¿Está empeorando el mundo?

Este fin de semana nos enteramos de que se había alcanzado un acuerdo de paz entre Tailandia y Camboya, con la mediación de Trump.
Tras el acuerdo de paz alcanzado entre Israel y Hamás no hace mucho, y con todo el esfuerzo que ha dedicado a lograr un acuerdo entre Rusia y Ucrania, lo cierto es que rara vez hemos presenciado una injerencia tan insistente y mediática por parte de un presidente estadounidense en un intento por resolver problemas bélicos entre países.
Las críticas, que provienen mayoritariamente de los medios de izquierda, se centran siempre en la imprevisibilidad de sus iniciativas y en la percepción de que esto significa que Trump no tiene una estrategia para resolver los casos en los que intenta intervenir, lo que nos lleva a concluir que todos estos resultados se obtienen por casualidad, negándole así el mérito de su éxito.
Porque tiendo a pensar que aquellos que logran resultados de manera consistente en sus iniciativas para resolver un problema en particular merecen sin duda un gran reconocimiento por la forma en que abordan ese trabajo, y los resultados rara vez son simplemente una cuestión de suerte.
Curiosamente, Trump, que se enfada muy rápidamente cada vez que es criticado o contradicho —como ocurrió este fin de semana con la publicación del vídeo de Ronald Reagan sobre la aplicación de los aranceles—, nunca se ha pronunciado en contra de estas críticas por falta de estrategia o comportamiento irregular que se le hacen con regularidad.
Y creo que eso también forma parte de su estrategia.
Trump no es el líder estructurado al que estábamos acostumbrados; es principalmente una persona de acción y de toma de decisiones inmediata.
Formado en negociación y en estrategias altamente agresivas para dominar los entornos en los que opera, tal como lo hizo para alcanzar su posición actual, basa todas sus habilidades de negociación en esa misma imprevisibilidad que deja a sus interlocutores sin saber exactamente qué sucederá ni qué esperar para preparar sus respuestas.
Lo que Trump considera su arma más poderosa para el éxito es precisamente lo que sus críticos califican como su falta de competencia.
La falta de habilidades diplomáticas que muchos citan como prueba de su incompetencia es precisamente lo que utiliza para lograr sus objetivos.
Además de esta estrategia de negociación, Trump es intrépido y lleva casi todo al límite.
Bueno, al mundo en general no le gusta la imprevisibilidad y se siente tenso cuando alguien está al mando de su destino sin saber cómo reaccionará en cada circunstancia, y por eso siempre nos sentimos muy incómodos con este tipo de liderazgo.
Y eso es razonable porque la principal necesidad humana, después de la alimentación, es la seguridad.
Pero también en este caso, Trump ha demostrado que su estrategia de negociación siempre elige un momento justo antes de romper relaciones para volver a sentarse a la mesa a negociar.
Y esta actitud, que siempre ha sido interpretada por los mismos críticos como otra debilidad derivada de su falta de estrategia, es precisamente lo que me permite creer que su valentía no cruzará la línea, aunque este sea realmente el riesgo que afrontamos en este papel de liderazgo global.
Pero Trump solo existe porque todos nosotros, durante décadas, temiendo la inseguridad y creando fisuras en la sociedad, permitimos que quienes, sin respeto por esta sociedad, la destruyeron gradualmente adulterando los valores y principios de la vida humana, creando una sociedad de mentiras, contraria al valor de la vida y la naturaleza humana, se adueñaran de ella.
La profunda anormalidad de la teoría de género, el constante intento de evitar afrontar los problemas fingiendo siempre que no existían, llevó a muchos de nosotros a buscar a alguien menos políticamente correcto, y eso fue lo que llevó a la elección de Trump.
Aunque no me identifico con casi nada de lo que Trump representa como persona, debo reconocer que, en términos de humanidad, ha defendido cuestiones e intervenido en puntos que considero esenciales para el desarrollo futuro del mundo.
Desconozco si la continuidad de este tipo de liderazgo es beneficiosa para el mundo, ni si posteriormente tendremos que afrontar otras consecuencias negativas de todo este proceso experimental, pero sé que debíamos cambiar el rumbo del desarrollo de la humanidad. Hoy veo un mundo encaminado hacia una mayor paz, un mundo que puede reconstruirse, centrado en los valores humanos.
observador




