Inversión responsable y planificación fiscal en tiempos de crisis

El actual conflicto arancelario en el comercio internacional ha creado un clima de incertidumbre, reavivando los temores de una nueva recesión mundial. Como en la última crisis económica, en 2008, la fiscalidad debería volver a ocupar un lugar central en el debate público.
Durante esos años, la atención se centró en la supuesta planificación fiscal agresiva de grandes grupos multinacionales. Desde entonces, para combatir lo que se consideraban prácticas abusivas, muchos Estados han fortalecido sus sistemas tributarios con normas antiabuso, tributación mínima y fortalecimiento de los mecanismos de intercambio de información.
A pesar de su importancia, estas medidas siguen siendo recibidas con escepticismo: hay dudas sobre su capacidad para acabar con la planificación fiscal abusiva y se teme que puedan constituir un obstáculo a la inversión privada.
En el contexto económico actual, estos temores se acentúan. Conscientes de la importancia de la inversión extranjera, hay quienes temen la actuación de las autoridades fiscales, que históricamente tienden a considerar abusiva cualquier estrategia de optimización fiscal.
¿Pero es realmente así? En nuestra experiencia no es así ni tiene por qué serlo. La mayoría de los sistemas tributarios –y el portugués no es una excepción– siguen permitiendo una planificación fiscal legítima y responsable .
Una planificación responsable implica, en primer lugar, reconocer que los impuestos no son un gasto como cualquier otro: son una contribución necesaria al financiamiento del Estado y de las comunidades en las que operan las empresas. La necesidad de que todos paguen su parte justa es un aspecto fundamental para mantener la confianza en el sistema.
Las normas antiabuso no son un obstáculo para cualquier tipo de planificación fiscal: son herramientas para prevenir prácticas consideradas “abusivas”. Sin embargo, como el concepto de abuso no está adecuadamente definido, las empresas se enfrentan a dos desafíos:
- Desafío técnico-fiscal : las empresas deben tener un conocimiento profundo de la legislación tributaria; Sólo de esta manera es posible demostrar que las ventajas fiscales explotadas se ajustan a la letra y al espíritu de la ley ;
- Desafío organizacional : las empresas deben ser capaces de demostrar claramente la justificación económica de sus operaciones; Esto implica que los departamentos tributarios colaboren con las áreas de negocio.
Dadas las recientes tendencias en materia de transparencia y gobernanza fiscal , las empresas enfrentan hoy un nuevo desafío, que se traduce en crecientes exigencias en materia de divulgación voluntaria de información tributaria ( transparencia ) y el fortalecimiento e implementación de mecanismos de control y gestión de riesgos fiscales ( gobernanza ). Sin perjuicio de algunas dificultades de adaptación, este camino tiene importantes ventajas asociadas, como la reducción del riesgo reputacional y el fortalecimiento de la confianza de las partes interesadas .
El Estado también tiene un papel que desempeñar en la promoción de una cultura de planificación fiscal responsable, siendo fundamental implementar medidas de simplificación del sistema tributario y mecanismos que garanticen la seguridad jurídica.
Los sistemas tributarios inestables, excesivamente complejos y burocráticos se convierten en terreno fértil para los litigios y obstaculizan la toma de decisiones de inversión, en particular cuando existe la percepción de que las autoridades fiscales aplican normas antiabuso de manera recurrente siempre que una determinada transacción no constituye la alternativa más onerosa desde el punto de vista fiscal.
Por el contrario, los sistemas tributarios con reglas claras, estables y transparentes –incluso si están dotados de estándares anti-abuso– ayudan a los contribuyentes a tomar decisiones fiscalmente eficientes, pero alineadas con los lineamientos del sistema tributario.
A principios de año se aprobó una Agenda de Simplificación Tributaria, que identificó varios desafíos, desde la mejora del diálogo con los contribuyentes hasta la eficiencia procesal. Si pudiéramos añadir algo a esta Agenda (o a las futuras) sería el foco en la planificación fiscal responsable, como forma de atraer inversiones y mejorar la relación entre los contribuyentes y la Autoridad Tributaria.
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