Fernão Lopes y la crisis 1383-1385

La proximidad del novecientos aniversario de la existencia de Portugal como nación nos invita a repensar las manifestaciones literarias y artísticas que evocan las acciones bélicas, religiosas y diplomáticas que ayudaron a proclamar (y robo sin pudor la expresión de Teixeira de Pascoais) el Arte de Ser Portugués .
En el terreno literario, el nombre ineludible de Fernão Lopes (1380?-1460?), dio voz a la crisis de 1383-1385, punto culminante de la lucha por la independencia de Portugal. Recordarlo es abordar todo un mundo de incertidumbres, apoyado en la existencia real de su producción literaria. Cronista oficial del reino, por orden de D. Duarte (1434), redactor del testamento del mártir de Fez, D. Fernando (1422), escribano de los libros de D. João I, fue también el principal guardián de la Torre do Tombo hasta alrededor de 1454, cuando, por ser «anciano y frágil», como consta en el documento de jubilación firmado por D. Afonso V, fue sustituido por Gomes Eanes de Zurara, quien lo consideraba «un hombre de conocimiento comunitario y gran autoridad».
La proximidad al poder y los cargos desempeñados aceleraron la redacción de numerosas crónicas –de casi todos los reyes hasta D. Duarte y también la de Condestabre– que, con mayor o menor seguridad, se le atribuyen. Ciertamente nos dejó: Crónica de rey D. Pedro, Crónica de rey D. Fernando y Crónica de rey D. João I.
Hijo de la nueva generación surgida de la revolución de 1383-1385, interpretó magistralmente este momento decisivo de la historia portuguesa en el que el Pueblo tuvo, por primera vez, la noción de la palabra más sagrada: Patria. Con espíritu objetivo y realista, eleva e interpreta, en el escenario dramático de la historia, una época, a la vez gloriosa y trágica, de recurrentes problemas políticos, sociales, económicos, administrativos, religiosos y militares.
Crónica del rey Juan IEs precisamente en la Crónica del rey D. João I (partes 1 y 2) que se muestra como el verdadero historiador de la revolución del “pueblo común” y de los “vientres al sol”, evocándolo a veces arrodillado en éxtasis ante los héroes, a veces en rebelión contra la Reina, la “traidora”, la “campesina de Venus”, que ya había matado a un señor y ahora quería matar a otro, a veces todavía sufriendo tras los muros de la ciudad de Lisboa. Alexandre Herculano, llamándolo el “padre de la historia portuguesa” (1843), afirma: “El cronista nos hace seguir a las multitudes cuando aparecen amotinadas en las calles y plazas; nos guía a los campos de batalla, donde se dan y reciben golpes temibles; nos abre las puertas del palacio cuando se celebran las Cortes, cuando se discuten los concilios; nos arrastra a los templos, donde truena la voz del monje elocuente; nos arroja, finalmente, a la existencia de los tiempos antiguos y nos intoxica con el perfume de la Edad Media” (1848).

Fernão Lopes (1380-1460), sello de Correos portugués, 1949.
En el Prólogo de la citada crónica, el cronista popular explica su concepto de la historia, advirtiendo del amor patriótico que puede hacer "trepar" a la imparcialidad y del "cariño mundano" que hace a los historiadores desviarse del "camino recto" para discurrir "por campos oscuros", de modo que "las pocas tierras que fueron, en ciertos pasajes, no se ven con claridad". Añade luego que, recurriendo a una investigación exhaustiva a través de “autores locos” y “viejas escrituras”, pretendía “escribir la verdad, sin ninguna otra mezcla, dejando atrás todo elogio fingido en la buena noticia, y mostrar desnudamente a las personas que quieren contradecir las cosas, como serán”. Termina advirtiendo que ha puesto “la verdad simple antes de la falsedad embellecida”.
Se trata de un cronista que, con “fatigantes cuidados”, buscó siempre “el certificado de verdad” rechazando “los libros de disparates”. Recordemos, sin embargo, que en aquella época la metodología histórica era naturalmente incipiente y, por tanto, la emoción y el entusiasmo patriótico de Fernão Lopes, en un momento en el que Portugal renacía, podrían haber llevado a la presentación de hechos menos verificados; Esto, sin embargo, no impide la veracidad de sus crónicas muy portuguesas.
En la Crónica de D. João I, relato privilegiado de la crisis de 1383-1385, hay pasajes donde se escucha la voz del pueblo, a veces audaz e inconsecuente, otras veces temeroso, pero siempre defendiendo su identidad portuguesa.
Muerte del conde AndeiroUno de ellos es el relato del asesinato del Conde de Andeiro. Los caballeros premeditan su muerte. Podrás contemplar desde el exterior los preparativos, la entrada al Palacio, la conversación con la Reina D. Leonor y el singular diálogo entre el Conde y el Maestro. Se visualiza entonces su muerte perpetrada por Rui Pereira, y conocemos las consecuencias, dentro y fuera del Palacio, que esto desencadenó.
Se trata de una narración de notable belleza artística, movimiento y acción dada por la agitación popular y por diálogos rápidos e incisivos, de los que no está ausente la ironía, que, si bien descubre la sagacidad maliciosa de la Reina “traidora”, no descuida el carácter poco audaz del futuro Rey D. João I.

Muerte del Conde Andeiro, cuadro de José de Sousa Azevedo (1860). Museo Nacional de Soares dos Reis, Oporto.
Tras esto, hay que tomar venganza, y la sutileza de D. Nun' Álvares Pereira hace que Álvaro Pais, acompañado de un paje, recorra la ciudad gritando: "¡Maten al Maestro! ¡Maten al Maestro en el palacio de la reina! ¡Corran hacia el Maestro que está siendo asesinado! (...) Corramos hacia el Maestro, amigos, corramos hacia el Maestro, pues es el hijo del rey Don Pedro".
Fernão Lopes interpretó brillantemente la fina intuición psicológica del condestable para galvanizar al pueblo; A través de una verdad a medias, desencadena una reacción masiva de ira contra la Reina “traicionera” que ya había “matado a un señor” y ahora quería matar a otro.
La narración da vida a un pueblo enloquecido capaz de “prender fuego al palacio” y derribar puertas para salvar al Maestro, sordo a los gritos que garantizaban su supervivencia. Por eso pide: «Si está vivo, muéstranoslo y lo veremos». En este apostolado de ver para creer, la aparición del futuro rey de Portugal en una ventana calma a la multitud; pero, al pasar junto a la Catedral, ante la negativa del Obispo, seguidor del Papa de Aviñón, a tocar las campanas, la turba derriba puertas, mata a los que están dentro y arrastra al Obispo por las calles de la ciudad hasta Rossio, mostrando una crueldad que no está del todo exenta de censura.
El buen Londres es PortugalTodo era, al fin y al cabo, el deseo manifiesto de los lisboetas de tener un defensor que les gobernara, ya que la invasión del rey de Castilla era inminente. El Maestro, como ya se ha dicho, carecía de audacia y, temiendo la venganza de la Reina, decidió huir a Inglaterra, habiéndoselo impedido la "gente pequeña" que quería que fuera Señor y Aguador y Defensor del Reino. Rui Pereira, haciéndose eco de la voluntad popular, le dice: “El buen Londres es Portugal”.
¿Fue así? Tal vez sí o tal vez no, pero lo que está en juego es todo el argumento implícito y explícito que afirma la voluntad popular y resalta el carácter temeroso, pero también humano, de D. João I, tal como lo revela la prosa artística de Fernão Lopes.
El Maestro sabía que se acercaban tiempos difíciles. Tiempos impecablemente relatados por el Cronista, a través de un drama impresionante, donde resalta el poder de la descripción realista y objetiva, que lo convierten en un artista de la prosa. Me refiero al Asedio de la Ciudad de Lisboa por las tropas castellanas, donde prevalece la descripción visualista: “…Hora esguardaae, como si estuvierais presentes”. Así presenciamos la vida en el interior de una ciudad donde “no había trigo para vender”, algunos “se atiborraban de hierbas y bebían tanta agua que creían muertos los hombres y tenían la cabeza hinchada (…), a las que tenían hijos de pecho se les acabó la leche”. Pelearon dos guerras: “una contra los enemigos que tenían los sitiados, y otra contra los víveres que escaseaban”. En medio de tanta desgracia se oían cantos de doncellas contra las tropas castellanas. Fernão Lopes no oculta su asombro ante el coraje y la valentía con que se defendió una ciudad rodeada por un enorme ejército.
GenteSegún cuenta la historia, tres personajes son los protagonistas de este momento: el Maestro de Avis, Monja Álvares Pereira y la ciudad de Lisboa, la viuda que, alegóricamente, adopta al Maestro en “lugar de marido”, legitimando públicamente su relación en los Tribunales de Coimbra.
En esta crónica de Fernão Lopes se oye, se huele, se saborea, se ve y se siente, en un proceso sinestésico, toda la crisis de 1383-1385 que termina con la victoria en la batalla de Aljubarrota. Surgen retratos individuales y colectivos, en una pintura sobria y exacta, tipificando el mundo interior y exterior. De todos, se destaca el pueblo, la masa anónima, la “arraia meuda”, los “hombros al sol”, el gran actor y promotor de esta revolución. El rigor visual, génesis de la creación realista, sitúa y da vida a este personaje colectivo en la corte o en la plaza pública, en el campamento o en el frente de batalla, bailando y danzando a la luz de las antorchas con su Rey, o gritando, riendo y llorando. Todo es único e inigualable, como nunca se había visto en otros relatos de la Edad Media.
El Cronista plasma la Patria en la figura del Pueblo, y crea, para identificarla, la alegoría de la ciudad de Lisboa, interrogándola sobre la pertenencia de la sangre derramada para que permaneciera entera e indivisible. Lo hace a través de un estilo sugerente, rico y vibrante, donde las preguntas retóricas, las exclamaciones al comienzo de las frases, los adjetivos dobles, las palabras onomatopéyicas y las metáforas ocultas transmiten la personalidad vigorosa de un pueblo y su sentido histórico de nacionalidad. Ayer como hoy.
[Los artículos de la serie Portugal 900 Años son una colaboración semanal de la Sociedad Histórica de la Independencia de Portugal. Las opiniones de los autores representan sus propias posiciones.]
observador