Visao

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow